Victorias que matan

La libertad no existe sin las otras dos patas revolucionarias: igualdad y fraternidad

Ángel Gabilondo, en una comparecencia tras el peor resultado del PSOE en unas autonómicas madrileñas.Vídeo: LUIS SEVILLANO

Toda generación necesita agruparse en torno a una bandera y un lema aspiracional y varias lo han hecho juntas esta vez en Madrid para corear esta palabra clave: libertad. A muchos nos deja perplejos porque no sentíamos que nos faltara, mientras sí lo hacen los otros dos mandamientos revolucionarios que fundaron nuestro mundo en 1789: igualdad y fraternidad. Ambas sí faltan, vaya si lo hacen, y mientras las tres no se complementen la verdadera libertad no será más que una palabra hermo...

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Toda generación necesita agruparse en torno a una bandera y un lema aspiracional y varias lo han hecho juntas esta vez en Madrid para corear esta palabra clave: libertad. A muchos nos deja perplejos porque no sentíamos que nos faltara, mientras sí lo hacen los otros dos mandamientos revolucionarios que fundaron nuestro mundo en 1789: igualdad y fraternidad. Ambas sí faltan, vaya si lo hacen, y mientras las tres no se complementen la verdadera libertad no será más que una palabra hermosa y hueca.

Pero saber escuchar el entusiasmo atronador de los votantes del PP en torno a Génova, la euforia con la que se han extendido las mascarillas con el lema de Ayuso, los menús que la incluyen en sus platos y las cervezas “la caña de España” con su rostro es hoy nuestra obligación, y ojalá sepamos descifrarlo sin la simplificación que parecen comportar.

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Al igual que Trump supo conectar con el inmenso hartazgo de lo políticamente correcto en EE UU, Ayuso ha sabido conectar con la fatiga pandémica, por un lado, pero también con las ronchas que levanta en buena parte de la población el papel de Pablo Iglesias, ERC y Bildu en las alianzas de Sánchez. Esto iba en serio.

Hay otro asunto urgente que merece calibrarse, y es la incapacidad del PSOE para gestionar la victoria que amasó en 2019. Ángel Gabilondo no ha perdido solo por una campaña bifronte en la que vetó a “Iglesias” mientras apeló a “Pablo” como si fueran distintas personas. Todo empezó mucho antes. Cuando Ayuso envió comida basura a los niños desfavorecidos en el confinamiento, cuando se enredó en el apartamento de Sarasola, tan asombrosamente barato, cuando no había rastreadores en Madrid y la segunda ola se extendía sin control o cuando cerró los centros de atención primaria sin encontrar enfrente una oposición a la altura de su atrevimiento. Al igual que le ocurrió a Ciudadanos en Cataluña, donde después de ganar las elecciones de 2017 se despeñó por no saber hacer nada con esa victoria, el PSOE tampoco supo qué hacer con la suya. Hay victorias que matan y Salvador Illa debería andarse con cuidado.

Hoy, el esfuerzo debe centrarse en descifrar el valor de la libertad como un concepto solo posible si va acompañado de una igualdad que impida colegios gueto o una distinta longevidad por barrios, como ocurre clamorosamente en Madrid, y de una fraternidad que incluya a los que Ayuso llama “mantenidos”. Ocúpense de ello. Esa es la prioridad. @BernaGHarbour

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