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INFORME DE GOBIERNO 2021
Columna
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Las mentiras y los éxitos de López Obrador

Cada quién leyó el mensaje desde una trinchera ideológica distinta. Sus acérrimos críticos se perdieron de la oportunidad de ver un México que ha cambiado relevantemente para los trabajadores, contribuyentes y consumidores. Sus acérrimos defensores se perdieron a un presidente que subió a tribuna confundiendo sueños con realidades

Viri Ríos
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en su tercer informe de gobierno, este miércoles.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en su tercer informe de gobierno, este miércoles.Sáshenka Gutiérrez (EFE)

Ante un país profundamente polarizado, un México que cada vez pierde más la capacidad de distinguir las pasiones de los hechos, López Obrador se dirigió a la nación.

Su mensaje fue estratégico, una fusión apacible de tres temas: los avances de su sexenio, los retrocesos disfrazados de avances y sus muchas buenas intenciones. Como en toda buena propaganda, López Obrador mezcló verdades con sospechas y abiertas mentiras. Lamentablemente, si algo sabe hacer bien López Obrador es eso.

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Cada quién leyó el mensaje desde una trinchera ideológica distinta. Sus acérrimos críticos se perdieron de la oportunidad de ver un México que ha cambiado relevantemente para los trabajadores, contribuyentes y consumidores. Sus acérrimos defensores se perdieron de aún más. No pudieron observar al presidente disminuido que subió a tribuna confundiendo sus sueños con las realidades.

Nadie puede escatimar que López Obrador ha tenido éxitos relevantes. Los trabajadores tienen un salario mínimo 44% superior que el que tenían en 2018, se ha regulado el outsourcing permitiendo que millones de trabajadores coticen ante el IMSS y el acceso a los créditos del Infonavit se han facilitado. Más aún, la regulación secundaria de la reforma laboral (y la aprobación de un T-MEC que la vigila) ha comenzado a expulsar a sindicatos corporativistas mediante elecciones libres – algo que hace apenas unos años no hubiéramos ni soñado.

En materia fiscal, si bien México todavía cobra muy pocos impuestos, el SAT logró llegar a su máximo histórico de recaudación en 2020. Empresas globales como Google, Uber, Booking y Amazon comienzan a pagar impuestos luego de años de operar como en un paraíso fiscal. La mano dura ante los evasores ha sido evidente. En sexenios anteriores se condonaron 33.000 millones de pesos en impuestos, algo que no ha vuelto a suceder – aunque las condonaciones de intereses y multas fiscales siguen.

Otros aspectos menos conocidos son también avances importantes. Destaca el trabajo de la Sedatu en cuanto a mejoramiento urbano, la implementación del etiquetado frontal que ha llevado a la reformulación de alimentos procesados y el aumento en las pensiones de los adultos mayores – aunque de manera poco progresiva.

Un López Obrador ecuánime y juicioso bien pudo haberse quedado ahí. Ahondar en las cosas que se han hecho bien, decir lo que va a hacer mejor.

Pero no, decidió mentir. Listo una cantidad enorme de retrocesos disfrazados de avances como parte de su mensaje. Destaca la cancelación del aeropuerto en donde el presidente quiere hacernos creer que el nuevo aeropuerto que construye con ayuda del Ejército será más barato y se terminará más rápido. En realidad, una vez que se han considerado los costos de la cancelación el proyecto original, lo que él construye es un gran elefante blanco.

El presidente celebra que la inversión privada no llegue a México en la industria energética, algo a todas luces equivocado. Y peor aún, promueve una reforma que califica de histórica, pero que de aprobarse, aumentará el costo de los energéticos y limitará producción de energía limpia.

El tema educativo es quizá el más preocupante. El Gobierno federal dice que se otorgan más recursos para la mejora escolar aun si sabemos que no hay dinero ni para reparar las escuelas que fueron saqueadas durante las cuarentenas. Y celebra la construcción de 140 universidades que, en realidad, son centros de estudio precarios. De la falta de calidad educativa no se habla.

Los retrocesos disfrazados de avances que el presidente listó fueron muchos: el aumento en las remesas que llegan de Estados Unidos, la promesa vacua e innecesaria de no subir los impuestos y la idea de que la Bolsa de valores es un sinónimo de progreso.

Lo más inquietante de todo el informe fue observar a López Obrador abandonarse a mezclar realidad con sueños. Dijo que México era un país de legalidad, una democracia consumada, una nación con transparencia plena y derecho a la información. Habló de un México maravilloso, que no existe, donde ya no se violan los derechos humanos y en el que él ha cumplido casi a cabalidad su misión.

Nuestro presidente vive en un país donde el 44% de las personas son pobres, el 38% de los trabajadores no puede alimentar a su familia y hubo 500.000 muertes en exceso durante los primeros meses de la pandemia. Con desempacho y desenfado nos dice “misión cumplida”. Presume que si su presidencia terminara el día de hoy se iría tranquilo.

Al escucharlo celebrarse me lamenté. López Obrador tomó posesión hace tres años al frente de un México ávido de sacudirse del neoliberalismo rancio que lo había gobernado por casi tres décadas. La meta era digna y loable: reclamar lo público para todos, no para las élites. El entusiasmo era vívido. Soñamos con un México mejor.

A tres años de sexenio la realidad nos tiene lejos de ese sueño. Vivimos completamente despiertos en un país donde nuestros sueños se han cumplido parcialmente, demasiado parcialmente.

No así a López Obrador. El presidente ha decidido dormir el dulce sueño de la ignorancia autoinducida. De quien decide no ver sus retos, sino inventarse éxitos. Su sueño es una afrenta a quienes votaron por él. La mitad del sexenio nos deja muy lejos del país que López Obrador nos pidió que soñáramos. El presidente ya nos abandonó. Prefirió soñar.

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