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Vicente Fernández
Tribuna
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Chente y el elixir de la mexicanidad

Vicente Fernández fue un ‘crooner’ en traje de charro. El mariachi dejó de ser música de jóvenes para ser el canon de la música de la gran familia mexicana.

Vicente Fernández, durante un concierto en Miami en 2010.
Vicente Fernández, durante un concierto en Miami en 2010.Gustavo Caballero (Getty Images)

El día de la Virgencita de Guadalupe se nos va Chente. Qué dramático fin. Como en una de sus películas, solo queda mostrar los créditos finales y bajar el telón. No esperaba menos. Se nos va el último del gang en caer. Vicente Fernández. De los Fernández de Guadalajara. Criador de caballos enanos, y aún más importante, arquitecto de la quinta esencia mexicanista.

Ya quedan muy pocos. Ya están en el cielo gran parte de los Sgt Peppers de la música mexicana: Chente junto Lucha Villa, Antonio Aguilar, Pedro Infante, Jorge Negrete, Javier Solís, Chavela Vargas y por supuesto José Alfredo.

Vicente fue un crooner en traje de charro. Intérprete de las canciones más sentidas que apachurran el corazón de los mexicanos. Con su voz llena de lágrimas. A veces pícaro, romántico empedernido. Soñador y aventado. Guapo y bigotón.

Chente fue parte de una segunda generación de mariachis del cine y la televisión. Aunque mucha de su personalidad era cercana a la de Pedro Infante y Jorge Negrete, siempre fue más un mariachi de ranchería y menos de ciudad. Sus portadas reflejaban eso; con caballos o en su establo con sus animales. Un badass charro: una suerte de John Wayne de Jalisco. Bling bling rural.

Como muchos de los grandes cantantes de su época, vimos cómo Chente pasó de ser un cante de a pie (o en su caso de a caballo) a llevar a nuevas alturas el espectáculo mariachi. Lo convirtió en una cosa desapegada de la juventud y mas cercana a un espectáculo familiar. El mariachi dejó de ser música de jóvenes para ser el canon de la música de la gran familia mexicana.

Para Chente, su música debía de ser un rito lujoso donde los cantantes eran casi deidades, acompañados por 50 mariachis en traje de charro, como orquesta de Hollywood en escenarios majestuosos como el Auditorio Nacional o inclusive, en su mítico concierto de despedida en el Estadio Azteca.

Chente tuvo una carrera larguísima que lo convirtió en el más grande Mariachi Superstar. Nadie como él supo conectar con los mexicanos migrantes en Estados Unidos. Fue de los primeros en pensar que México y su vecino somos un solo país. O por lo menos, todos hablamos español y compramos tickets

Cuando pienso en Vicente, pienso en ese México en franca erosión. En el México priísta controlado por Televisa. En el México pre-TLC. En un país de grandes monolitos. En un país de dos sabores. O eras pro PRI o contra PRI. O eras pro Fernández o eras pro Aguilar. Un México de rancherías y de tradiciones. Un México de machos con sus mujeres como trofeo.

Chente no dejaba de cantar hasta que se acabaran los aplausos. Siempre tuvo una gran generosidad en sus conciertos. No creo que su muerte signifique que se se hayan acabado esos aplausos. Tal vez, únicamente se retiró a descansar mientras se acababa una botella más de tequila.

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