Columna

Denme el dinero

Mario Draghi constituye una propuesta irresistible para los italianos, pero no por mucho tiempo

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La teoría del Gran Hombre sigue ocupando un lugar destacado en el análisis político. Super Mario es la persona que hace lo que se tenga que hacer. ¿Quién mejor para salvar a Italia que el hombre que salvó a Europa?

Nadie se traga más fácilmente el cuento de los grandes hombres que los mercados financieros. El día antes de que el presidente de Italia, Sergio Matarella, nombrase a ...

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La teoría del Gran Hombre sigue ocupando un lugar destacado en el análisis político. Super Mario es la persona que hace lo que se tenga que hacer. ¿Quién mejor para salvar a Italia que el hombre que salvó a Europa?

Nadie se traga más fácilmente el cuento de los grandes hombres que los mercados financieros. El día antes de que el presidente de Italia, Sergio Matarella, nombrase a Draghi como próximo primer ministro, el diferencial entre los bonos italianos y alemanes a 10 años cayó inmediatamente 10 puntos básicos, o lo que es lo mismo, 0,1 puntos porcentuales. El inversor financiero medio no italiano no entiende los entresijos de la política italiana y mucho menos las causas profundas de la persistencia de los problemas económicos del país. Pero conoce a Draghi.

Yo también siento un enorme respeto por el expresidente del Banco Central Europeo. En mis dos décadas como columnista le he dado mi aprobación solamente en dos ocasiones. Su designación para el cargo en el BCE en 2011 fue una de ellas. Sin embargo, creo que el bombo que lo rodea en estos momentos puede ser contraproducente.

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Espero que Draghi ‒y tengo una confianza razonable en que así sea‒ tenga un plan preciso para lo que quiere hacer. El nuevo primer ministro necesita el apoyo del Parlamento no solo para su ratificación, sino también para la difícil agenda legislativa que tiene por delante. Italia necesita una legislación seria para gestionar el programa de vacunación contra la covid-19 y las reformas económicas que acompañan a los gastos de inversión del fondo de recuperación de la Unión Europea. Será el mayor programa parlamentario desde la introducción del euro. Por ello, no deberíamos fijarnos exclusivamente en el apoyo que Draghi recibe en este momento. Hasta Matteo Salvini está siendo presionado por su propia gente para que le dé una oportunidad. Pero la cuestión clave es si ese apoyo se prolongará en el tiempo. Y si no es así, no hay otro hombre aún más grande a la espera de nombramiento. Draghi es el último de los grandes hombres que queda.

Deberíamos recordar que hubo un tiempo en el que Mario Monti gozó de una reputación similar. Fue dos veces comisario europeo, casi intocable. Su mandato, que duró poco menos de un año, trajo consigo la austeridad y un declive económico aún mayor. La caída de Monti es un cuento con moraleja. No digo que eso le vaya a suceder también a Draghi, aunque solo sea porque Draghi es muy consciente de los errores de Monti. Además, por su temperamento, tampoco es un halcón fiscal. Con todo, su nombramiento es una apuesta de alto riesgo por la sencilla razón de que, si falla, no hay plan alternativo.

Del mismo modo que la teoría del Gran Hombre se equivoca, su contraria también. Hemos visto casos de líderes que han triunfado contra todo pronóstico, como Margaret Thatcher. Pero lo que le permitió hacer lo que hizo no fue una grandeza innata. Fue el mandato recibido en tres elecciones consecutivas.

Draghi es, sin duda, uno de los gobernadores de un banco central más capaces de nuestra época, pero nunca en su vida se ha presentado a unas elecciones. El Parlamento italiano le concederá un voto de confianza casi con total seguridad. Ahora bien, él nunca ha tenido que hacer campaña a favor de su programa, ni es probable que la haga. Entonces, si me lo permiten, ¿cuál es el fundamento político de la agenda de Draghi? Los economistas ortodoxos, los tipos de los mercados financieros y el elenco participante en las reuniones telemáticas de Davos sin duda harán un gesto de aprobación. Pero, como descubrió Monti, en su país la política no funciona así. Italia nunca ha andado escasa de grandes hombres.

Romano Prodi y Silvio Berlusconi han sido personajes políticos míticos. Siento una enorme admiración por Carlo Azeglio Ciampi y Tommaso Padoa-Schiopa, con los que tuve algunos de los debates más profundos sobre el euro y la integración europea. La envergadura de los mejores políticos y economistas italianos está muy por encima de la media europea. El país también está desproporcionadamente bien provisto de empresarios, científicos e ingenieros.

El problema de Italia es el estancamiento político y la protección de intereses creados, que a su vez son reflejo de males profundos en el seno de la sociedad. El movimiento Cinco Estrellas logró su ascenso gracias a los recortes del gasto y la reforma de las pensiones de Monti. No es casualidad que los grandes partidos que dominaron la política italiana en el pasado, el Partido Democrático y Forza Italia, hayan retrocedido hasta ser sombras de lo que fueron.

El retroceso del SPD en Alemania, el gran partido de Willy Brandt y Helmut Schmidt, tiene características similares. Cuando los partidos sufren un declive prolongado, casi nunca se debe a una mala decisión por parte de su líder. En el caso del SPD, se produjo un alejamiento de la industria y cambios en las preferencias sociales que llevaron a los votantes a elegir otros partidos. Si se quiere unificar a un país grande y diverso como Italia para que apoye una agenda política, lo primero que hay que hacer es preguntarse por qué tantos votantes respaldan a partidos que no son “los de siempre”.

Dar la vuelta a dos décadas de disminución relativa del crecimiento de la productividad es un trabajo formidable que requiere tanto estrategia como legitimidad política. La idea de que un solo hombre, por muy respetado que sea, pueda arreglar él solo el gran problema de un país no encaja en el devenir histórico. Gestionar el fondo de recuperación es fácil. No albergo ninguna duda acerca de la capacidad de Draghi como gestor de crisis. Pero como primer ministro se le juzgará dependiendo de si fue capaz de revertir un declive relativo de 20 años.

El mejor escenario sería que Draghi se viese a sí mismo como líder interino en medio de una crisis y que preparase el terreno para su sucesor. El trabajo realmente difícil viene después. Hay posibilidades de que de aquí al otoño nuestras vidas alteradas por la covid-19 vuelvan a la normalidad. Los actuales socios de coalición mirarán hacia las elecciones generales y se resituarán en consecuencia. Y volveremos a lo de siempre.

Descubriremos entonces que si el sistema político de Italia está tan fragmentado es por algo.

Wolfgang Münchau es director de www.eurointelligence.com

Traducción de News Clips.

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