Meryl Streep y el reto de envejecer en la gran pantalla

La actriz ha sido ‘trending topic’ esta semana por sumarse al reparto de la serie ‘Solo asesinatos en el edificio’

Meryl Streep firmaba autógrafos a sus admiradores en Berlín el pasado octubre.JOHANNES EISELE (AFP)

Ver el nombre de Meryl Streep, una de mis actrices favoritas, aparecer el otro día en los trending topics de Twitter me heló la sangre. Qué le había podido pasar para figurar en esta lista, que según qué día llega a asemejarse a la de un pelotón de ejecución virtual. ¿Había muerto? ¿Quizás estaba enferma? O podía ser peor, incluso: ¿mi Meryl había decidido opinar ella también sobre ...

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Ver el nombre de Meryl Streep, una de mis actrices favoritas, aparecer el otro día en los trending topics de Twitter me heló la sangre. Qué le había podido pasar para figurar en esta lista, que según qué día llega a asemejarse a la de un pelotón de ejecución virtual. ¿Había muerto? ¿Quizás estaba enferma? O podía ser peor, incluso: ¿mi Meryl había decidido opinar ella también sobre lo ocurrido entre Shakira y Piqué? Estaba convencida de que en este manicomio a cielo abierto y conectado todo era posible. Todo. Así que, conteniendo la respiración, decidí salir de dudas e hice clic en el temido hashtag #MerylStreep.

Sentí alivio al comprobar que no había ocurrido ningún drama, y que la gente sencillamente celebraba el anuncio de su participación en la tercera temporada de la serie Solo asesinatos en el edificio. Fue reconfortante constatar que una actriz de 73 años podía aún suscitar semejante ilusión y expectación entre el público. En una industria que discrimina a las mujeres pasados los 40, y más si la belleza estética de estas no se corresponde con los cánones de la época, una carrera como la de Streep, considerada como la mejor actriz de su generación ―tres oscars, 21 nominaciones―, es casi un milagro. Prueba de ello fue el anuncio que se vio obligada publicar la mítica Bette Davis en 1962, recién cumplidos los 54, para recordar a la industria su existencia y valía: “Madre de tres niños -10, 11 y 15 años. Divorciada. Americana. Treinta años de experiencia como actriz de cine. Todavía con movilidad y más agradable que lo que dejan intuir los rumores. Busca empleo estable en Hollywood”.

Recordé entonces el reciente ensayo de la crítica de cine francesa Murielle Joudet, La segunda mujer. Lo que hacen las actrices en la vejez, que arroja una luz original sobre esa etapa fatídica en la vida de las actrices y las estrategias elegidas por cada una de ellas para no desaparecer de la gran pantalla. A través de los retratos de ocho artistas, entre las que se encuentran, además de Streep, Nicole Kidman o Isabelle Huppert, entre otras, y de la mano de textos de intelectuales como Susan Sontag y Simone de Beauvoir, la autora nos habla de la segunda mujer: esa que, como decía Gena Rowlands, aparece “en algún momento de nuestras vidas” cuando “muere la juventud”. Esta muerte, a diferencia de los hombres, no depende de la edad que tengan las mujeres, sino de la percepción que se tiene de ellas en una sociedad dominada por la mirada masculina. Como escribió Sontag, el envejecimiento de la mujer es “un territorio que no tiene fronteras” porque sobre “el cuerpo real, siempre se imprime el cuerpo imaginario”. Asimismo, nos dice Joudet, “una actriz no envejecerá de la misma manera si empezó a actuar con 15 años que si lo hizo con 45, o si se la consideraba bellísima o por el contrario fea”.

“¡Che brutta!” (qué fea) exclamó el productor Dino De Laurentiis la primera vez que vio a Streep en el casting de King Kong. “No lo suficientemente sexy”, pensó de ella en un principio Sydney Pollack mientras buscaba la heroína de Memorias de África, la película que lanzaría la carrera de la actriz. Consciente de no encajar en el molde estético imperante, Streep no renunció, sin embargo, al género romántico, cuando otras, como Sigourney Weaver o Jamie Lee Curtis, elegían, por supervivencia, registros masculinos. ¿Cómo lo consiguió? Pues logrando convertirse en un auténtico camaleón capaz de interpretar absolutamente todo y a la perfección, dispuesta a aprender un idioma, a tocar un instrumento de música o incluso a realizar ella misma las escenas de riesgo para obtener un papel. Un método con el que eclipsó a las demás actrices de su generación. ”Como la industria atribuye menos papeles importantes a las mujeres, la que consigue llegar a la cima tiene que defender celosamente su hegemonía”, cuenta la autora.

En contraste con Kidman, que desde sus inicios capitalizó su belleza y la imagen de perfección casi robótica que se desprendía de ella ―y cuyos retoques estéticos han dejado lugar a un rostro inexpresivo que la limita a un solo tipo de papel―, hasta hace relativamente poco, la edad de Streep importaba poco. Como su personaje de Madeline Ashton en La muerte os sienta tan bien, y sin elixir de juventud, ella no envejecía. Pero, dice Joudet, la estrategia sobre la que basó toda su carrera hoy ya no funciona en una industria muy poco imaginativa a la hora de pensar papeles para mujeres mayores. Streep necesita “bajarse del pedestal, dejar de lado el ego y abrazar proyectos más normales, y colectivos”, cree la autora, como puede ser la serie para la que acaba de fichar.

Quizás haya llegado la hora de que emerja la segunda mujer de Streep.

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