ESG sin la S de lo social

Del movimiento empresarial basado en lo ambiental, lo social y la gobernanza han nacido importantes ramificaciones como el capitalismo de impacto o el capitalismo consciente

Los pilares de las compañías ESG son el ambiental, el social y la gobernanza.SmileStudioAP (iStockphoto)

The Economist criticó recientemente de manera vehemente el movimiento de impacto ESG (Environmental, Social and Governance) empezando con un argumento simple: debería ser solo E y no para designar la palabra Ambiente (Environmental) sino Emisiones. ¿E y no ESG?

La revista descarta que las compañías deban estar enfocadas en la gobernanza y en lo social; argumenta que las saca de foco, convirtiendo su relato en un hijastro del famoso artículo de Milton Friedman de 1970 que afirma...

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The Economist criticó recientemente de manera vehemente el movimiento de impacto ESG (Environmental, Social and Governance) empezando con un argumento simple: debería ser solo E y no para designar la palabra Ambiente (Environmental) sino Emisiones. ¿E y no ESG?

La revista descarta que las compañías deban estar enfocadas en la gobernanza y en lo social; argumenta que las saca de foco, convirtiendo su relato en un hijastro del famoso artículo de Milton Friedman de 1970 que afirmaba que la única “responsabilidad social” de las compañías era hacer dinero.

La iniciativa de una gobernanza transparente salió del Sarbanes-Oxley Act en el 2002 a raíz del estruendoso fraude y posterior quiebra de Enron y Worldcom. La gobernanza adecuada, dispar e independiente, evita el mayor error que tienden a cometer la autocracias: tomar el camino de decisiones tozudas pero riesgosas, que puedan llevar a una compañía a franquear toda suerte de líneas rojas en lo económico, en lo ético o en lo ambiental.

Solicitar que la S de social sea sacada de la tríada de ESG es la peor sugerencia. El énfasis logrado hasta ahora por la S en compañías que tienen y logran tener impacto en sus comunidades es enorme.

La responsabilidad de la humanidad claro que se debe enfocar en esa E de Emisiones y más rápido que lo que se ha propuesto, para no sobrepasar el limite de 1,5 grados. Esto no se logra sin medianos costos contra su rentabilidad y grandes despliegues de voluntad desde el primer colaborador, el último accionista y una buena gobernanza, claro está.

Pero el bienestar social, la S de ESG de los casi 8.000 millones de habitantes del planeta muestra que, con la E, son dos llaves en una. El paradigma de los Gobiernos desde el “fin de la historia” en 1989 soltó amarras ideológicas, con el impulso del reaganismo y thatcherismo de los años ochenta. Por otro lado, hay que acreditarles que en 25 años la pobreza extrema cayó del 40% a un poco más del 10% de la población mundial. Sin duda, el crecimiento económico ha desempeñado un rol fundamental en ese proceso; en Colombia, por ejemplo, se le puede atribuir la gran caída de la pobreza en dos décadas —antes de la pandemia— en un 75%.

La razón crítica para que se mantenga la S en ESG es que la gran mayoría de las compañías en el mundo no tienen indicadores sociales o ambientales de esta referencia. Las ESG no van a salvar el mundo pero, cuando se establece el impacto de las compañías privadas en E o S, claro que podrían hacer una enorme diferencia.

Del concepto de ESG se han creado importantes ramificaciones, como el capitalismo de impacto, el capitalismo consciente, el B Team o el Sistema B. Estos sistemas son todos gemelos. Todos parten de un alto propósito en las compañías; un propósito superior que va muy lejos, mucho más allá de querer simplemente mostrar alguna simple intención.

El ESG es intrínseco: es llevar el bien en el corazón de los fundadores de una compañía. Es una fe, una creencia interior que acaba siendo una motivación.

Se critica también la falta de medición clara de los ESG y la falta de legislación en los países al respecto. Ello es válido pues es un proceso. Ojalá el sistema legal de empresas BIC, como se legisló en Colombia, se acerque pronto mucho más al Sistema B, tan sólido en Latinoamérica por la fuerza de sus fundadores, como el chileno Petro Tarak, la colombiana María Emilia Correa o el brasileño Guilherme Leal de Natura, la compañía B mas grande del mundo.

Y pronto la triple cuenta —sumando la E y la S a lo financiero—, tan sólidamente argumentada por Ronald Cohen, el gran promotor del sistema ESG, se refleje también legalmente. Así como Jacinda Ardern logró temprano en el 2021 legislación bancaria en Nueva Zelanda para focalizarse en empresas con bajas E, deberían pulular legislaciones igualmente para S, que no sean únicamente a través de las rebajas u obras por impuestos. La mejor legislación para la E y la S son la conciencia y la voluntad.

Finalmente ESG debería ser ESGT, por la T de transparencia, pues en un mundo de realidades paralelas financieras y alta corrupción, quitar esa T sería un grave error.

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