Ganan las mujeres

Las tres lideresas (Ayuso, García y Monasterio) superaron las expectativas, cosechando votos de colectivos diversos

Mónica García interviene en un mitin de Más Madrid en Alcorcón el pasado 17 de abril.Eduardo Parra (Europa Press)

¿Quién ganó el 4M? Quizás la libertad, pero también las candidatas mujeres. Las tres lideresas (Ayuso, García y Monasterio) superaron las expectativas, cosechando votos de colectivos diversos. Los tres líderes (Gabilondo, Iglesias y Bal) defraudaron, obteniendo resultados por debajo de lo esperado. ¿Casualidad? Tal vez, pero, sea por su género o por inspiración divina, ellas aplicaron una lógica de campaña distintiva, que conectó mejor con el sentir de sus potenciales votantes.

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¿Quién ganó el 4M? Quizás la libertad, pero también las candidatas mujeres. Las tres lideresas (Ayuso, García y Monasterio) superaron las expectativas, cosechando votos de colectivos diversos. Los tres líderes (Gabilondo, Iglesias y Bal) defraudaron, obteniendo resultados por debajo de lo esperado. ¿Casualidad? Tal vez, pero, sea por su género o por inspiración divina, ellas aplicaron una lógica de campaña distintiva, que conectó mejor con el sentir de sus potenciales votantes.

Las dos grandes vencedoras fueron Ayuso y García. Hoy son los referentes indiscutibles de cada uno de los dos bloques, pero su situación de partida era difícil. Al principio de la pandemia, la presidenta de la Comunidad de Madrid era el eslabón más débil de un PP frágil en todo el país. Se decía que la crisis aupaba el talante moderado de Almeida y hundía el talento mediático de Ayuso. Que la pandemia “le venía grande”. Sin embargo, empequeñeció a todos sus rivales, dentro y fuera de las filas populares. Se acopló mejor a la corriente eléctrica popular, harta de la pandemia y de una Moncloa percibida por algunos como descontrolada y al mismo tiempo radical. Y supo ponerse el manto de la resistencia popular.

Ayuso comprendió que los madrileños querían una dirigente que les ayudara a resistir frente al adversario, no necesariamente a derrotarlo. El ambiente en Madrid era de resistencia, no de conquista. Los votantes no anhelaban un Hernán Cortés (como Abascal o Iglesias) guiando la ofensiva, sino una Juana de Arco, una Agustina de Aragón, encabezando la defensa.

Mónica García también empezó mal. La candidata más desconocida se enfrentaría al omnipresente Iglesias, descendido de los cielos con la estela del héroe que deja los jardines del poder para luchar en la arena autonómica. Pero García entendió mejor las preocupaciones de los progresistas de la comunidad de Madrid. En lugar de las arengas militares de Iglesias, García acentuó las propuestas civiles: inversión en la sanidad pública, semana laboral de 4 días o salud mental. En vez de la abstracta filosofía de Gabilondo, la concreta medicina de García ofrecía soluciones que los votantes podían palpar. Entre la épica beligerante de Iglesias y la ética divagante de Gabilondo se impuso la empatía pragmática de García. Ayuso y García están en las antípodas ideológicas, pero ambas pisaron mucho la misma calle. @VictorLapuente

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