La empatía dijo Kate Winslet
Este reconocimiento del otro no es automático, exige un aprendizaje de alguien que lo haya hecho con nosotros antes
Contemplar un instante de empatía profunda en los medios de comunicación o en las redes sociales es un ejercicio tan difícil como perseguir auroras boreales en el Polo Norte. Estamos casi seguros de que existen, pero sabemos que no es fácil encontrarlas. Por eso es tan hermoso cuando, de repente, aparecen. Y eso es exactamente lo que nos ha regalado Kate Winslet: un instante de “empatía absoluta” que se ha convertido en milagro y trending topic.
Sucedió durante la promo de Avatar 2. Winslet estaba en A...
Contemplar un instante de empatía profunda en los medios de comunicación o en las redes sociales es un ejercicio tan difícil como perseguir auroras boreales en el Polo Norte. Estamos casi seguros de que existen, pero sabemos que no es fácil encontrarlas. Por eso es tan hermoso cuando, de repente, aparecen. Y eso es exactamente lo que nos ha regalado Kate Winslet: un instante de “empatía absoluta” que se ha convertido en milagro y trending topic.
Sucedió durante la promo de Avatar 2. Winslet estaba en Alemania cuando se le acercó Martha, una niña reportera con la misión de entrevistarla para un programa infantil de la emisora DZB. “Es mi primera vez”, se escucha a la chiquilla aterrada mientras un móvil graba la respuesta de Winslet en primer plano. “¿Es tu primera entrevista?”, pregunta la actriz. “¿Sabes qué? Cuando hagamos esta entrevista, nos va a salir la mejor de la historia”, continúa mirando tiernamente a su interlocutora. “¿Y sabes por qué? Porque lo hemos decidido así. Tú y yo hemos decidido que va a ser una entrevista fantástica”. Y entonces lo sentimos, una dulzura inesperada en la punta de la lengua. Es la empatía, que se deshace como el algodón de azúcar de una feria.
Empathia, en griego antiguo, vendría a significar algo así como estar en el pathos del otro, es decir, estar en lo que le desborda, en lo inmanejable. Significa reconocer el vértigo de la niña y compartirlo. La empatía vale tanto para la alegría como para el dolor, pero es obligatorio educarla. Me refiero a que este reconocimiento del otro no es automático, al contrario, exige un aprendizaje que casi siempre se produce porque alguien ha hecho lo mismo con nosotros antes. Si no, la empatía se convierte en un sentimiento desconocido e incluso es fácil que aparezca su reverso: la necesidad de hacer daño.
Es verdad que es más fácil la empatía con el débil que con el fuerte. No es extraño que Winslet despliegue la suya con una niña, pues la infancia es uno de los últimos bastiones del sentimiento. Esto es así por dos razones. La primera es que el débil siempre podemos ser nosotros y la segunda, que al fuerte nos sentimos sometidos y no le concedemos nada. Pero ¿quién es tan poderoso que no merezca nuestra empatía? ¿Quién tan adulto? ¿Quién tan amado? Desgraciadamente, la empatía está en vías de extinción en nuestra sociedad. Por eso queremos ver el vídeo de Winslet en bucle y sentir que sus palabras nos acarician. “¿Es tu primera vez en la Agencia Tributaria?”, “¿es la primera vez que te rompen el corazón?”, “¿es tu primer empleo?”, escuchamos decir a Kate Winslet. E inmediatamente nos preguntamos por qué no encontramos ninguna empatía en el trabajo, en la Administración y, si me apuran, ni en el amor… Porque resulta que cuando nos sentimos frágiles —es decir, todo el tiempo— no somos capaces de habitar el desbordamiento ajeno y solo queremos ser mirados y reconocidos. Y así sucede que todo el mundo mendiga la empatía ajena mientras nadie parece capaz de desplegar la propia.
El problema es que este sentimiento no se basa en el interés ni en la utilidad de las relaciones sino en el sacrificio, en la exigencia que la vida de los otros impone a la nuestra. Y, en este sentido, resulta incompatible con la sociedad contemporánea, por eso ya casi nunca la vemos. Salvo algunas veces, como cuando Kate Winslet nos recuerda que las auroras boreales siguen existiendo en el más frío invierno.