Biden, ¿con Bolsonaro?

Derrotado en las encuestas, el ultraderechista brasileño ya no sabe a quién acudir para evitar la victoria de Lula da Silva en las elecciones

Jair Bolsonaro y Joe Biden, el pasado 9 de junio durante la Cumbre de las Américas en Los Ángeles (EEUU).JIM WATSON (AFP)

La noticia de que el presidente de EE UU, Joe Biden, podría ayudar a Jair Bolsonaro a que Lula da Silva no gane las elecciones ha vuelto a enturbiar las ya agitadas aguas políticas de Brasil. La noticia la difundió primero el propio Gobierno brasileño. Bolsonaro, según su entorno, habría convencido a Biden durante su encuentro en la Cumbre de las Américas de que le ayudara a que la izquierda no vuelva al poder. El periodista de la cade...

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La noticia de que el presidente de EE UU, Joe Biden, podría ayudar a Jair Bolsonaro a que Lula da Silva no gane las elecciones ha vuelto a enturbiar las ya agitadas aguas políticas de Brasil. La noticia la difundió primero el propio Gobierno brasileño. Bolsonaro, según su entorno, habría convencido a Biden durante su encuentro en la Cumbre de las Américas de que le ayudara a que la izquierda no vuelva al poder. El periodista de la cadena americana Fox, Tucker Carlson, acaba de confirmarlo en una entrevista con Filipe Martins, asesor internacional del gobierno de Brasil.

Según Martins, el argumento de Bolsonaro es que Brasil “es el último aliado de los Estados Unidos en América del Sur”. Lula, al revés, estaría abierto a China y a países como Venezuela, Cuba y Nicaragua, mientras que Bolsonaro estaría cercano a los intereses de la Casa Blanca.

Todos los sondeos indican que Bolsonaro perderá las elecciones ante Lula. Incluso hay alguna que afirma que la derrota del presidente será en primera vuelta y con una diferencia de 19 puntos. Bolsonaro, que hasta hace poco consideraba a Biden su enemigo, no se cansa de amenazar con un golpe de Estado en caso de perder las elecciones. El ultraderechista afirma que quiere “salvar a Brasil del comunismo”, e indirectamente intenta dar a entender de que tendrá la bendición del presidente de Estados Unidos.

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“Sin mí ya habría acabado Brasil. Sin mí ya estaríamos con el comunismo”, insistió Bolsonaro días atrás en un encuentro de cuño religioso con adeptos suyos en Santa Catarina. “Si la gente teme a un guardia municipal, imagínenme a mí junto con las fuerzas armadas con fusil”, dijo, volviendo a hablar de la posibilidad y hasta de la facilidad que tendría para dar un golpe. Con su clásica ambigüedad, Bolsonaro afirmó: “La democracia sois vosotros. Si fuera preciso, y parece que cada día lo es más, tomaremos cualquier medida necesaria. Yo tengo un ejército que se aproxima a los 200 millones de personas”. La realidad, sin embargo, es que su aprobación, según el último sondeo de Datafolha, se reduce a un mísero 26%.

Según los analistas políticos, Bolsonaro aparece cada día que pasa más acorralado y nervioso. El presidente ve en peligro su reelección, y su miedo no para de crecer tras una noticia que acaba de descubrir la prensa: un presunto escándalo de corrupción en el ministerio de Educación, que ha llevado a su titular, el pastor evangélico Milton Ribeiro y a otros dos obispos evangélicos a recibir una orden de prisión.

El columnista de Folha, Janio Freitas, resume bien los ánimos: “La incógnita es hasta donde llega el apego de Bolsonaro al ideario de la dictadura y la posibilidad de poder imponerla en caso de derrota electoral”. Es unánime la apreciación de que al presidente brasileño se le ve cada día más nervioso y como perdido, hasta el punto que a veces da la impresión que haya decidido desistir de disputar las elecciones para evitar una derrota o que tema que su candidatura pueda ser impugnada judicialmente por todos los crímenes que se le imputan.

Días atrás, en su encuentro matutino con un grupo de seguidores, uno de ellos le hizo ver que parecía agotado, a lo que el presidente respondió que sí. “No era fácil estar recibiendo golpes cada día”, le contestó. Uno de esos golpes, sin duda, es ver que a menos de 100 días de las elecciones, su derrota ante Lula parece ya confirmada. La vuelta del izquierdista ya es aceptada por casi todas las fuerzas políticas.

La posibilidad, sin embargo, de que Bolsonaro pueda decidir no presentarse o tener rechazada judicialmente su candidatura, preocupa al mismo tiempo a Lula, que sueña con derrotarle en las urnas. El lema de su campaña es hacer reconquistar a Brasil su esperanza perdida y librarlo del clima neofascista que lo invade.

Sin Bolsonaro, la hipótesis de que Lula es el salvador del país podría quebrarse. Dada la polarización política que vive el país, con Bolsonaro fuera de la disputa podría surgir un candidato que fuera capaz de unir a todos los que hoy no desearían votar ni a la izquierda ni a la extrema derecha, sino al centro para salir de lo que llaman los “dos populismos”.

La ironía es que justamente todos los candidatos del centro acaban de disolverse y tienen números insignificantes en los sondeos. Su única esperanza sería que Bolsonaro se quedara fuera de la competición. Lula, a quien le sobra sagacidad política, ya ha previsto esa posibilidad y se está organizando para componer una candidatura lo más cercana posible al centro. El expresidente está conversando hasta con los militares para asegurarles que su candidatura será de unión democrática, abierta a todas las fuerzas que se oponen a las tentaciones fascistas y que desean alejar del país la posibilidad, cada vez más barajada por Bolsonaro y sus huestes, de entrar en una nueva y fatal tentación dictatorial.

Lo que sí parece una estratagema hasta cómica es esa posible ayuda de Biden a Bolsonaro para que gane las elecciones contra Lula bajo la amenaza de que Brasil vuelva a caer en manos del comunismo. El gobierno americano conoce muy bien las estrechas relaciones de Bolsonaro y sus hijos con Trump y no olvida que el presidente brasileño fue el último a felicitarle y protocolariamente por su victoria.

De lo que no cabe duda a estas horas es que Bolsonaro ya no sabe a quién acudir para no tener que salir derrotado del poder y aparece por ello cada día más nervioso y provocador, capaz de encender una vela hasta al mismísimo diablo. Y Lula lo sabe. Y empiezan a saberlo también los partidos más conservadores que lo han arropado hasta ahora convencidos de que podrían domesticarlo y que, ante las nuevas amenazas de golpe hechas a la luz del sol, se encuentran entre la espada y la pared sin saber si seguir apoyándole o abandonarlo a su propia suerte.

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