John Elliott: España no es diferente

El hispanista combatía la visión determinista de la historia y le preocupaba la manipulación del pasado que realizaba el nacionalismo

John H. Elliott, en octubre de 2019.Alvaro Garcia

“He pasado la vida intentando desmitificar y eliminar la idea del excepcionalismo español”, decía John H. Elliott, que ha muerto en Oxford a punto de cumplir los 92 años. Elliott fue un historiador decisivo, que iluminó muchos aspectos del mundo hispano: la tensión entre unidad y diversidad, la relación entre España y América, la decadencia y los intentos de reforma. Participó en los debates de su disciplina, deshizo tópicos, situó la España del XVII en u...

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“He pasado la vida intentando desmitificar y eliminar la idea del excepcionalismo español”, decía John H. Elliott, que ha muerto en Oxford a punto de cumplir los 92 años. Elliott fue un historiador decisivo, que iluminó muchos aspectos del mundo hispano: la tensión entre unidad y diversidad, la relación entre España y América, la decadencia y los intentos de reforma. Participó en los debates de su disciplina, deshizo tópicos, situó la España del XVII en un contexto global. Escribió obras de referencia como La España imperial, La rebelión de los catalanes o su modélica biografía del conde duque de Olivares. Ampliaba su disciplina: trazó monumentales historias comparadas de los imperios inglés y español, de Escocia y Cataluña. Ese impulso formaba parte “de la idea de destruir el provincianismo que todos tenemos con respecto a nuestras propias historias”. Descubrir el Museo del Prado fue uno de los acontecimientos de su vida: creía que el arte ayudaba a entender una sociedad. La España que visitó por primera vez en 1950 “era un país muy diferente: miserable, con muchísima pobreza”. Recordaba a los niños mendigos y decía que le había impresionado “la dignidad de los españoles en un momento en el que el ambiente político era sofocante”. Pensaba que quizá no fuese casual que un inglés de la época posimperial decidiera estudiar la España poshegemónica. Admiraba la Transición y la apertura del país en la democracia. Fue un maestro de historiadores: de Geoffrey Parker, de Richard Kagan, de Cayetana Álvarez de Toledo. Era riguroso, claro, mesurado, con un afán de ecuanimidad y exactitud, y un temperamento liberal. Combatía la visión determinista de la historia y le preocupaba la manipulación del pasado que realizaba el nacionalismo. Parte de la tarea del historiador era desmontar los mitos; otra parte, saber cómo se construían. “Los historiadores tenemos que mostrar la complejidad de cualquier momento histórico importante: probar que había varias opciones abiertas, que hay que entender por qué se escogió una y no otra, comprender el papel de los individuos, de la cultura política del momento”, me dijo en una entrevista. “No vas a saber nunca la verdad total sobre ningún tema, pero si puedes hacer una reconstrucción plausible en cuanto a su aproximación a la verdad, y aceptable para tu propia generación, que tendrá intereses distintos de otras generaciones, estás consiguiendo algo.” @gascondaniel

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