El futuro ya está aquí

La pandemia ha sido muchas cosas, pero también un ejemplo de solidaridad intergeneracional

Dos estudiantes de Erasmus este martes tras vacunarse contra la covid-19 en el Estadio Nueva Condomina de Murcia.Marcial Guillén (EFE)

Hay una guerra entre los que dicen que hay una guerra y los que dicen que no la hay, decía Leonard Cohen, que unos años más tarde advertía: He visto el futuro y es un crimen. Hablamos del pasado no para conocerlo mejor, sino para señalar una falla existencial en nuestros adversarios y transferimos la solución de los problemas del presente a las generaciones posteriores. Ocurre con la crisis y la deuda, y también con las pensiones: a nadie le gusta afrontar los hechos desagradables y resulta má...

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Hay una guerra entre los que dicen que hay una guerra y los que dicen que no la hay, decía Leonard Cohen, que unos años más tarde advertía: He visto el futuro y es un crimen. Hablamos del pasado no para conocerlo mejor, sino para señalar una falla existencial en nuestros adversarios y transferimos la solución de los problemas del presente a las generaciones posteriores. Ocurre con la crisis y la deuda, y también con las pensiones: a nadie le gusta afrontar los hechos desagradables y resulta más sencillo posponer la respuesta y disimular.

La pandemia ha tenido algo de intensificador y acelerador: ha potenciado algunas de esas tensiones, ha hecho que las que había se volvieran más visibles. Según el Informe Juventud en España 2020, ha profundizado los problemas laborales e incrementado la desigualdad educativa, en uno de los países europeos donde la gente se emancipa más tarde. El envejecimiento de la población y el menor peso relativo de los jóvenes ayudan a que sus preocupaciones sean menos escuchadas. Diez años después del 15-M, los jóvenes están peor en términos de precariedad laboral, acceso a la vivienda o riesgo de pobreza.

La pandemia ha sido muchas cosas, pero también un ejemplo de solidaridad intergeneracional. Los jóvenes, que corrían menos riesgo, aceptaron grandes restricciones en parte para proteger a sus seres queridos. Los más jóvenes, los niños, soportaron las condiciones más duras del confinamiento: el bárbaro encierro de seis semanas (una de las cosas peor gestionadas en nuestro país fue eso; una de las mejores ha sido el curso escolar). Es cierto que tienen cosas irritantes: la principal es que son más jóvenes que nosotros. Pero parece injusto el martilleo moralizante que pretende culpabilizarlos por el aumento de la transmisión, con el reflejo autoritario e histérico que la crisis ha despertado en muchas personas y Administraciones.

Esas tensiones anticipan una mayor: el cambio climático y las condiciones de vida de generaciones venideras. La responsabilidad de los mayores y el resentimiento de los jóvenes son centrales en El Muro (Anagrama), la novela de John Lanchester, y en Un planeta diferente, un mundo nuevo (Deusto), el inteligente y pedagógico ensayo de Isidoro Tapia sobre el cambio climático: “Las miradas se dirigen al futuro, pero suelen pasar por alto lo más próximo. Sin embargo, muchas de las claves futuras se encuentran ya entre nosotros”. @gascondaniel

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