Discutir el verde

La crisis climática requiere una estrategia de soluciones múltiples, a veces pequeñas y domésticas, a veces contradictorias, en lugar de una sola grande y global

Catedral de Santiago de Compostela.Juan R. Fernández / EyeEm (Getty)

Al arquitecto del Consorcio de Santiago, Ángel Panero, se le ocurrió un día que el verdor espontáneo de musgo, malas hierbas y florecillas que crecen entre las juntas del empedrado compostelano podría tener un efecto sobre la piedra similar al que tienen los parques sobre la ciudad. La cámara termográfica del Grupo de Análisis y Conservación de la Biodiversidad de la Universidad de Santiago confirmó que su intuición tenía piernas: el verdor que rascamos con tanto esfuerzo de nuestras calles puede refrescar ...

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Al arquitecto del Consorcio de Santiago, Ángel Panero, se le ocurrió un día que el verdor espontáneo de musgo, malas hierbas y florecillas que crecen entre las juntas del empedrado compostelano podría tener un efecto sobre la piedra similar al que tienen los parques sobre la ciudad. La cámara termográfica del Grupo de Análisis y Conservación de la Biodiversidad de la Universidad de Santiago confirmó que su intuición tenía piernas: el verdor que rascamos con tanto esfuerzo de nuestras calles puede refrescar hasta 25 grados la temperatura de la piedra. Panero lo llamó microverde.

Dice un poema de Paul Éluard que hay otros mundos pero están en este. Y dice Lynn Margulis que la vida es el contrato de cooperación y simbiosis que permite sobrevivir a los que se asocian. “La piedra del centro histórico hierve de calor, pero no en todas partes”, tuiteó el botánico Miguel Serrano, la mano que sujetaba la cámara. “Hay especies colonizadoras de malas hierbas que hacen la ciudad más hospitalaria. Vamos a ayudarlas como aliadas que son”. Pero ¿hay ojos de botánico bajo nuestras gafas de exterminador?

Si los hubiera, empezaríamos por catalogar, porque la interdependencia no es libertinaje. La Universidad está construyendo un censo de las comunidades del microverde para saber qué familias tienden sus hojas al sol y cuáles buscan la sombra; qué verdor prospera bajo la presión de los coches y cuál se abraza al bordillo. Segundo, muy importante, para saber lo que comen y cómo se reproducen. Las malas hierbas, como todos los que sobreviven donde no se los quiere, son persistentes, competitivas y promiscuas; se dispersan con abandono y comen lo que pueden. Mejor tener cuidado. “Imagínate que haya una planta que se encuentre tan bien en las juntas que empiece a comerse la piedra y genere un conflicto biológico”, me explica Panero por teléfono desde Santiago. La tercera fase es acotar una zona del empedrado para someter la hipótesis de adaptación y supervivencia a la vida real. “Yo quiero empezar cuando digan por cuestiones botánicas, pero siempre antes de primavera si es posible”, dice Panero, “y abrir el debate respecto al patrimonio, que será muy curioso”.

El debate del patrimonio será curioso porque Santiago es piedra, y es apóstol y es de la humanidad, pero no será tan diferente al debate no patrimonial. Mucha gente dice: “A ver si se llenará todo de verde”. Otros dicen: “A ver si luego cuando llueve, resbala”. Si en un año descubrimos que el microverde produce mucho CO2 y que, además de refrescar el empedrado, limpia el ambiente, habrá quien quiera discutir el verde. Y tendrá que dar igual. La crisis climática es un problema complejo, lo que significa que requiere una estrategia de soluciones múltiples, a veces pequeñas y domésticas, a veces contradictorias, en lugar de una sola grande, totémica y global. El trabajo es buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, darle espacio y hacerlo durar.

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