Columna

El poder y la buena reputación

Algunos sostienen que Twitter es demasiado grande como para considerarla solo una empresa privada; otros se preguntan quién debería regular: un gobierno, docenas de gobiernos

Una imagen de la cuenta de Donald Trump en Twitter.JOSHUA ROBERTS (Reuters)

El sueño ilustrado era que si todo el mundo tenía acceso a la información y posibilidad de expresarse el debate sería racional y productivo. Tenemos Twitter y una turba que asalta un Parlamento y cuenta entre sus filas con un tipo disfrazado de bisonte que solo acepta alimentarse con productos orgánicos y dice que la tele y la radio emiten ondas inaudibles que modifican el cerebro.

Los políticos utilizan los recursos del momento y los demagogos mejor que los demás. A veces es un viaje del entus...

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El sueño ilustrado era que si todo el mundo tenía acceso a la información y posibilidad de expresarse el debate sería racional y productivo. Tenemos Twitter y una turba que asalta un Parlamento y cuenta entre sus filas con un tipo disfrazado de bisonte que solo acepta alimentarse con productos orgánicos y dice que la tele y la radio emiten ondas inaudibles que modifican el cerebro.

Los políticos utilizan los recursos del momento y los demagogos mejor que los demás. A veces es un viaje del entusiasmo a la desconfianza: las redes sociales se presentaron como instrumento de emancipación y ahora pensamos en bulos, una bronca incesante y un anuncio interminable donde nosotros somos el producto. Ya no creemos que los gigantes de Internet sean buenos y por eso están empeñados en demostrar que lo son.

Twitter y Facebook han suspendido permanentemente la cuenta de Donald Trump. Trump ha utilizado Twitter para mentir, atacar a rivales y azuzar a seguidores. Stuart Mill decía que la opinión de que los comerciantes de grano matan de hambre a los pobres “debería circular sin problemas en la prensa”, pero puede “merecer un castigo cuando se pronuncia delante de una masa excitada ante la casa de un comerciante de grano”: Twitter, señala The Economist, permitía a Trump colocarse frente a esta masa excitada. Su fundador sostiene que la decisión es correcta pero establece un precedente peligroso. Aunque los tuits que motivaron la expulsión no eran peores que otros suyos, puede defenderse la expulsión: sabíamos lo que podían causar. La acusación de hipocresía es pertinente. Hay otras incitaciones a la violencia y la plataforma se ha beneficiado del tráfico tóxico. Algunos sostienen que Twitter es demasiado grande como para considerarla solo una empresa privada; otros se preguntan quién debería regular: un Gobierno, docenas de Gobiernos.

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Trump y muchos seguidores anunciaron que se irían a la plataforma Parler, lo que ampararía la idea de que puedes irte a hablar a otro sitio. Pero Apple y Amazon bloquearon los servidores para acceder a esa app. Luigi Zingales ha escrito que uno de los efectos de los actos sediciosos de Trump ha sido mostrar el poder de algunas empresas (Twitter, Amazon, Google, Apple, Facebook). Todos los medios dependen de ellas y algunos son de su propiedad. Según Zingales, “todo el mundo, pero especialmente la gente de izquierdas, debería preocuparse: pronto, este poder se usará en su contra”. @gascondaniel

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