Riesgo de involución democrática en EE UU

Las maniobras de los republicanos para dificultar el ejercicio del voto a las minorías es lamentable

Kamala Harris atiende a los medios en el Senado de Estados Unidos.MICHAEL REYNOLDS (EFE)

La democracia de Estados Unidos vive una batalla sobre su esencia misma, el derecho de sufragio universal, que no por anticipada deja de ser trascendental para el futuro a medio plazo de la confianza de ese país, y el resto del mundo, en la fiabilidad de sus instituciones. En la primera mitad de este año, 18 Estados con mayorías republicanas en sus legislativos han aprobado leyes destinadas a dificultar el ejercicio del voto. ...

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La democracia de Estados Unidos vive una batalla sobre su esencia misma, el derecho de sufragio universal, que no por anticipada deja de ser trascendental para el futuro a medio plazo de la confianza de ese país, y el resto del mundo, en la fiabilidad de sus instituciones. En la primera mitad de este año, 18 Estados con mayorías republicanas en sus legislativos han aprobado leyes destinadas a dificultar el ejercicio del voto. Legislar para reducir el número de lugares de votación, o las horas para hacerlo, o endurecer los requisitos para registrarse no se pueden calificar más que de involución democrática de primer orden: políticos intentando que la gente no vote, simplemente.

Las pasadas elecciones presidenciales de 2020, y sobre todo las del Senado en Georgia, hicieron saltar todas las alarmas entre los republicanos. Con una movilización fiable y sistematizada del voto en barrios pobres y negros de las grandes ciudades, los demócratas han dado la vuelta al Estado sureño. La misma dinámica se da en Arizona con el voto mexicoamericano. En apenas cuatro años de trumpismo, dos Estados sólidamente republicanos han votado a un presidente demócrata y tienen sus cuatro senadores demócratas. La conclusión que ha sacado el establishment republicano no es que debe cambiar sus políticas, sino que el avance del voto urbano y de las minorías supone una amenaza existencial que necesitan frenar a toda costa.

Ante esta situación, la Administración de Biden ha dado un primer paso de calado al presentar una ley federal que impone a los Estados una ambiciosa defensa y ampliación de las facilidades para votar. La ley murió este martes, nada más respirar el aire tóxico del hemiciclo del Senado de EE UU. Los republicanos bloquearon la tramitación con la táctica procedimental del filibusterismo, que impone de facto la necesidad de 60 votos para aprobar leyes. La derrota del martes coloca a los demócratas frente a su debilidad parlamentaria, la evidencia de que 50 escaños no son suficientes para aprobar su ambiciosa agenda. Así, las normas procedimentales del Senado son la siguiente gran batalla para la cual los demócratas están preparando a la opinión pública.

“Esta lucha está lejos de haber terminado”, prometió el presidente Biden tras la votación en el Senado. Está en juego “la democracia misma”, añadió. No parece exagerado. La batalla por ampliar los derechos de voto es tan antigua como la democracia americana, está enmarcada en la lucha por los derechos civiles, y los avances en este ámbito son reconocidos hoy como grandes momentos de la historia de la República. Este es uno de ellos. Pero esta vez el reto no radica en las deficiencias del sistema, sino en la amenaza de involución por parte de un Partido Republicano que se siente perjudicado por esos avances.

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