Vacuna de AstraZeneca: prudencia, sí; miedo, no
Los efectos adversos del producto del laboratorio anglosueco son muy infrecuentes
La Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) anunció el miércoles haber hallado “posibles vínculos” de causalidad entre la vacuna de AstraZeneca contra la covid-19 y una forma grave de trombosis observada en personas vacunadas. La frecuencia de este raro efecto adverso es tan baja, sin embargo, que no justifica dejar de administrar la vacuna, según la autoridad europea. El comité de farmacovigilancia de la EMA ha analizad...
La Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) anunció el miércoles haber hallado “posibles vínculos” de causalidad entre la vacuna de AstraZeneca contra la covid-19 y una forma grave de trombosis observada en personas vacunadas. La frecuencia de este raro efecto adverso es tan baja, sin embargo, que no justifica dejar de administrar la vacuna, según la autoridad europea. El comité de farmacovigilancia de la EMA ha analizado 84 casos de trombosis, de los que 18 resultaron mortales, notificados por 16 países de la UE, y su conclusión fue clara: los beneficios de la vacuna superan con creces los posibles riesgos. A pesar de ello, es evidente que el reconocimiento de la probabilidad del vínculo y las incógnitas que rodean los episodios adversos generan inquietud en la ciudadanía. Es esencial pues que las autoridades políticas y científicas manejen toda esta cuestión con máximo cuidado para no minar la confianza de la población en una herramienta que sigue siendo esencial en la lucha contra la pandemia, y teniendo en cuenta que no hay aún suministros suficientes.
Es fundamental establecer las estrategias necesarias para seguir aprovechando, con prudencia, esta herramienta. Es importante que en el camino que queda por delante esas pautas sean lo más concordantes posibles en Europa, a la luz de la evidencia científica de cada momento, para evitar distorsiones y que se propague un miedo injustificado que cause rechazo hacia la vacuna. Puesto que no se conoce todavía el mecanismo exacto que genera esta rara reacción adversa, resulta difícil establecer criterios firmes de exclusión que incrementen la seguridad. Esa debe ser ahora la prioridad de los equipos de farmacovigilancia. De momento, se sabe que la mayoría de las personas afectadas son mujeres y tienen menos de 60 años. De acuerdo con este dato, el Ministerio de Sanidad y las comunidades —con la oposición de Madrid— dieron un giro radical y acordaron paralizar la administración de la vacuna a los menores de 60 años hasta que se obtengan nuevas evidencias. Italia dio el mismo paso. Alemania ya tenía en vigor esa misma pauta, y Francia otra parecida. Los ministros del sector de la UE no lograron pactar una pauta común general. Es de esperar que pueda haber convergencia en el futuro. En cualquier caso, debe mantenerse la calma —no hay ninguna razón científica para el nerviosismo y mucho menos el pánico— y evitar tomar decisiones precipitadas, como la de Castilla y León, que suspendió la vacunación. Actuar de forma unilateral no garantiza un mejor resultado y, en cambio, lo que consigue es crear desconfianza.
Ningún medicamento es completamente seguro. La cuestión es si los beneficios que aporta compensan los riesgos inherentes a su uso. Y en este caso la evidencia científica que proporciona la EMA dice que así es. No hay que olvidar que esta vacuna ha demostrado ser efectiva en la prevención de casos graves. En el actual contexto de crecimiento de los contagios y limitaciones en la producción de vacunas, renunciar de forma radical a AstraZeneca puede acabar causando muchísimas más muertes de las que se evitarían suspendiendo su uso. Habrá que medir bien entre prudencia y los riesgos de hiperreacción.