Notarás que me muero cuando te falte el aire

Aunque alejados en la distancia, permanecemos unidos por una película en blanco y negro de Orson Welles. Tu pantalla y la mía se encuentran extrañamente conectadas

Un hombre, sentado frente al televisor en el salón de su casa.Frederic Cirou (Getty)

Sé que tú y yo estamos viendo ahora el mismo canal de la tele. Aunque alejados en la distancia, permanecemos unidos por una película en blanco y negro de Orson Welles. Tu pantalla y la mía se encuentran extrañamente conectadas. Si esforzaras la vista, podrías apreciar mi sombra al fondo. Apago la tele e imagino que tú haces lo mismo. Busco Crimen y castigo, la novela de Dostoievski, y tú, seas quien seas y te halles donde te halles, haces lo propio. La abrimos a la vez y por la misma...

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Sé que tú y yo estamos viendo ahora el mismo canal de la tele. Aunque alejados en la distancia, permanecemos unidos por una película en blanco y negro de Orson Welles. Tu pantalla y la mía se encuentran extrañamente conectadas. Si esforzaras la vista, podrías apreciar mi sombra al fondo. Apago la tele e imagino que tú haces lo mismo. Busco Crimen y castigo, la novela de Dostoievski, y tú, seas quien seas y te halles donde te halles, haces lo propio. La abrimos a la vez y por la misma página y leemos las mismas frases. Si acercaras el oído al libro, escucharías mi respiración como yo escucho la tuya. Tú y yo tenemos muchas cosas en común. Tu libro de Dostoievski y el mío son dos terminales de una misteriosa red de comunicaciones.

Ahora tú has empezado a leer en voz alta para mí. Escucho tu voz mientras paso las páginas del libro sin necesidad de leerlo, sólo por ver por dónde vamos. De súbito, la comunicación se interrumpe. Me parece que has cerrado la novela y te has ido a la cama. Me voy yo también por ver si desde allí retomo la conexión y, en efecto, al poco te oigo dar vueltas entre las sábanas. La estructura del mueble cruje cada vez que te mueves. Has puesto la radio y la oigo, oigo tu radio y al poco percibo también que tu aliento se vuelve más pausado: duermes.

Entonces entro desde mi cama en tu cabeza. Yo soy el productor y el director de tu sueño, yo lo financio, yo lo firmo. Luego me duermo también y eres tú quien entra en mi sueño, quien lo produce, quien lo financia, quien lo firma. Mañana cogeremos el metro a la misma hora, yo aquí y tú allí. Al mediodía nos tomaremos una ensalada con atún, yo picaré de la tuya y tú de la mía pues nuestros táperes son el mismo. Si tú no vivieras un poco mi vida y yo la tuya, viviríamos vidas sin gracia, desnatadas. Notarás que me muero cuando te falte el aire.

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