La política espectacular

Estas elecciones son un ejemplo de modelo autorreferencial. El discurso es maximalista y maniqueo

Rocío Monasterio y Pablo Iglesias en el debate electoral de la cadena SER.Cadena SER (EFE)

“Aquí lucha el diablo contra Dios y el campo de batalla es el corazón del hombre”: la frase de Los hermanos Karamazov que cita Luis Beltrán en Estética de la novela (Cátedra, 2021) parece modesta ante la retórica de la campaña de las elecciones autonómicas en Madrid. Es posible que nos juguemos el destino de la democracia y la libertad, o que se decida un Gobierno con un par de años de duración y actuaciones bastante limitadas, en una región rica y poderosa, con una alta concentración de políticos...

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“Aquí lucha el diablo contra Dios y el campo de batalla es el corazón del hombre”: la frase de Los hermanos Karamazov que cita Luis Beltrán en Estética de la novela (Cátedra, 2021) parece modesta ante la retórica de la campaña de las elecciones autonómicas en Madrid. Es posible que nos juguemos el destino de la democracia y la libertad, o que se decida un Gobierno con un par de años de duración y actuaciones bastante limitadas, en una región rica y poderosa, con una alta concentración de políticos demagogos y periodistas propensos a la épica.

Estas elecciones son un ejemplo de política autorreferencial. El discurso es maximalista y maniqueo; muchas de las cosas que se dicen carecen de proporción y no resisten el contacto con la realidad. Interpretativamente predomina el recreacionismo: comunismo, fascismo, secesionismo, trumpismo, el simulacro de los años treinta. En unas cosas, nos obsesiona el pasado; en otras somos adanistas y reprochamos a los demás que crucen líneas rojas que nosotros dejamos atrás hace tiempo. En la campaña hemos visto que Vox presentaba el odio xenófobo a los niños pobres como argumento electoral y a partidos justificando formas de violencia o tergiversando los hechos para generar alarma y miedo. La batalla de los marcos es un combate de fetiches: el de la libertad de Ayuso, el de los cuidados de García, el menos eficaz del antifascismo recalentado de Iglesias. El discurso serio de Bal produce melancolía porque suena a otro tiempo, y Gabilondo parece desorientado por su jefe. Algunas políticas no serían tan distintas, otras son tediosas de explicar y es preferible el simulacro.

El entretenimiento agotador y grotesco contribuye a que no prestemos atención a que el preámbulo de una ley diga “Con la crisis como oportunidad, desde la llegada al Gobierno del Partido Popular en diciembre de 2011, se inició un proceso constante y sistemático de desmantelamiento de las libertades y especialmente de aquellas que afectan a la manifestación pública del desacuerdo con las políticas económicas del Gobierno”, a que el CIS profundice su descrédito, a que la directora de la Guardia Civil dé un mitin, a que el plan de recuperación no se consulte con otras fuerzas políticas. Quien ocupe el poder después podrá hacer lo mismo e ir un poco más lejos: las críticas solo son un reflejo del sectarismo del adversario, una señal de que hacemos las cosas bien. El espectáculo podrá tener consecuencias negativas, pero la culpa, como siempre, será de los demás. @gascondaniel

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