Son así

Lo que más odian (y temen) los totalitarios es que la gente actúe libremente y decida por sí misma sin tutela

La policía traslada a un detenido en La Habana.YAMIL LAGE (AFP)

Me alegra la negativa del Gobierno a otorgar en público que Cuba sea una dictadura. Aclara las cosas. Los totalitarios sufren una verdadera tortura cada vez que se ven obligados a definir algo que no sea facha. Ellos mismos evitan llamarse “comunistas”, prefieren “antisistema” o “anticapitalistas”. Les avergüenza seguir amparando los regímenes comunistas, sus miserias, sus hambrunas, sus genocidios y, sobre todo, su dicta...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
Más información

Me alegra la negativa del Gobierno a otorgar en público que Cuba sea una dictadura. Aclara las cosas. Los totalitarios sufren una verdadera tortura cada vez que se ven obligados a definir algo que no sea facha. Ellos mismos evitan llamarse “comunistas”, prefieren “antisistema” o “anticapitalistas”. Les avergüenza seguir amparando los regímenes comunistas, sus miserias, sus hambrunas, sus genocidios y, sobre todo, su dictadura brutal en beneficio de una casta (esta sí): el Partido.

De hecho, tampoco hablan del Partido, sino del Estado. Dicen que ese ente se sitúa por encima de las libertades individuales. Y lo dicen tanto si son los húngaros de Orbán como los cubanos de Castro. Y aún más singular, lo dicen también los separatistas vascos y catalanes, aunque no le llaman “Estado” (porque sólo poseen una pizca) sino Nación. En todos ellos hay un elemento común: no son demócratas. O, mejor dicho, lo serán, como el Vaticano, mientras no puedan imponer su Inquisición. Aceptan a redropelo las libertades democráticas, pero atentos a destruirlas para crear el Estado (comunista), la Nación (xenófoba), el Partido (fascista y comunista).

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Es evidente que ellos creen que seguirían mandando en el Partido, la Nación o el Estado. Ellos, con su obsesión por dominar al prójimo, serían quienes ordenarían a la gente cómo debe comportarse, qué debe creer, cómo ha de vestir, qué lengua ha de hablar y cuáles han de ser sus costumbres sexuales (herencia del poder episcopal). Lo que más odian (y temen) los totalitarios es que la gente actúe libremente y decida por sí misma sin tutela. En la próxima rueda de prensa podrían preguntarles si creen que Castro (o Stalin o Maduro) son o no dictadores. Los verán retorcerse como lombrices en la sartén.


Sobre la firma

Más información

Archivado En