Vacunas de AstraZeneca: presionar a fondo, evitar bloqueos

La UE debe doblar el pulso a la compañía, pero una guerra proteccionista es peligrosa

El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, se dirige a los gobernantes de los países de la UE al inicio de la cumbre telemática, ayer en Bruselas.YVES HERMAN (AP)

Los enormes incumplimientos de la farmacéutica anglosueca AstraZeneca son la causa fundamental del retraso de la campaña de vacunación europea en comparación con las de Reino Unido o Estados Unidos. La UE no está exenta de fallos, y habría podido actuar con mayor rapidez y eficacia en la contratación o en el soporte a la producción. Pero el hecho esencial es que AstraZeneca se ha hundido en...

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Los enormes incumplimientos de la farmacéutica anglosueca AstraZeneca son la causa fundamental del retraso de la campaña de vacunación europea en comparación con las de Reino Unido o Estados Unidos. La UE no está exenta de fallos, y habría podido actuar con mayor rapidez y eficacia en la contratación o en el soporte a la producción. Pero el hecho esencial es que AstraZeneca se ha hundido en un estado de total caos manufacturero cuyas consecuencias ha descargado en enorme medida sobre la UE, manteniendo en cambio indemne al Reino Unido. La empresa acumula un ya bochornoso historial de incumplimientos, cambiantes justificaciones, opacidad absoluta y datos incorrectos —como en el lamentable caso del sesgado estudio presentado en EE UU—. El escándalo es mayúsculo: AstraZeneca se comprometió en agosto a proveer de 90 millones de dosis a la UE en el primer trimestre, una cifra que, con suerte, se quedará en 30 millones; y de 180 millones en el segundo trimestre, ya rebajados a 70 (y con dudas sobre su cumplimiento). Frente a este escenario, hace bien la Comisión Europea —y la UE en su conjunto— en escalar sin contemplaciones la presión sobre la compañía.

En este tiempo, la UE ha mantenido una escrupulosa pulcritud exportando desde diciembre 77 millones de dosis fabricadas en su territorio a decenas de países. Una parte significativa ha ido a parar a Reino Unido; ninguna dosis ha hecho el camino inverso. Es decir, Reino Unido, con 45 dosis administradas por cada 100 habitantes frente a las 13 sobre 100 en la UE, ha recibido sin problemas la producción de fábricas europeas. Las declaraciones de Boris Johnson sobre que la “codicia y el capitalismo” son la clave del éxito vacunal británico, realizadas en un encuentro por Zoom con diputados conservadores y más tarde retiradas, oscurecen aún más el panorama.

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En este contexto, la Comisión ha puesto en marcha un reglamento que agiliza el control de exportaciones. Bruselas también ha iniciado un proceso de arbitraje contra AstraZeneca. La paralización en Italia, hace unos días, de una partida dirigida a Australia también fue un gesto dirigido a mostrar la disposición a actuar. Todo esto es correcto. La cuestión esencial es mantenerse en el justo equilibrio entre activar instrumentos de presión y evitar derrapar hacia un conflicto abierto de control de exportaciones de amplio espectro que tendría grandes posibilidades de resultar dañino para todos.

La fuerte interdependencia global para producir vacunas, con cerca de 200 componentes procedentes de distintos orígenes, obliga a tener cuidado. Cualquier medida de bloqueo radical podría acarrear una represalia en el suministro de materias primas que afectaría la producción. Se trata pues de aplicar una estrategia de firmeza, incluso dureza, pero orientada a obtener los resultados pactados antes de caer en una guerra proteccionista abierta que dañaría a todos. Es posible. Londres, sabedora de que a falta de un reequilibrio podría sufrir graves disrupciones, se avino el miércoles a “garantizar una relación recíprocamente beneficiosa”. Cabe esperar que AstraZeneca también reflexione ante la disposición a actuar de la UE. Esta es la senda.

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