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Columna
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Lorenzo Córdova y sus puntos ciegos

El titular del INE no está al frente del órgano electoral de los noventa, que habitaba un mundo con mayores consensos. Hoy el instituto tiene atribuciones que deben implementar en una sociedad más polarizada

Viri Ríos
El presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, en 2019.
El presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, en 2019.Mario Guzmán (EFE)

Lorenzo Córdova se ha enarbolado como paladín de la justicia electoral y ahora el Tribunal Electoral le ha mandado una manzana envenenada: le ha pedido que defina medidas cautelares para las conferencias matutinas de Andrés Manuel López Obrador. Es decir, el tribunal permitirá que el Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE) proponga un curso de acción con respecto a qué tipo de medidas se utilizarán para evitar que las mañaneras tengan influencia en las campañas políticas.

La decisión será dinamita. Si bien esta recae sobre el consejo del INE en su conjunto, lo hace con más fuerza en Lorenzo Córdova, quien se ha convertido en la cara más visible del instituto y quien, lamentablemente, tiene importantes puntos ciegos. El más importante de ellos es no ser consciente de su propia ideología, no moderarse cuando se expresa y, por ello, tener al INE y a López Obrador en medio de un diálogo de sordos.

Lorenzo se vive a sí mismo, o al menos eso parece, como un neutral, una suerte de implementador de la ley con guantes blancos. Se expresa de su mandato como si los asuntos del INE fueran casi apolíticos. No es así. La ley electoral, sus aplicaciones y muchas de las acciones del INE, incluso de manera indirecta, son acciones inherentemente políticas. Mientras Lorenzo continúe sin evaluar a cabalidad sus propios sesgos, visibles en los temas que escoge para sus comunicaciones públicas, las conferencias que se organizan en el INE, e incluso, sus videos en redes sociales, solo contribuirá con atizar más la lucha de poder entre López Obrador y el INE.

El consejero ha caído en varios errores, todos evitables. Por ejemplo, frecuentemente en sus comunicaciones usa términos ideológicamente cargados pretendiendo que son neutrales. Habla peyorativamente del “populismo” como si el término estuviera bien definido o como si este no fuera ampliamente debatido conceptualmente. Peor aún, el consejero presidente no parece siquiera entretener la idea de que para muchas corrientes ideológicas el populismo es un término positivo pues supone que los gobernantes son representantes legítimos de mayorías oprimidas.

La interpretación de Córdova de los causales detrás de la inestabilidad política también es ideológica, aún si la viste de incuestionable. Esto fue notorio hace unos días cuando, en respuesta a lo sucedido en el Capitolio de Estados Unidos, Lorenzo dio un discurso donde argumentaba que, cuando se habla de divisiones, se siembra el camino a la violencia.

En realidad, décadas de historia muestran que cuando no se habla de las divisiones, cuando éstas se mantienen como un tabú que nadie discute, es cuando se siembra el camino para una ruptura violenta. No hay nada que lleve a la violencia con más rapidez que asumir que las injusticias no existen si no se les vocaliza. Y que quien lo hace debe ser castigado por ello.

Otro punto ciego del consejero, pero también del INE más ampliamente, es en la organización de sus conferencias. La diversidad de los paneles y conferencias que suceden dentro del instituto en muchas ocasiones deja mucho que desear –probablemente porque la definición de “experto” es también una cuestión de redes y de poder–. Poner atención en a quién se invita y qué temas se tocan ayudaría mucho a que el INE mejorara su actuar.

El punto ciego más grave del consejero electoral es que él piensa que expresar públicamente sus puntos de vista no solo es deseable, sino que es parte de su labor. No es así. De la misma forma en la que López Obrador podría informar sobre sus acciones sin hablar constantemente del “neoliberalismo” o de los “enemigos políticos”, Lorenzo también podría hacer un esfuerzo por ser menos cargado en sus discursos. Su puesto así lo necesita.

Yo no tengo duda de que Lorenzo Córdova es un hombre inteligente y profundamente comprometido con México. Su carrera y experiencia en el servicio público lo prueba. Sin embargo, su protagonismo innecesario está poniendo en vilo la legitimidad del INE.

El INE de hoy, no es lo que era en los noventa. Cuando el INE, entonces un organismo federal, fue creado, México era menos plural y por tanto la labor de consejeros como Woldenberg era relativamente menos espinosa. El INE habitaba un mundo con mayores consensos. Hoy el INE y el Tribunal Electoral tiene atribuciones que deben implementar en una sociedad más polarizada. Ello requiere que sus acciones sean doblemente más cuidadosas y consideren más ampliamente el contexto.

El objetivo del INE debe ser lograr la equidad de la contienda. La meta es lograrlo sin enterrar la legitimidad del propio instituto en el camino. Es momento de templanza y mesura. Una democracia requiere instituciones sólidas, pero también liderazgos prudentes. Lorenzo Córdova debe ser un funcionario impecable y ello requiere retarse a ver el mundo de manera distinta.

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