Columna

La revolución o un selfi

Los acontecimientos del Capitolio nos recuerdan que la retórica que llama a recuperar una grandeza perdida y se presenta como voz unánime del pueblo acaba en el ridículo y la sangre

Uno de los simpatizantes de Donald Trump en el asalto al Capitolio de Estados Unidos el pasado miércoles.Manuel Balce Ceneta (EL PAÍS)

Saul Bellow tomó de Wyndham Lewis la expresión the moronic inferno, el infierno imbécil, y el sintagma parecía apropiado para describir el asalto al Capitolio por una turba incitada por Trump. Era, como ha escrito Alexander Stille, esperpéntico y previsible: el mundo de la telebasura y la conspiranoia de Internet interfiriendo en el traspaso pacífico del poder. La liturgia de la democracia estadounidense es la liturgia de la democracia liberal. Esa insurrección violenta, relativamente organizada y a la vez carente de propósito, era también una profanación.

“Os queremos, sois muy ...

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Saul Bellow tomó de Wyndham Lewis la expresión the moronic inferno, el infierno imbécil, y el sintagma parecía apropiado para describir el asalto al Capitolio por una turba incitada por Trump. Era, como ha escrito Alexander Stille, esperpéntico y previsible: el mundo de la telebasura y la conspiranoia de Internet interfiriendo en el traspaso pacífico del poder. La liturgia de la democracia estadounidense es la liturgia de la democracia liberal. Esa insurrección violenta, relativamente organizada y a la vez carente de propósito, era también una profanación.

“Os queremos, sois muy especiales”, dijo a sus seguidores Trump, que llevaba semanas difundiendo mentiras sobre un fraude electoral y que después ha dado un discurso donde parece retroceder, quizá por temor a las consecuencias legales. Los líderes populistas, escribía Yuval Levin, caen a menudo en la tentación de elevar y defender agravios imaginarios e ignorar asuntos que reflejan dificultades reales de la sociedad. Se les da mejor obtener el poder que usarlo: gobernar consiste en tratar con la realidad. “Muchos de los fracasos de la Administración Trump pueden verse como formas de elegir la fantasía sobre la realidad: no utilizar el poder a su disposición de manera constructiva, sino emplearlo de una forma destructiva o corrosiva”, escribía. Su disonancia pueril la compartían numerosos republicanos y sus seguidores: iban a hacer la revolución o un selfi. El asalto fue un asombroso fracaso de orden público y una fuente de descrédito, pero las instituciones han resistido. Podemos repasar algunas lecciones: el peligro de las palabras y dirigentes irresponsables, las graves consecuencias de la frivolidad política, la importancia de que las fuerzas moderadas aguanten y el riesgo de cooptación o superación por parte de los extremistas.

Aunque todos hemos puesto el espejo y solo vemos al adversario, sirve de advertencia: Abascal ha hablado de Gobierno ilegítimo; Vox admira el discurso racista y paranoico de la ultraderecha estadounidense; Iglesias, Errejón y Garzón apoyaron un intento de rodear el Parlamento contra un Gobierno designado como ilegítimo, líderes independentistas violaron la Constitución y azuzaron disturbios. Los acontecimientos del Capitolio nos recuerdan que la ley común es la línea básica de defensa ciudadana, y que la retórica que llama a recuperar una grandeza perdida y se presenta como voz unánime del pueblo acaba en el ridículo y la sangre. @gascondaniel

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