Economía de guerra

La UE necesita financiar la resistencia contra Putin con un plan hermano de los fondos Next Generation

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a su llegada al evento "Levántate por Ucrania" para recaudar fondos para ayudar al país, este sábado en Varsovia.KACPER PEMPEL (REUTERS)

La carnicería en la estación de tren de Kramatorsk, con más de 50 muertos, ha vuelto a conmocionar al mundo. Ni huir los deja Vladímir Putin: los asesina por ser ucranios mientras esperan un tren que los lleve lejos. El salvaje ataque se ha producido el mismo día en el que ...

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La carnicería en la estación de tren de Kramatorsk, con más de 50 muertos, ha vuelto a conmocionar al mundo. Ni huir los deja Vladímir Putin: los asesina por ser ucranios mientras esperan un tren que los lleve lejos. El salvaje ataque se ha producido el mismo día en el que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el alto representante de la UE, Josep Borrell, contemplaban consternados los cadáveres descubiertos en Bucha tras la retirada de las tropas rusas. Su presencia en Kiev es símbolo de la derrota de Putin, pero también de la amenaza de castigo que se cierne sobre Ucrania y en el fondo sobre la misma Europa.

Porque estamos en guerra, y es mejor decirlo sin eufemismos. La UE respalda al país agredido por todas las vías a su alcance: sanciones, armas, diplomacia y auxilio a los refugiados. Sin ese abanico de actuaciones, Ucrania no habría resistido militarmente la agresión ni hubiese frustrado los planes rusos de una conquista rápida. Pero es preciso hacer más. La UE ha programado ya una actuación contra el carbón ruso que será efectiva en los próximos meses. En la lista de medidas, el paso siguiente es el corte radical de aprovisionamiento energético del gas y el petróleo y completar así el embargo comercial, financiero y empresarial a Rusia. Todo aplazamiento prolonga la paradoja dramática de que los europeos estamos financiando las masacres que perpetra Putin en Ucrania. Suministramos 1.000 millones (oficiales) de euros en armas, más la ampliación de 500 millones anunciada el viernes por Josep Borrell, pero hemos pagado ya 35.000 millones de euros a Rusia en carburantes desde el 24 de febrero.

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La UE debe modular el principio de ahorrar penalidades a los ciudadanos de países que imponen las sanciones. Una guerra no se libra por fascículos sino mediante compromisos muy costosos. Como bien dejó dicho el primer ministro italiano, Mario Draghi, habrá que escoger entre la paz y el aire acondicionado. Pero modular no significa abandonar a su suerte a alemanes, finlandeses, húngaros y los demás afectados por su alta dependencia del gas y el petróleo rusos. No se puede repetir, pero a la inversa, el error del austericidio de la gran crisis. Modular significa reaccionar colectivamente y con ambición consecuente ante un momento crucial de la historia de Europa, sin callar los efectos asimétricos de esta crisis, compartiendo los esfuerzos y mancomunando costes.

La conciencia moral europea ha interiorizado la excepcionalidad del drama que vive y es ahora la Comisión Europea quien debe estar a la altura de sí misma ante el reto financiero de cargar al presupuesto común sus propuestas en suministro de armas, en el capítulo de sanciones al invasor y en las disposiciones que han abierto las fronteras de la UE a los refugiados. Lo que hoy se echa en falta es un planteamiento similar al que patrocinó la UE cuando se abatió sobre Europa la recesión pandémica: un gran plan económico, financiado mediante eurobonos y a muy largo plazo. Habría de ser el hermano mayor de los Next Generation o unos Next Generation bis. Y supone asumir la política fiscal que conlleva un esfuerzo público de ese calibre. Las necesidades de la economía de guerra —armas, energía, atención a refugiados, cuestión social— se acumulan sobre las que generó la pandemia, en torno a unos 175.000 millones anuales, y por varios años, según las primeras estimaciones. Los presupuestos y endeudamientos nacionales de cada Estado europeo no pueden afrontarlos en ningún caso pero una economía de guerra debe poder hacerlo.

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