Bienvenido, Mr. Biden

Muchos andaban con la mosca detrás de la oreja y esta semana se ha confirmado: desde los albores de su historia, España tiene un guionista asignado de oficio. Y el de las últimas décadas ha sido Luis G. Berlanga

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, a la derecha, con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en el museo del Prado el pasado miércoles.Andrea Comas (AP)

Muchos andaban con la mosca detrás de la oreja y esta semana se ha confirmado: desde los albores de su historia, España tiene un guionista asignado de oficio. Y el de las últimas décadas ha sido Luis G. Berlanga, cuya muerte se fingió en 2010 para distraer las sospechas. Fue él quien le escribió los discursos a M. Rajoy y quien guionizó el Mundial que nos robaron. De su cabeza salieron el acento tejano de Aznar, los 56 segundos de independencia de Cataluña y el león come gamba de Masterchef. Ahora todo cuad...

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Muchos andaban con la mosca detrás de la oreja y esta semana se ha confirmado: desde los albores de su historia, España tiene un guionista asignado de oficio. Y el de las últimas décadas ha sido Luis G. Berlanga, cuya muerte se fingió en 2010 para distraer las sospechas. Fue él quien le escribió los discursos a M. Rajoy y quien guionizó el Mundial que nos robaron. De su cabeza salieron el acento tejano de Aznar, los 56 segundos de independencia de Cataluña y el león come gamba de Masterchef. Ahora todo cuadra.

Por supuesto, también ha sido el autor de la cumbre de la OTAN en Madrid. De la escaleta, filtrada a la prensa, se ha extraído lo siguiente:

INT. DÍA, PALACIO DE LA MONCLOA: Sánchez, nervioso, se ajusta la corbata. Madrid ha sido elegida para anunciar entre risas la III Guerra Mundial, que Europa recibirá a 100.000 soldados americanos y que los yanquis nos exigen incrementar el gasto militar al 2% de nuestro PIB mientras nos las vemos y nos las deseamos para llenar la cesta de la compra.

EXT. DÍA, JARDINES DEL MINISTERIO: El Ministro Albares se viene arriba en una entrevista y dice que la cumbre de Madrid será recordada como la Conferencia de Yalta del 45. Y tiene razón: las cumbres de aquellos tiempos, como la de El Cairo en el Egipto colonial británico, solían realizarse en regiones periféricas, países ocupados o tercermundistas, donde se esperaba que los indígenas trajesen los cafés a los que mandan. Este es el espíritu de la cumbre de Madrid, donde los capos aparcan sus carrozas en la peatonal Plaza Mayor para luego inflarse a comer ensaladilla Kiev en lugar de rusa frente a Las Meninas. Chúpate esa, Putin.

INT. DÍA, CAMA DEL PRESIDENTE: Pedro Sánchez sueña que le vuelven a liar la misma que en Marruecos, la de colocarle la bandera de España al revés, que es como se señala a los países invadidos. Como casi todas sus pesadillas, se hace realidad.

SECUENCIA ELABORADA: Las izquierdas de Yolanda y Errejón celebran con orgullo que un evento tan importante tenga lugar en Madrid. En sus reuniones debaten proponer que, a las próximas guerras imperialistas, mandemos a los soldados con uniforme arcoíris. La derecha ayusista, por su parte, también se alegra. Se olvidan de las libertades de los autónomos para abrir y de la faena que le hacen a los madrileños las restricciones de circulación. En un corrillo, Sánchez le explica a Biden que el par de comunistas del Gobierno ya no son comunistas. Que están a favor de la OTAN.

INT. DÍA, CAMA DEL PRESIDENTE: Sánchez sueña que llega la aviación yanqui. Y que, en vez de un tractor, nos lanza desde el cielo protección frente a las amenazas geopolíticas. Animado por su revelación onírica, le dice a Biden que habría que proteger Ceuta y Melilla, obviando que si Marruecos las invadiera sería con la ayuda del portaaviones Harry S. Truman y la quinta flota de la US Navy, como decía el exdiputado de Podemos Óscar Guardingo.

INT. DÍA, AEROPUERTO: Los yanquis, cuya comitiva sí que ha parado esta vez, se marchan. Y lo hacen dejando una Europa debilitada, política y económicamente. Alimentar, cuando no montar guerras al otro lado del globo, es una de sus especialidades junto con las hamburguesas y los tiroteos en institutos. Pero son sus costumbres y hay que respetarlas. Son sus normas y hay que acatarlas.

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