Vuelta a las aulas
La superación de la pandemia permite afrontar el año escolar con el desarrollo de la nueva ley de educación
Más de 8,2 millones de alumnos volverán en los próximos días a los centros de enseñanza no universitaria con el alivio de dejar atrás las restricciones de la pandemia. El refuerzo de las plantillas docentes en estos dos últimos cursos ha permitido que los resultados escola...
Más de 8,2 millones de alumnos volverán en los próximos días a los centros de enseñanza no universitaria con el alivio de dejar atrás las restricciones de la pandemia. El refuerzo de las plantillas docentes en estos dos últimos cursos ha permitido que los resultados escolares no se hayan resentido. Una de las lecciones evidentes que deja la pandemia es que reducir la ratio de alumnos por profesor mejora los resultados. Tanto la comunidad docente como las asociaciones de padres consideran que el esfuerzo de contratación adicional hecho durante la crisis (junto a la persistente caída de la natalidad) brindan una inmejorable oportunidad para bajar las ratios, a pesar de las reticencias de las comunidades autónomas por el esfuerzo económico que eso representaría.
El decreto de condiciones mínimas de los centros educativos es, así, una de las cuestiones cruciales y de mayor calado de la nueva ley. El debate no gira solo en torno a los costes, sino sobre el modo de hacer más equitativo el sistema. La reducción generalizada del número de alumnos por aula tiene un elevado coste y un resultado homogéneo, pero apenas significa nada en entornos socioeconómicos medios y altos. Donde de veras puede ser decisivo es en aquellos centros que acogen un alumnado procedente de familias más pobres y menos autosuficientes desde el punto de vista cultural o formativo. Según diversos estudios, es menos costosa globalmente y ofrece mejores resultados una aplicación selectiva de esa reducción del número de alumnos por clase.
Salvada la pandemia, hoy los equipos directivos podrán centrarse en la renovación pedagógica que impulsa la nueva ley con el fin de ofrecer una enseñanza basada en la acumulación de conocimientos y, a la vez, capaz de potenciar las habilidades para aprender y aplicar los conocimientos adquiridos. También la evolución de algunos indicadores educativos invita al optimismo pese al mantra de un empeoramiento crónico. El abandono escolar empieza a dejar de ser una de las lacras históricas del sistema educativo español cuando está más de 10 puntos por debajo en relación con el curso 2011-2012. La mejora es espectacular, pero todavía estamos 3,6 puntos por encima de la media europea. Que el 28,7% de los alumnos de 15 años hayan repetido al menos una vez, cuando la media de la OCDE es del 11,3%, indica que hay aún un amplio margen de mejora. Con la nueva ley queda en manos del equipo docente decidir la opción preferible sin tener que someter al alumno forzosamente a una repetición que puede ser el peor remedio. También las últimas reformas destinadas a equilibrar la oferta educativa y la demanda profesional están empezando a dar resultados. El efecto inmediato ha sido el fuerte crecimiento de la nueva FP (por encima del 48,6% en el número de alumnos matriculados en ciclos superiores respecto a 2015).
Las amenazas de un inicio de curso tormentoso en algunas autonomías, particularmente en Cataluña, se han disipado gracias a una negociación de última hora. Sigue siendo inquietante, sin embargo, el impacto que pueda tener el aumento del coste de la vida para afrontar los gastos de material escolar en las familias más golpeadas por la inflación. En torno a un 11% del alumnado está en una situación de vulnerabilidad grave y ellos deberían ser los destinatarios de potenciales nuevas ayudas. La rapidez de reacción y la agilidad de las administraciones es clave para impedir que la incertidumbre económica pueda acabar afectando al rendimiento escolar de quienes más lo necesitan.