Apuntes sobre una noticia falsa

Una denuncia inventada no anula un problema real. La instrumentalización de un problema tampoco anula su relevancia

Cientos de personas se congregan este miércoles en la madrileña Puerta del Sol para pedir fin a la violencia homófoba.Kiko Huesca (EFE)

Una denuncia falsa no anula un problema real. Esta semana pasamos de la conmoción por un ataque homófobo en Madrid al asombro cuando se supo que las lesiones eran consentidas y el ataque una invención.

La instrumentalización de un problema tampoc...

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Una denuncia falsa no anula un problema real. Esta semana pasamos de la conmoción por un ataque homófobo en Madrid al asombro cuando se supo que las lesiones eran consentidas y el ataque una invención.

La instrumentalización de un problema tampoco anula su relevancia. Que los políticos impulsen su agenda y los medios caigan en el sensacionalismo no significa que no debamos preocuparnos por el incremento de agresiones a las minorías.

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Todo se convierte en política cutre: rápida, oportunista, frívola. Hemos perdido el decoro: se emiten declaraciones sin que se conozcan los hechos, hablamos de empatía y solo pensamos en la ganancia inmediata, disertamos de ética ―ya se sabe: “Lo que les falta a los otros”, que decía Savater― y empleamos las tragedias como combustible para el entretenimiento sectario. Al instante se busca el aprovechamiento: perjudicar a un rival y movilizar a los propios. El ataque se debía al discurso intolerante de Vox, y por tanto al PP, para algunos. Otros, como Vox, mostraron su xenofobia acusando a los inmigrantes. La prudencia se vuelve sospechosa, la velocidad es más importante que la institución o el procedimiento. El flujo de actualidad y comentario y el alineamiento partidista hacen que nadie asuma responsabilidad por los errores.

El sectarismo pervierte el debate público: no se analizan los hechos o los datos, no se evalúan las políticas, tendemos a observarlo desde un punto de vista posicional. En todo lo que dice el contrario se adivina una intencionalidad, un sesgo, una falsa equivalencia; en cada discusión intuimos una trampa.

Creemos más fácilmente lo que encaja con nuestras ideas y confirma nuestro punto de vista. Quizá por eso deberíamos desconfiar más cuando algo reafirma nuestras creencias. Es un ejercicio trabajoso, pero quienes nos dedicamos al negocio de la verdad deberíamos practicarlo: las profesiones a menudo exigen ir contra el instinto natural, y el debate productivo no se puede basar en percepciones subjetivas.

Los periodistas no podemos decir que da igual que algo no haya sucedido. Entre otras cosas, porque la realidad y las personas no son novelas ni símbolos, y porque debilitamos el valor central ―ya frágil―de nuestra tarea: la credibilidad. Se gana cada día, respetando los procedimientos y reconociendo los errores que todos cometemos. Precisamente porque la causa es importante hay que ser escrupuloso. @gascondaniel

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