España y su pecado original
Los lectores opinan sobre la Transición, el liderazgo de Ayuso en el PP, la campaña del Gobierno para ahorrar energía y los ‘youtubers’ dispuestos a todo para tener más visitas
Cuando España era confesionalmente católica, todos nacíamos con un “pecado original”. Algo habíamos hecho mal (quizás haber nacido) y aceptábamos la deuda, algo así como aceptar cualquier dictamen por parte de las autoridades eclesiásticas que iba a cargo de ese pecado original. Pues bien, si extrapolamos este proceder a los tiempos de la Transición, nos daremos cuenta de que esta también nació con su pecado original. Nadie nos preguntó si queríamos monarquía o república porque en aquellos tiempos nadie nos explicab...
Cuando España era confesionalmente católica, todos nacíamos con un “pecado original”. Algo habíamos hecho mal (quizás haber nacido) y aceptábamos la deuda, algo así como aceptar cualquier dictamen por parte de las autoridades eclesiásticas que iba a cargo de ese pecado original. Pues bien, si extrapolamos este proceder a los tiempos de la Transición, nos daremos cuenta de que esta también nació con su pecado original. Nadie nos preguntó si queríamos monarquía o república porque en aquellos tiempos nadie nos explicaba que había países tan poco sospechosos como Francia o Alemania que eran repúblicas y allí cabían partidos políticos de todo el arco democrático. El razonamiento era el mismo: España se incorporaba a los países democráticos, pero con pecado original. A ver si ahora que somos un país aconfesional (¿lo somos?) conseguimos librarnos de él. Hace poco, una persona nacida en los años cincuenta todavía identificaba la República española con los partidos de izquierdas. Yo, sin pecado original, prefiero república.
José Todolí de Mora. Madrid
El horizonte
Es inquietante observar cómo la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha mutado en un plis plas de aplaudir a los sanitarios a considerarlos peones de la izquierda. Qué capacidad de maniobrar la de esta mujer, animal político donde los haya. Bien deberían salvaguardarse Alberto Núñez Feijóo de su avaricia partidista; los madrileños, de la endeblez con la que gestiona la comunidad, y el presidente Sánchez, de identificar quién es realmente su adversario electoral.
Enrique López de Turiso. Vitoria
Las falsas adicciones
El Gobierno ha lanzado una campaña sobre el ahorro de energía con el lema “derrochólicos”, comparando el exceso de consumo energético con las adicciones. Con elecciones a la vista, es tradición gastar el dinero público en propaganda, pero comparar enfermedades con la elección de ahorrar energía resulta mucho más que desafortunado. Y aún peor es el eslogan —“De malgastar energía también se sale”—, equiparando una decisión de consumo con trastornos como el alcoholismo o la drogodependencia, contra los que se lucha, no se decide. Imaginemos que en lugar de drogodependencias se hubiera escogido otra enfermedad: pues simplemente no me atrevo ni a plantearlo, porque el resultado es sobrecogedor. Pero lo mejor es que la campaña nada tiene de derroche: asciende a más de siete millones de euros. Algo, en mi opinión, derrochólico, ¿no?
David Martí Nonell. L’Espluga de Francolí (Tarragona)
Mejor perder la salud que las visitas
Nikocado Avocado es un famoso youtuber que empezó a crear contenido en redes enfocado en el veganismo y en consejos alimenticios saludables hasta que un día se comió una hamburguesa en directo. Esto le generó tantas visitas que decidió cambiar su contenido radicalmente: ahora consume grandes cantidades de comida basura en directo y pesa 183 kilos. Esto me deja muy claro que en la sociedad actual, hay personas que sí están dispuestas a pagar un alto precio por la fama momentánea, aunque ese precio sean años de vida.
Elena Marín Lucas. Ripollet (Barcelona)
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