La ola verde nos resetea

Con las asambleas ciudadanas se pretende hacer de la sostenibilidad un eje central de la sociedad

La Sierra de Guadarrama fue declarada Parque Nacional en 2013. Varias especies animales habitan en ella están en peligro de extinción.Roger Tidman/Getty

Sea consecuencia de la pandemia o no, España está inmersa en una “ola reseteadora” que se materializa en diversas iniciativas y proyectos: una mirada de largo plazo desde el programa España 2050, una Estrategia de Desarrollo Sostenible para cumplir la Agenda 2030 en ciernes, el instrumento europeo Next Generation para hacer posible esta transformación, un ejercicio de rendición de cuentas con la iniciativa Cumpliendo, y la recién anunciada...

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Sea consecuencia de la pandemia o no, España está inmersa en una “ola reseteadora” que se materializa en diversas iniciativas y proyectos: una mirada de largo plazo desde el programa España 2050, una Estrategia de Desarrollo Sostenible para cumplir la Agenda 2030 en ciernes, el instrumento europeo Next Generation para hacer posible esta transformación, un ejercicio de rendición de cuentas con la iniciativa Cumpliendo, y la recién anunciada Asamblea Ciudadana para el Clima, que desarrolla uno de los preceptos de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética.

El conjunto de tales ejercicios indica que el actual es un momento de profundo replanteamiento del modelo social y económico, como corresponde a estos tiempos de movimientos tectónicos. Para garantizar su éxito, se suele apelar a la necesidad de articular acuerdos políticos de amplio alcance, y es difícil cuestionar que así sea. No obstante, hay otros elementos no menos relevantes que se suelen olvidar. Por un lado, la coherencia de políticas -es decir, la necesidad de que los diferentes instrumentos aporten a un objetivo común-, y por otro ser capaces de articular una gran conversación social, más allá de los entornos habituales, sobre los grandes retos hoy diagnosticados.

Acuerdos políticos, conversación social y coherencia de políticas para abordar el mayor reto que la humanidad tiene ante sí: hacer frente a la crisis climática que ya empieza a cambiarlo todo. En este sentido, la Asamblea Ciudadana para el Clima que acaba de anunciarse en España puede tener un componente de innovación social que ayude a articular ese diálogo plural, fomente la posibilidad de acuerdo político, y le dé a la transición ecológica la profundidad necesaria como para que se convierta en vector de coherencia de políticas.

Antes que en España se han desarrollado asambleas ciudadanas por el clima en Irlanda, Escocia, Inglaterra y Francia. Vienen motivadas por la constatación de que, pese a que los sistemas democráticos han demostrado ser los mejores preparados para hacer frente al desafío climático, existen dificultades que explican que todavía no se haya sido capaz de hacer de la sostenibilidad un eje central de la sociedad. La mirada a corto plazo imperante, tanto en lo político como en lo económico y lo social, así como la complejidad del fenómeno y de las posibles alternativas, y la dificultad de integrar este tipo de asuntos en las decisiones de voto, son algunos de ellos.

Con objeto de intentar paliar dichas carencias, en los últimos años la crisis climática ha sido motivo de distintos ejercicios de innovación social y política. Entre ellos, las asambleas ciudadanas, un ejercicio de democracia deliberativa en el que entre cien y doscientas personas, seleccionadas a través de un muestreo aleatorio estratificado, deliberan sobre un tema de importancia púbica bajo los principios de transparencia, libertad, objetividad e igualdad.

Las asambleas están normalmente estructuradas en tres fases: aprendizaje, deliberación y toma de decisiones. En la fase de aprendizaje interviene el grupo interdisciplinar de personas expertas, con una metodología pensada para evitar al máximo los sesgos que se puedan proyectar. La segunda fase, la de deliberación, es llevada a cabo por un equipo de facilitadores, que se encargan de guiar a la ciudadanía a través de todo el proceso y asegurarse de que se dan las condiciones necesarias de escucha, respeto, etc, para que el debate pueda considerarse tal. Finalmente, el resultado del proceso es una serie de recomendaciones o propuestas que la asamblea entrega a los responsables públicos, en quien reside la competencia para tomar las decisiones.

La asamblea española, recién anunciada y aún en fase de concretar algunos detalles, versará sobre una pregunta ya definida: “Una España más segura ante el cambio climático, ¿cómo lo hacemos?”. Su objetivo será proponer recomendaciones que servirán para el debate a todos los niveles de la Administración, así como de los diferentes actores económicos y sociales, y que se mandarán al Gobierno y al Congreso de los Diputados para asegurar el conocimiento de las propuestas y las preferencias de la ciudadanía en materia de acción climática.

Como ha ocurrido en Inglaterra, Irlanda, Escocia y Francia, este ejercicio exigirá una buena dosis de imaginación, generosidad e inteligencia colectiva. No sustituye a ninguno de los procesos ni de las funciones de las instituciones, ni viene a reemplazar al movimiento ecologista, ni a los expertos, ni a los numerosos foros que llevan años trabajando para reconciliar el modelo económico, político y social con el planeta. Nada más lejos. Es más, gracias al trabajo que todas estas personas y entidades han realizado, hoy la transición ecológica hace que la ola reseteadora haya de ser forzosamente verde.

Las asambleas ciudadanas para el clima están demostrando ser espacios valiosos de deliberación donde se manifiesta el sentir, los miedos y anhelos de una sociedad que se enfrenta a cambios trascendentes. Que nadie espere pócimas mágicas, pero en la experimentación y en la innovación es donde se pueden buscar los ingredientes que ayuden a resolver las encrucijadas en que vivimos. La pandemia solo las ha hecho más evidentes, pero llevan acompañándonos unas décadas. Ojalá esta crisis múltiple en la que nos ha metido la covid ayude a resolverlas.

@tinamonge

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