Cuatro formas de ganar la guerra perdiéndola

En ruso, todos los verbos se duplican para albergar dos opciones: una para la acción terminada y otra para esa acción cuando está en curso. Así podríamos decir que Rusia gana. Y que no gana

Hitler pasaba revista a las Juventudes nazis.

Si la guerra fuera una final de fútbol habría un vencedor claro, aunque fuera a penaltis, pero no lo es. Que Putin gane esta guerra no significa que no la pierda. Y comprendo que esta afirmación es difícil de asumir para un mundo acostumbrado al 1-0, a las dicotomías, a lo binario, a esos dilemas del todo o nada en los que puede ser más cómodo situarse, aunque estén lejos de la realidad.

Muchos han ganado guerras mientras las perdían ...

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Si la guerra fuera una final de fútbol habría un vencedor claro, aunque fuera a penaltis, pero no lo es. Que Putin gane esta guerra no significa que no la pierda. Y comprendo que esta afirmación es difícil de asumir para un mundo acostumbrado al 1-0, a las dicotomías, a lo binario, a esos dilemas del todo o nada en los que puede ser más cómodo situarse, aunque estén lejos de la realidad.

Muchos han ganado guerras mientras las perdían a la vez. Que Hitler consiguiera invadir media Europa, deponer gobiernos, instalar los suyos propios, secuestrar poblaciones y saquear los medios de producción de los países invadidos fue parejo a la movilización creciente de los aliados hasta doblegarle. Eso duró seis años y las grandes victorias nazis en batallas apocalípticas sembraron tanta destrucción como conciencia de resistencia del mundo democrático y soviético hasta rendir al invasor.

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Que Estados Unidos consiguiera invadir Irak y venciera a Sadam Husein, al que desalojó del poder y sometió a una persecución que terminó con su ahorcamiento público fue parejo al nacimiento de una resistencia armada que sembró de atentados ese país que aún no ha salido del hoyo. Porque ¿qué es ganar? Ganar fue derrocar a Sadam, pero perder fue asumir abandonar el país sin haber erradicado al supuesto enemigo terrorista al que perseguía Estados Unidos y que solo acabó atraído al territorio de guerra. Y engordado. Miremos si no, el Estado Islámico, una perversión sanguinaria y medieval que se generó en el fragor de la batalla y que ha sido mucho peor que el régimen de Sadam.

Que Estados Unidos y sus aliados ocuparan Afganistán, derrocaran a los talibanes y mataran a Bin Laden no fue ganar, aunque lo pareciera, porque acabaron retirándose en absoluta humillación para contemplar el regreso de los barbudos y el fin del espejismo democrático. El mismo error cometieron los soviéticos en los ochenta, cuando ocuparon el país para acabar saliendo ocho años después, cuando el régimen comunista perdió su poder.

¿Quién ganará esta guerra? ¿Quién ganará en Ucrania?, nos preguntamos. En cuestión de corazones, Zelenski ha ganado aunque muera y Putin ha perdido aunque venza, pero eso no nos va a consolar. Porque en materia bélica, en cuestión de territorios y potencias, Rusia ya ha impuesto su bota a las puertas de la OTAN.

En ruso, todos los verbos se duplican para albergar dos opciones: una para definir una acción terminada y la otra para esa misma acción cuando está en curso, sin culminar. Hoy echamos de menos esa carencia en español, porque podríamos decir que Rusia gana. Y que no gana.

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