El valor de hacer oposición

Pablo Casado no da pruebas de disponer de un proyecto coherente que pueda resultar reconocible y políticamente fiable para sus votantes

Pablo Casado en una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados el 28 de diciembre.Eduardo Parra - Europa Press (Europa Press)

La tarea de hacer oposición es tan relevante para el buen funcionamiento de un sistema político como la propia acción de gobierno. Se trata de una verdad difícil de cuestionar en un modelo democrático apoyado precisamente en la lógica de que son los ciudadanos quienes eligen cada cuatro años entre una pluralidad de opciones igualmente legítimas. Pues bien, la visualización de un gobierno alternativo toma forma precisamente en los años de ejercicio de oposición. De ahí que resulte tan interesante observar qué se dice y qué se propone para mejorar la vida de las personas; qué se acuerda y en qué...

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La tarea de hacer oposición es tan relevante para el buen funcionamiento de un sistema político como la propia acción de gobierno. Se trata de una verdad difícil de cuestionar en un modelo democrático apoyado precisamente en la lógica de que son los ciudadanos quienes eligen cada cuatro años entre una pluralidad de opciones igualmente legítimas. Pues bien, la visualización de un gobierno alternativo toma forma precisamente en los años de ejercicio de oposición. De ahí que resulte tan interesante observar qué se dice y qué se propone para mejorar la vida de las personas; qué se acuerda y en qué se discrepa con el Gobierno; quién forma parte del equipo que te acompaña o cómo se lidera la organización política a la que se pertenece… Todo ello ofrece evidencias suficientes que permiten anticipar con cierta solvencia las auténticas capacidades de quien dice querer presidir el país; más aún, si no se ha tenido la oportunidad de demostrarlo con experiencia previa en asuntos de gobierno.

Desde esta aproximación, resulta difícil imaginarse al actual líder del Partido Popular como un presidente mínimamente solvente. De hecho, su desempeño al frente del principal partido de la oposición saca a la luz algunas carencias que solo sirven para incrementar las dudas de propios y ajenos. Tampoco le ayuda esa manera grotesca que adopta al ejercer como diputado en Cortes. Más allá de lo expuesto, hay dos aspectos recientes que resultan particularmente preocupantes y que ilustran la afirmación vertida. El primero tiene que ver con una pertinaz obsesión encaminada a desacreditar, dentro y fuera de España, la acción del Gobierno de coalición con iniciativas extravagantes, cuando no simplemente ridículas. El segundo aspecto conecta con esa necia negativa a considerar cualquier espacio de acuerdo posible con el Gobierno. No importa si se trata de la pandemia, de las condiciones para impulsar la transformación de país o de aquellos aspectos del mercado laboral en los que ya se han puesto de acuerdo todos los agentes sociales.

Pablo Casado no da pruebas de disponer de un proyecto coherente que pueda resultar reconocible y políticamente fiable para sus votantes, además de atractivo para aquellos otros electores que podrían ver en la oposición una alternativa. La debilidad política de la que da prueba Pablo Casado, también dentro de su partido, se traduce en una cascada de medidas cada vez más desconcertantes. Con todo, la precariedad del liderazgo de Pablo Casado ni siquiera está en el hecho de que pierda sistemáticamente elecciones, esto es algo más bien circunstancial. El auténtico problema es de raíz y se percibe en el escaso valor que hasta la fecha ha sido capaz de aportar como líder de la oposición. Su poca talla política hace expresa una ausencia de capacidades para la gestión del país verdaderamente inquietante. Ahora la cuestión es determinar cuántos en su partido ya lo saben.

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