Ajedrez

Elisenda Paluzie, presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, está en contra de los indultos de los presos independentistas con los mismos argumentos que invoco yo para defenderlos

Elisenda Paluzie en un acto de la Asamblea Nacional Catalana.Alejandro García (EFE)

No debería ser tan difícil entenderlo. Elisenda Paluzie, presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, está en contra de los indultos de los presos independentistas con los mismos argumentos que invoco yo para defenderlos. Sé que, como de costumbre, formo parte de una minoría, que la mayoría de los españoles se opone a esta medida tanto o más que ella, per...

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No debería ser tan difícil entenderlo. Elisenda Paluzie, presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, está en contra de los indultos de los presos independentistas con los mismos argumentos que invoco yo para defenderlos. Sé que, como de costumbre, formo parte de una minoría, que la mayoría de los españoles se opone a esta medida tanto o más que ella, pero conviene detenerse un poco en las opiniones de esta señora, a la que no conozco y que ni siquiera me cae bien. Más allá de la superioridad moral asociada a valores como la magnanimidad —paz, piedad y perdón, dijo Manuel Azaña, con los nulos resultados que se pueden esperar en un país como el nuestro—, Paluzie cree que los indultos debilitarían la causa independentista. Yo también lo creo. Me ha sorprendido la dureza con la que ha afirmado que si los líderes del 1-O recobran la libertad, ya no será tan urgente su causa ante los tribunales europeos, como si no valorara el bien objetivo que representaría para todos ellos poder recuperar el control de sus vidas, pero lleva razón. También la lleva al temer que, tras los indultos, se vendrá abajo el relato del Estado cruel, dictatorial y represor difundido con tanto éxito dentro y fuera de Cataluña. Eso es lo que inevitablemente sucederá si los dirigentes independentistas renuncian a la palma del martirio e, incluso, si se niegan a aceptar la gracia del Gobierno. No hace falta ser un gran maestro de ajedrez para comprender esto. Basta con saber anticipar dos o tres movimientos o, en lenguaje coloquial, ser capaz de mirar un poco más lejos de nuestras propias narices. Claro que, para eso, es imprescindible pensar con la cabeza, y no con las tripas, que parecen el nuevo órgano rector del pensamiento de demasiados españoles.

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