Quién googlea ‘Caulophyllum Thalictroides’
Una mujer desesperada se arriesgará a lo que sea para abortar. Da igual lo que diga la ley. Seguirá pasando y seguirán muriendo de forma estúpida si no se remedia
Pennyroyal tea es tendencia en TikTok y no por nostalgia de una canción de Nirvana. Desde hace unas semanas, cientos de vídeos están escalando posiciones y acaparando visualizaciones, ofreciendo instrucciones sobre los miligramos necesarios para preparar infusiones con dosis elevadas de esta especie de poleo y así poder provocar un aborto desde casa. Muy pocos clips recuerdan, vaya por dios el despiste, que su ingesta es tóxica y peligrosísima para quien la consume. Lo sé porque lo cuentan las periodistas EJ Dicks...
Pennyroyal tea es tendencia en TikTok y no por nostalgia de una canción de Nirvana. Desde hace unas semanas, cientos de vídeos están escalando posiciones y acaparando visualizaciones, ofreciendo instrucciones sobre los miligramos necesarios para preparar infusiones con dosis elevadas de esta especie de poleo y así poder provocar un aborto desde casa. Muy pocos clips recuerdan, vaya por dios el despiste, que su ingesta es tóxica y peligrosísima para quien la consume. Lo sé porque lo cuentan las periodistas EJ Dickson en Rolling Stone y Jessica Lucas en la revista Input. Desde que se filtró el borrador del Tribunal Supremo para derogar la ley del aborto en Estados Unidos, las autollamadas “brujas de TikTok” han tomado sus cuentas para, en la mayoría de casos, desinformar sobre las propiedades abortivas de plantas que se pueden adquirir de forma legal. De ahí que se hayan disparado en Google Trends un 40% las búsquedas de “pennyroyal tea” o un 70% las de “blue cohosh” o Caulophyllum Thalictroides, un supuesto abortifaciente de moda en TikTok que contiene metilcitisina, una sustancia que en grandes dosis puede provocar vómitos y dolor abdominal, además de babeo excesivo, arritmias cardíacas, debilidad muscular, convulsiones, coma o muerte. Cada año, en todo el mundo, mueren 47.000 mujeres por abortos inseguros. En 2023 nos tocará sumar los de las estadounidenses. Algunas serán por vídeos chapuceros como estos.
Llevo años leyendo sobre cómo las judías del Lower East Side de Nueva York aconsejaban en el siglo XX escaldarse la vulva en bañeras con agua hirviendo; he visto documentales sobre presentadoras de televisión rumanas, rotas en pantalla, recordando cómo se rajaron el útero con una percha y casi mueren desangradas por la prohibición de Ceaucescu. Así que no me sorprende lo más mínimo encontrarme con una pandilla de veinteañeras que actualizan y adaptan a la semántica del meme consejos casi tan peregrinos como los de Plinio El Viejo, que hace 2000 años recetaba la mordedura de un perro para abortar en casa. Tendrá lógica asistir a este nuevo espectáculo en redes, pero cuánta rabia y resentimiento inunda nuestro cuerpo al verlo.
Sé que el tabú y la superstición suelen ir cogidos de la mano. Que durante siglos se susurraba, en corrillos femeninos y a espaldas de los maridos, que si te arrancabas un diente de cuajo sin anestesia, si te tragabas el huevo de un cuervo o te cruzabas la sangre menstrual con otra mujer, podrías finiquitar ese embarazo no deseado. Una mujer desesperada se arriesgará a lo que sea para poner fin a su agonía. Llevamos siglos sabiéndolo. Da igual lo que diga la ley. Seguirá pasando y seguirán muriendo de forma estúpida si no ponemos remedio. En 2018 lloré al saber que una mujer de 34 años falleció en Argentina por las complicaciones de intentar abortar con perejil. Anoche volví a hacerlo y cerré mis puños viendo el imprescindible The Janes, el documental que acaba de estrenar HBO sobre un grupo de mujeres fantásticas que entre finales de los 60 y principios de los 70 practicaron abortos ilegales en Chicago de forma segura. En 1972, antes de que las arrestasen y se enfrentasen a 110 años de cárcel, de los que se libraron por la llegada de Roe contra Wade, llegaron a practicar 30 abortos al día, tres días a la semana, en acogedores pisos que ellas utilizaban como clínicas clandestinas. Jamás juzgaron los motivos de las niñas y mujeres que pasaron por sus manos. Ninguna murió.
He pensado mucho esta semana en qué hubiese hecho a mis 22, si cuando entre lágrimas en el bar de una amiga con un positivo no deseado entre mis manos no hubiese contado con la seguridad legal y económica a la que sí me pude acoger. Sabría perfectamente que así se morían las mujeres hace siglos, pero no tengo dudas, sería otra más tecleando aterrorizada “Caulophyllum Thalictroides” en mi navegador.