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Congreso de la Ciudad de México
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¡Poco hombre!

El diputado Jesús Sesma, que pateó a su colega Jorge Gaviño en el Congreso, hizo todo un alarde del machismo más antiguo y pernicioso

Jorge Gaviño, diputado del PRD, empuja a Jesús Sesma, diputado y coordinador nacional del Partido Verde. Sesma procede a patear a Gaviño.
En la primera imagen, Jorge Gaviño, diputado del PRD, empuja a Jesús Sesma, diputado y coordinador nacional del Partido Verde. Sesma procede a patear a Gaviño.RR. SS.
Carmen Morán Breña

“¡Poco hombre! ¡Poco hombre!” Las cornamentas de los venados resonaron fuerte en el Congreso de la Ciudad de México, donde dos de ellos se enfrentaron este jueves por una tontería que, después de los insultos y la tremenda patada, ya no viene al caso. Jesús Sesma, de los Verdes, y Jorge Gaviño, del PRD. Qué espectáculo cavernario. “Poco hombre”, le dijo el primero al segundo repetidas veces.

¿Qué querrá decir eso? El diccionario no lo aclara. ¿Será un hombre pequeño, bajito, joven? Poco hombre. ¿Cuándo se es mucho hombre, hombre completo, hombre con mayúsculas, hombre únicamente?

Jesús Sesma, el que dio la patada, se grabó después ante un árbol de Navidad con todo y sus bolas y dio una lección magistral a México y el mundo entero. Poco hombre significa, según vino a decir el diputado, el que no tiene palabra. Porque, escuchen bien y aprendan, “hay tres cosas sagradas en todo ser humano, primero la palabra, que siempre debe cumplir”. La palabra dada, la del honor. Esa era una atribución que siempre tuvieron los hombres, por los siglos de los siglos. De nada valía la de una mujer, ni ante un tribunal, ni ante el mismo rey Salomón que amenazaba con filetear a un niño que reclamaban dos supuestas madres. A la que se desdijo de la palabra para salvar al bebé la recompensaron con la entrega del niño. A la que optó por mantener su palabra aun a costa de la vida del niño, la castigaron sin él. ¿Parece justo, sabio? Pues no. Ya lo explicó la enorme filósofa feminista Celia Amorós. Se sentaban así las bases teóricas con las que se aleccionaba al pueblo: la mujer no tiene palabra, no debe tenerla. Solo el hombre y su palabra será “sagrada”, como dice Sesma.

La explicación de la filósofa es más comprensible si se pone en la misma encrucijada a un hombre. Amorós cita estos dos ejemplos históricos: Guzmán el Bueno, en la llamada reconquista española, antes de ceder ante sus enemigos de guerra, permite que sacrifiquen a su hijo tomado como rehén. O el general franquista José Moscardó en la contienda civil española, que se negó a rendir el Alcázar de Toledo, donde se había atrincherado, a sabiendas de que matarían a su hijo por ello. Pues hale, no se hable más, ya tenemos dos héroes para la historia. Se puede añadir otro, de vuelta a la Biblia: el enorme sacrificio de Abraham, a punto de acuchillar a su hijo para demostrarle a Dios que él no era un poco hombre, que tenía palabra. Otro héroe para los anales. Sigan y sumen cuantos quieran.

Pero hete aquí que Gaviño incumplió el primer mandamiento de la varonía. Así que no solo es un poco hombre, sino “un puto, un maricón, un machito” y no sé cuántas cosas más le dijo Sesma en aquellos pasillos de la soberanía popular. De haber sido una mujer la que falló en la palabra dada, seguro que Sesma habría pensado con desprecio: ‘qué se puede esperar’. Y puede que no la hubiera emprendido a patadas con ella. Puede. (Por cierto, las otras dos cosas que debe tener todo ser humano, según el catecismo de Sesma son, de nuevo, tonterías que no vienen al caso).

Todos los adjetivos que usó el diputado de los Verdes están recogidos inequívocamente en el catálogo de insultos machistas, patriarcales, testosterónicos, por tanto, repugnantes. Esa es la cosa y no otra: dos machos peleándose porque uno le apoyó el día anterior en el Congreso con su voto y el otro no correspondió al día siguiente con lo prometido.

Da miedo pensar en cómo se comportará en su día a día Sesma, que se dice en su perfil de Twitter “orgulloso padre de familia. Amante de la vida y del medio ambiente”. Porque toda la vergonzosa bronca tenía como telón de fondo una ley de bienestar animal, para más chiste.

De todos es sabido que el machismo es tan enemigo de las mujeres como de los animales. De siempre, y aún hoy, los misóginos han usado el maltrato animal y hasta la muerte de los animalitos para causar sufrimiento a la mujer. Cómo no, si hasta matan a sus hijos con el mismo objetivo.

No es compatible, pues, el machismo con la defensa de nada. Ni de los animales ni de las plantas. Porque eso es una enfermedad que hay que curarse antes de plantarse a dar lecciones y patadas en un Congreso.

Que sí, que sí, que luego se disculparon, que ya.

Gaviño: “Pido disculpas por los insultos, pero la defensa de los animales es una causa con la que estoy comprometido y no permitiré intimidaciones de nadie”. Pues nada, al panteón de los héroes.

Sesma: “Le respondí con una patada y ese es el hecho por el cual me arrepiento mucho”, pero “el que no se enoja acepta lo inaceptable y tolera lo intolerable”. Mejor la patada, entonces. Qué mucho hombre.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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