Compasión

En estas fechas me pregunto cómo es que la humanidad no se ha volcado sobre los más necesitados

Un hombre vestido de Santa Claus entrega regalos a un grupo de niños en Ciudad Juárez, México, este 24 de diciembre.JOSE LUIS GONZALEZ (REUTERS)

Pienso en la navidad y su mundo de regalos que llegan y van entre casas y familias y amigos y me imagino un mundo donde en estas fechas solo nos concentráramos en la compasión. Pasado un año de ver migrantes morir en las travesías, protestas por el dolor de la desigualdad, tantos muertos, incontables, por una pandemia sin resolución que viaja ahora contagiando sin diferencias, me pregunto cómo la humanidad no se ha volcado sobre los más necesitados.

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Pienso en la navidad y su mundo de regalos que llegan y van entre casas y familias y amigos y me imagino un mundo donde en estas fechas solo nos concentráramos en la compasión. Pasado un año de ver migrantes morir en las travesías, protestas por el dolor de la desigualdad, tantos muertos, incontables, por una pandemia sin resolución que viaja ahora contagiando sin diferencias, me pregunto cómo la humanidad no se ha volcado sobre los más necesitados.

Los titulares de los medios de comunicación se repiten como edictos de juzgados alrededor del mundo donde aparecen los crímenes más dolorosos como son los abusos de menores violados por los mayores. Capturas de delincuentes de todos los pelambres que se reproducen por nuestra incapacidad para llenar los espacios de una institucionalidad eficaz, estados de emergencia por tráfico y consumo de fentanilo en Estados Unidos, masacres escolares, asesinatos entre líderes de los carteles del narcotráfico en México, brutalidad y persecución de pastores cristianos en la India, líderes sociales asesinados y poblaciones desplazadas en Colombia.

Cuando veo a un continente como el americano teñirse de rojo me surgen muchas reflexiones. Los triunfos en Chile de Gabriel Boric o como fue el caso meses antes de Pedro Castillo en Perú están soportados en un voto protesta de ciudadanos que ni siquiera miden las consecuencias de esos sistemas que terminan por profundizar las brechas sociales como en Venezuela. Me pregunto si en Colombia la indiferencia no terminará privilegiando las mismas opciones en las próximas elecciones presidenciales de mayo de 2022. U otras a la extrema contraria como fue el caso de Donald Trump Estados Unidos. Lo que hay en el fondo es el agotamiento. Las decisiones ciudadanas responden a las mismas realidades alrededor del mundo.

Necesitamos una verdadera ceremonia espiritual que limpie al mundo de tanta ambición, que regule a tiempo la creación de universos paralelos como los de Facebook, que podamos habitar un planeta real no un metaverso, donde el cuidado sea el norte de nuestro comportamiento. Pero no la habrá, no hasta tanto quienes más tienen vean amenazado lo que tienen.

De la pandemia aprendimos a refugiarnos e incluso a profundizar las distancias, no solo las de la bioseguridad, siempre el contagiado era el otro: el pobre, el desempleado y especialmente el que no comparte las mismas ideas. Pero ahora somos todos. Y así debería ser siempre, a todos nos debería y nos pasa lo mismo. La diferencia es el acceso de unos y otros para atender sus necesidades y encontrar soluciones.

La reactivación económica es la noticia para cientos de economías en el mundo. Pero no lo será realmente si la distribución no cambia. Los grandes debates del 2022 presiento que serán los que obliguen a los gobiernos a aprobar la renta básica universal, a lograr las reformas laborales, de pensiones, en la educación y la salud dentro de un escenario de gobernanza global.

Ha sido un año revelador en lo que tiene que ver con mirar al otro, a ese otro que pide limosna en la salida de la casa, ha sido un año en que las letras reemplazaron los discursos políticos para reconciliarnos con la manera en que los seres humanos hemos ido escribiendo la historia. Desde la literatura, así nos lo hizo sentir en cada página de su libro Irene Vallejo; desde la ciencia, tantos que dedicaron sus días y minutos a investigar un virus y crear una vacuna que aunque parece insuficiente, nos permitió momentos de respiro, desde quienes miran al universo de otras maneras, al cosmos grande para buscar la vida cuando la que conocemos está en riesgo.

Pero sobre todo ha sido un año de un grito rabioso en las calles por la compasión. Y la respuesta sigue siendo insuficiente, de medidas coyunturales para calmar la que protesta, de leyes para amparar el exceso de la fuerza, de salidas autoritarias y de populistas recogiendo de los desaciertos de quienes las imponen.

Estos pocos días de las celebraciones religiosas, y para quienes un año termina el 31 de diciembre para iniciar otro nuevo, podrían convertirse en época de reflexión, de reenviar cada video que nos hable de la realidad por fuera de nuestras fronteras físicas e imaginarias y nos haga preguntarnos y responder: qué podemos cada uno de nosotros hacer por ellos.

Por ahora entonar una canción que me recuerda por su título que “Yo no soy diferente”. Y usted político, tampoco lo es. Y por eso si no se comporta con honestidad, las calles se seguirán llenando de protesta y la anarquía será lo siguiente. Ya lo vimos y lo seguiremos viendo. Que no se sientan tranquilos los Boric y los Castillo. A ellos se las cobrarán aún con más rudeza, porque cuando alguien cree y da su voto de confianza, no hay un después. Hay reacción a la traición amenazando el mejor sistema que conocemos hasta hoy: la democracia.

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