¿Qué podemos hacer por Alemania?

España puede hacer más que corresponder: acompañar al liderazgo alemán; completar sus apoyos en el cuadro de mando de la UE; y complementar mejor las políticas cruzadas

Varios carteles de propaganda electoral en Alemania.FILIP SINGER (EFE)

La grandeza moral es esto: no te preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país, como proclamaba el entrañable imperativo acuñado por el presidente John Kennedy. Actualicémoslo: españoles, ¿qué podemos hacer por Alemania?

A lo mejor, nuestra respuesta ayudará a que los alemanes, atribulados por la pérdida de una canciller excepcional y a la espera de encontrar un esquema gubernamental efectivo, mejoren su diseño de gobernanza federal...

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La grandeza moral es esto: no te preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país, como proclamaba el entrañable imperativo acuñado por el presidente John Kennedy. Actualicémoslo: españoles, ¿qué podemos hacer por Alemania?

A lo mejor, nuestra respuesta ayudará a que los alemanes, atribulados por la pérdida de una canciller excepcional y a la espera de encontrar un esquema gubernamental efectivo, mejoren su diseño de gobernanza federal, la gestión de los asuntos europeos, y por tanto, la buena andanza de los sureños.

Pensemos en grande. Que no nos ofusque la (necesaria, y pesarosa) memoria de un período singular, triste y aún cruel, el de la austeridad presupuestaria impuesta por el ordoliberalismo alemán al continente, tras la Gran Recesión. Y que tanto desempleo y desigualdad costó, sobre todo al flanco mediterráneo.

Hay otras muchas razones sobre las que levantar, o restaurar, la confianza con la ciudadanía alemana. La más obvia consiste en la necesidad de corresponder a todo lo mucho que ha hecho en el último medio siglo en favor de los españoles.

Mucho. Justo antes de la integración en la Europa comunitaria, fue la valedora de la candidatura española, como cristalizó en la cumbre de Stuttgart de 1983, aunque el oropel se lo llevasen los franceses en Fontainebleau (1985). En Edimburgo (1992), fue Helmut Kohl quien encendió la luz verde para dotar el fondo de cohesión que reclamaba Felipe González, y que un patriota llamado Josemari Aznar boicoteaba por pedigüeño.

En 1995, la cumbre de Cannes alumbró contra pronóstico el paralelismo de la dotación de subvenciones al Este (tras la declaración de acogida a la Europa pos-soviética) y al Mediterráneo africano, gracias al empeño español y la complicidad alemana. En 1998 Bonn apoyó la (discutida) candidatura española al euro. En 2012, el plan de rescate suave y un fondo de garantía juvenil para el empleo (luego desaprovechado por España). En 2020, con afeites, la propuesta española de un ingente plan Marshall, traducido a programa Next Generation, financiado con los eurobonos a los que Angela Merkel siempre fue reticente.

España puede hacer más que corresponder: acompañar al liderazgo alemán; completar sus apoyos en el cuadro de mando de la UE; y complementar mejor las políticas cruzadas, hacia el Báltico o el Mediterráneo; hacia Rusia o América Latina. Y antes que nada, entender sus cuitas, sus ansiedades, sus sueños.

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