La penúltima jugada

Pedro Sánchez tendrá que conseguir que la ciudadanía vea avances en la reconstrucción del país de los que la oposición no pueda desentenderse

Foto de familia de todos los ministros en la escalinata del Palacio de la Moncloa el pasado martes.Eduardo Parra - Europa Press (Europa Press)

De la notable capacidad de Pedro Sánchez para convertir coyunturas más o menos adversas en oportunidades hay pruebas más que sobradas desde que irrumpió en la escena política española. Y ciertamente el cambio de Gobierno, precedido por el indulto a los presos catalanes, es la última de sus exhibiciones tácticas. La renovación se centra en los ministros socialistas y deja intocada la representación de Pod...

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De la notable capacidad de Pedro Sánchez para convertir coyunturas más o menos adversas en oportunidades hay pruebas más que sobradas desde que irrumpió en la escena política española. Y ciertamente el cambio de Gobierno, precedido por el indulto a los presos catalanes, es la última de sus exhibiciones tácticas. La renovación se centra en los ministros socialistas y deja intocada la representación de Podemos, lo que no deja de ser un modo de minimizarla.

Los ministros socialistas que han salido del Gobierno son los que aparentemente formaban el núcleo duro del Gobierno, con la excepción de Marlaska que parece salvarse por falta de alternativas. Sánchez pasa página, se olvida, por fin, de las soluciones imaginativas de su gurú de cabecera y, con el partido controlado, parece decidido a dar protagonismo a la política. Con un doble objetivo: pasar a la ofensiva para arrinconar a un PP cada vez más enrocado en la radicalización conservadora —patria y tradición—. E intentar capitalizar la recuperación económica. Un plan que llega después de unas semanas en que Sánchez ha ido relegando la pandemia a las anotaciones marginales de su agenda, a pesar de que esta ha vuelto a avivarse introduciendo una incertidumbre que amenaza el alivio psicológico que aportó la vacunación. En realidad el presidente capitaliza un hecho relevante: con el fin del estado de alarma, la gestión cotidiana de la pandemia está ya prácticamente en manos de las comunidades autónomas. Y Sánchez se ha visto liberado para centrar su estrategia en este día después al que nos acercamos a trompicones.

De modo que el presidente está ante su prueba de la verdad en la que ya no bastará la brillantez táctica, sino que se exigirán resultados. Le quedan poco más de dos años para preparar el examen. El tema del ejercicio es la reconstrucción del país sabiendo que no podrá contar con la más mínima ayuda de la derecha, lo que puede llegar a ser un arma a su favor. El cambio de Gobierno es su penúltima jugada cuya suerte dependerá de la capacidad de traducir políticamente el relanzamiento económico y social postcovid, como base para generar un clima favorable a la distensión.

Dice la nueva ministra portavoz Isabel Rodríguez que hay que “hablar de Cataluña en otros términos”. Y pone énfasis en “avanzar en la convivencia”. Pero para resolver un conflicto político hay que reconocerlo como tal y no camuflarlo como un problema de convivencia que, si lo hay, es un efecto, no una causa. Hacer política significa construir vías políticas transitables, no se puede vivir eternamente de los golpes de efecto porque se acaba perdiendo credibilidad. Del mismo modo que, para forzar al PP a abandonar el bloqueo institucional, Sánchez tendrá que conseguir que la ciudadanía vea avances en la reconstrucción del país de los que la oposición no pueda desentenderse. En democracia, uno manda pero juegan todos.

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