La defensa europea necesita a la UE

La invasión de Ucrania por Rusia podría servir de catalizador para transformar la Unión Europea en una verdadera potencia mundial, como sucedió en su día con EE UU

Un tanque Leopard polaco avanza durante unos ejercicios militares conjuntos con EE UU, Francia y Suecia, el pasado mes de mayo en Nowogard (Polonia).WOJTEK RADWANSKI (AFP)

La política de defensa y seguridad es la frontera final de la integración europea. La Unión Europea actual es tan grande y tiene un impacto tan significativo a escala mundial en los ámbitos económico, normativo, comercial y climático que, por extensión, no puede evitar ser un actor global cada vez más poderoso e importante. Y, sin embargo, existe un desajuste entre la fuerza económica global de la UE y el papel que realmente está desempeñando en el mundo. La UE no es tan poderosa o influyente en el escenario mundial como debería ser. Esto se debe a que la UE no está configurada institucionalme...

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La política de defensa y seguridad es la frontera final de la integración europea. La Unión Europea actual es tan grande y tiene un impacto tan significativo a escala mundial en los ámbitos económico, normativo, comercial y climático que, por extensión, no puede evitar ser un actor global cada vez más poderoso e importante. Y, sin embargo, existe un desajuste entre la fuerza económica global de la UE y el papel que realmente está desempeñando en el mundo. La UE no es tan poderosa o influyente en el escenario mundial como debería ser. Esto se debe a que la UE no está configurada institucionalmente para avanzar a favor de los intereses de la Unión Europea. De este modo, la UE ha realizado la parte más difícil de convertirse en una potencia global —construir una economía integrada equivalente a la de Estados Unidos y China—, pero no ha llevado a cabo la parte fácil: organizarse diplomática y militarmente para canalizar su poder.

La UE se parece en muchos aspectos a los Estados Unidos de finales del siglo XIX. Entonces, Estados Unidos había ganado escala continental y se había convertido en uno de los países más ricos del mundo. No obstante, eran tratados con desdén por la mayoría de las grandes potencias europeas de la época por considerarlos como un actor irrelevante. Estados Unidos tenía un ejército débil, un aparato de política exterior limitado y una cultura política introspectiva carente de ambición geopolítica. Sin embargo, en el transcurso de los 20 años del período comprendido entre 1898 y 1918, Estados Unidos se reorganizó, desarrolló una Armada y sus fuerzas militares y se convirtió en el país más poderoso del planeta. Del mismo modo, la invasión de Ucrania por parte de Rusia podría servir de catalizador para transformar la Unión Europea en una verdadera potencia mundial.

Desde un punto de vista estratégico, Europa deberá tomar muy en serio su defensa. Con la invasión de Ucrania, Rusia ha demostrado su voluntad de invadir un vecino en busca de la conquista imperial y anexión territorial. La invasión de Ucrania ha sido un desastre militar para Rusia. Sin embargo, Rusia buscará reconstruir con urgencia sus fuerzas terrestres. Esto llevará tiempo, probablemente al menos cinco años, lo que también le da a Europa tiempo para reforzar sus capacidades de defensa en la disuasión de agresiones futuras. La capacidad naval de Rusia, en cambio, prácticamente no se ha visto afectada por la guerra y podría suponer una amenaza real para Europa, especialmente para sus infraestructuras gasísticas en alta mar.

Mientras tanto, la guerra ha llevado a Estados Unidos a volver a Europa. El regreso a Europa de los norteamericanos ha reducido el impulso de las iniciativas de defensa de la Unión Europea. Pero es probable que este regreso sea temporal. China sigue siendo la mayor preocupación de Washington, ya que en la capital estadounidense se ve a China como “la amenaza en ciernes”. Estados Unidos se halla excesivamente estresado militarmente, pues tiene que hacer frente tanto a una China en ascenso como a una Rusia hostil. Ante esta situación, Washington deseará cada vez más que Europa sea capaz de disuadir a Rusia y que reduzca su dependencia de Estados Unidos. Además, para Europa, uno de los impactos más significativos del hecho de que Estados Unidos vuelva de nuevo su atención hacia Asia es que también se han alejado por completo de Oriente Próximo y del norte de África, es decir, del vecindario de Europa. Estados Unidos ha reducido drásticamente su enfoque y vigilancia de Oriente Próximo. Así, una crisis de seguridad en estas regiones que impacte en la seguridad europea deberá ser abordada por Europa. Esto significa que los países europeos no pueden dejar de invertir en sus capacidades expedicionarias más allá de sus fronteras en favor de las fuerzas terrestres convencionales para disuadir a Rusia. Tendrán que hacer ambas cosas. Las elecciones de 2024 deberían proporcionar nuevos incentivos para reducir su dependencia de Estados Unidos, ya que es posible que Donald Trump, u otro presidente antiatlantista, llegue al poder.

La invasión rusa ha expuesto las debilidades de los ejércitos y la defensa europeos. Un problema importante es que los europeos no se centran en la defensa europea; se centran en la defensa nacional. La OTAN ayuda a tratar de coordinar las fuerzas europeas, pero, en última instancia, el país que paga la defensa europea es Estados Unidos. Es Estados Unidos quien proporciona las capacidades habilitadoras esenciales —los aviones cisterna, el transporte aéreo, la inteligencia, la defensa antimisiles— que permiten a los europeos luchar juntos.

Por lo tanto, el problema de la defensa europea no hace referencia únicamente a los niveles de gasto. También tiene que ver con la forma en que se gastan los recursos de defensa europeos. A medida que más y más países europeos gasten más en defensa y alcancen el objetivo del 2% fijado por la OTAN, la defensa colectiva de Europa sin duda se fortalecerá. Pero simplemente con llegar al 2% no se resolverán los problemas de defensa europeos, puesto que el gasto se divide entre los 27 países miembros de la UE y los 30 países miembros de la OTAN. De hecho, existe una preocupación legítima de que, una vez que los 27 Estados miembros de la UE gasten un poco más en defensa, no se altere de un modo significativo la perspectiva de defensa de Europa. En lugar de ello, Europa estará plagada de los mismos problemas y seguirá dependiendo de Estados Unidos.

Por consiguiente, es fundamental que Europa también busque apalancar el poder integrador de la UE y garantizar que el gasto adicional se coordine e integre tanto como el poder. Este es un rol que debe asumir la Unión Europea y que sería enormemente beneficioso para la OTAN.

Si bien la OTAN se ha resistido a que la UE desempeñe un papel en defensa, existe una división clara del trabajo entre ambas. La OTAN tiene un claro papel de coordinación de arriba hacia abajo, al convertir las fuerzas europeas en una fuerza de combate cohesionada y fijar objetivos de capacidad para los miembros de la OTAN. La UE, por el contrario, puede desempeñar un papel decisivo de abajo hacia arriba, por ejemplo coordinando, gestionando e incentivando las adquisiciones conjuntas y posiblemente incluso llenando las lagunas en las capacidades de defensa común al facilitar el aprovisionamiento de sistemas de defensa que están más allá del alcance individual de los países europeos (defensa antimisiles, aviones cisterna). Estos esfuerzos promoverían la autonomía estratégica de la UE, pero también reforzarían de un modo importante la alianza de la OTAN. La propuesta de la UE de destinar 500 millones de euros a incentivar las compras conjuntas por parte de los países europeos es crucial.

También es fundamental recuperar la base industrial de la defensa de Europa. Se necesita más gasto, pero también reformas. La UE debería seguir estando facultada para promover la integración industrial de la defensa. Desde 2014, la UE ha desarrollado una importante capacidad institucional a través del Fondo Europeo de Defensa, la Agencia Europea de Defensa y la Cooperación Estructurada Permanente en materia de Defensa (PESCO, por sus siglas en inglés). Ha llegado el momento de aumentar drásticamente la financiación de estas iniciativas. La UE debería intentar llenar algunos de los vacíos existentes en la defensa europea, por ejemplo, invirtiendo en el desarrollo de sistemas en áreas críticas. La propuesta del canciller alemán Olaf Scholz de un sistema de defensa antimisiles europeo podría ser un área. Finalmente, la integración de las industrias de defensa de Europa requerirá una financiación común de la UE para incentivar la cooperación.

Por último, la UE y sus miembros tienen que presionar a Estados Unidos para que desempeñe un papel productivo. Como ha escrito el ex secretario general de la OTAN y alto representante de la UE, Javier Solana: “Paradójicamente, mientras su Administración [la de Trump] exige que los europeos nos hagamos cargo de nuestra seguridad, se esfuerza al mismo tiempo constantemente en socavar todo proyecto de defensa conjunta que acometemos. Tales prejuicios y cortedad de miras con respecto a la cooperación de seguridad europea no son nuevos”. Estados Unidos ha usado su inmensa influencia en Europa para oponerse a las iniciativas de defensa de la UE. Los líderes de la Unión Europea tienen que poner el énfasis en este argumento en su relación con los altos funcionarios norteamericanos y describir el papel obstruccionista de Estados Unidos. Además, los líderes de la UE deberían explicar los beneficios de la defensa de la UE para Estados Unidos y pedir a los líderes estadounidenses que apoyen públicamente las ambiciones de defensa de la Unión Europea.

La invasión rusa de Ucrania requiere que Europa avance ahora en la última frontera de la integración europea: la seguridad y la defensa. En Europa, la seguridad nacional es en última instancia la seguridad europea. Para hacerlo, Europa debe canalizar la fuerza integradora de la Unión Europea y avanzar en la defensa de la UE.

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