Brasil: la clave está en el centro

El destino de un actor que rompa la polarización entre Lula y Bolsonaro depende mucho de la suerte que tenga el presidente

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en Brasilia, el pasado 29 de junio.ADRIANO MACHADO (Reuters)

Los focos para observar la política brasileña comienzan a desplazarse hacia el centro. En el proceso para elegir, en octubre de 2022, al próximo presidente, solo se registra una certeza: Lula da Silva, el líder del PT, será uno de los dos candidatos de una segunda vuelta que hoy parece inevitable. En cambio, un segundo dato de esas elecciones se va desdibujando día a día: ¿Jair Bolsonaro llegará al balotaje? La simpatía por el primer mandatario de Brasil está en caída libre. El último sondeo de Exame consigna que el 54% de los consultados cree que su administración es mala o pésima. Sólo el 21...

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Los focos para observar la política brasileña comienzan a desplazarse hacia el centro. En el proceso para elegir, en octubre de 2022, al próximo presidente, solo se registra una certeza: Lula da Silva, el líder del PT, será uno de los dos candidatos de una segunda vuelta que hoy parece inevitable. En cambio, un segundo dato de esas elecciones se va desdibujando día a día: ¿Jair Bolsonaro llegará al balotaje? La simpatía por el primer mandatario de Brasil está en caída libre. El último sondeo de Exame consigna que el 54% de los consultados cree que su administración es mala o pésima. Sólo el 21% la evalúa como buena o excelente. Un 23% la considera regular.

El debilitamiento de la opción Bolsonaro modifica el juego en dos sentidos. Por un lado, aplaca la animadversión hacia él, sobre la que se viene sosteniendo la recuperación de Lula. Por otro, abre espacio para una tercera opción, que ocupe la vacante que deja el oficialismo y canalice el rechazo hacia el PT. Este movimiento está empezando a convertirse en una clave principal de la disputa de poder.

La novedad más relevante de las últimas horas ha sido, en este sentido, el lanzamiento de la candidatura de Eduardo Leite. Es el gobernador de Rio Grande do Sul y dirigente del PSDB, el partido del expresidente Fernando Henrique Cardoso. Leite tiene 36 años, renunció a hacerse reelegir en su cargo, y se propone como el candidato que recupere para el PSDB su carácter moderno y, en alguna medida, intelectualizado. Durante una entrevista concedida a la TV Globo Leite se declaró gay, lo que aportó una novedad: es la primera vez que un homosexual compite para la presidencia. La revelación agitó a Brasil, donde ya hay quienes lo señalan como el Pete Buttigieg vernáculo. Y produjo una reacción muy previsible en el reaccionario Bolsonaro: “Nadie tiene nada en contra de la vida privada de nadie. Ahora, querer imponer su costumbre, su comportamiento para los otros ¡no!”, masculló. Es el mismo jefe de Estado que hace una década había confesado que “prefiero que un hijo muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo”.

Leite participará en noviembre de las primarias de su partido. Su candidatura desafía al senador por Ceará, Tasso Jereisatti; al alcalde de Manaos, Arthur Virgilio; pero, sobre todo, al gobernador de San Pablo, João Doria. Gran contradictor de Bolsonaro, considerado un buen administrador, con una excelente gestión de la pandemia, sobre todo por la temprana contratación de vacunas, a Doria le cuesta muchísimo conquistar el liderazgo partidario.

El que surja de esta contienda tendrá que superar en votos a Bolsonaro, para llegar a la segunda vuelta. Una vez en esa instancia se le pedirá plasticidad como para seducir a los que hoy simpatizan con el Presidente.

Mientras el PSDB resuelve su candidatura, en los distintos estados de Brasil se tejen alianzas que serán decisivas para la competencia nacional. En esa tarea no hay que perder de vista al habilidoso Gilberto Kassab. Es el titular del Partido Social Democrático y tiene entre sus antecedentes haber sido alcalde de San Pablo y ministro en los gobiernos de Dilma Rousseff y Michel Temer.

Kassab postuló para la sucesión de Bolsonaro al presidente del Senado, Rodrigo Pacheco, un dirigente del partido Demócratas de Minas Gerais. En ese estado también tiene una alianza con el alcalde de Belo Horizonte, Aleixandre Kalil. La poca simpatía que despierta el paulista Doria en su propia fuerza está por alejar del PSDB al ex gobernador Geraldo Alckmin, quien se sumaría a la red de Kassab. En Rio de Janeiro ya lo hizo el alcalde Eduardo Paes.

Este entramado es cada vez menos despreciable. Sobre todo, si se tiene en cuenta que en las elecciones municipales del año pasado el Partido Social Democrático pasó de 538 a 634 alcaldes, además de contar con 35 diputados federales, lo que constituye una fuerza poderosa en un Congreso signado por la fragmentación.

El destino de un actor que rompa la polarización entre Lula y Bolsonaro depende mucho de la suerte que tenga el presidente. Su poder está siendo amenazado por dos problemas graves. Uno tiene que ver con las sospechas de corrupción en la adquisición de vacunas. En el Congreso existe una comisión investigadora que se agitó en las últimas semanas cuando Luis Miranda, el jefe de Importaciones del Ministerio de Salud, denunció haber recibido presiones irregulares para comprar la vacuna Covaxín, elaborada por el laboratorio Bharat Biotech de la India. El hermano del funcionario, Luis Miranda, que es diputado, reveló ante la misma comisión que informó a Bolsonaro sobre estas maniobras y que el mandatario se limitó a decir “es un arreglo de Roberto Barros”, refiriéndose al exministro de Salud de Temer, que ahora representa al Gobierno en la Cámara de Diputados. A partir de estos datos se presentó un nuevo pedido de impeachment contra el Presidente. Ya se acumulan más de 100.

La segunda amenaza delicada que enfrenta Bolsonaro tiene que ver con la naturaleza: Brasil padece una sequía que está paralizando el sistema de generación hidroeléctrica, que es la principal fuente de energía del país. Desde 1931 no se registra semejante escasez de agua. Si el problema continúa, el Gobierno deberá disponer medidas de racionamiento que está tratando de evitar a toda costa.

Es el fantasma de los últimos días de Cardoso, obligado a decretar un apagón generalizado durante por lo menos 5 horas diarias a mediados del año 2001, lo que pulverizó su popularidad. Si este escenario se repitiera, es posible que los pedidos de juicio político comiencen a prosperar en el Congreso. Entonces se verá más claro cómo lo que hoy sucede en el centro del tablero será determinante para el futuro de Brasil.

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