Los 100 años del Tenampa, el emblema del mariachi en Ciudad de México
EL PAÍS visita la centenaria cantina en una de sus noches de tequila y comida jalisciense. Abrazada por la plaza Garibaldi, la música no deja de sonar en su interior
Cuenta la leyenda popular que Chavela Vargas y José Alfredo Jiménez se encerraron por tres noches en el Salón Tenampa, al norte de Ciudad de México, tomando tragos de tequila y cantando al ritmo de los músicos que merodeaban entre la clientela de la gran cantina. Es ahí donde, en la noche, un grupo mariachi comienza a interpretar uno de los clásicos de Paquita la del Barrio, Tres veces te engañé: “Tú que me dejabas / Yo que te esperaba […]”. Sentado en una de las mesas, Daniel Gómez cierra los ojos. Aprieta el puño y lo sacude al ritmo de la música. Canta sentido: “Yo que tontamente / Siempre te era fiel”. Las mesas del lugar están casi llenas, los mariachis se pasean ofreciendo canciones a los clientes y los camareros atienden las mesas compenetrados, como los músicos de una orquesta. Es la noche de un miércoles en el Salón Tenampa, el gran emblema del mariachi en la capital, que este sábado cumple 100 años.
El mariachi continúa rodeando la mesa de Daniel Gómez, que mueve los hombros acompañando al sonido de los violines. Es la primera vez que pisa el lugar. Viene de Los Ángeles, California, y le acompaña un grupo de amigos: “El lugar es súper chill [tranquilo]. Imagínate venir del otro lado y vivir esto”. Un gran cuadro de Pedro Infante y Jorge Negrete preside el Salón Tenampa, rodeado de los retratos de otros de los grandes artistas de la música, Juan Gabriel, Chavela Vargas. Dicen los empleados que en los días fuertes pueden llegar a pasar por el lugar unas 800 personas; unas 200 cuando la cosa afloja.
Marcos Montes (Ciudad de México, 57 años) subraya que la música nunca deja de sonar en el lugar. Viste un traje de charro beige claro con detalles dorados y de su cuello cuelga un pañuelo azulado, el uniforme del Mariachi Guadalajara. Cuenta que su padre actuó en la cantina durante 50 años y que él ya va por los 38. “Garibaldi [la plaza que abraza el local] está lleno de mariachis, pero el Tenampa es un lugar emblemático”, dice.
Montes agarra el violín y se une a sus compañeros. Comienza a cantar Estos celos, de Vicente Fernández: “Te miré. Estabas tan bonita, tan sensual […]”. Dos clientas le hacen el coro. El Mariachi Guadalajara es uno de los elegidos por el convenio del Congreso del Mariachi para actuar en el Tenampa. Ninguno de los que actúan en la plaza pueden entrar sin esa licencia. Montes dice que Garibaldi puede albergar a unos 2.000 mariachis durante los fines de semana, y que en el Tenampa actúan unos siete. A él le gusta cantar Los soles jaliscienses (“es algo que nos representa”); pero lo que más le piden es cantar Mujeres divinas, Serenata huasteca, Estos celos o De qué manera te olvido.
‘Desmañanados’ y un plato de birria
Las trompetas entonan la característica melodía de la polémica canción Mátalas, de Alejandro Fernández. El compositor de ese y otros temas como Rata de dos patas, Manuel Eduardo Toscano (Catemaco, Veracruz, 73 años), recuerda una de las pícaras historietas que le ocurrieron allí en sus primeros años como autor, hace ya varias décadas. Salía junto al director artístico Jorge Nájera –ya fallecido– de los estudios de Discos Orfeón, donde grababan al payaso Cepillín. “Íbamos desmañanados, y pedimos una birria. Nos la sirven, pero ya estaba amaneciendo y le habían echado mucha agua. Entonces, no nos gustó”, recuerda. Esa noche, Nájera le dice que no se preocupe (“no lo vamos a pagar”) y se arranca un cabello. Lo echa a la birria y llama al mesero. “Esto trae un cabello. Ya no queremos nada”, le dice.
Toscano se muestra alegre al asegurar que el Tenampa tiene un valor “de veras”. “Es tan importante que compositores como don Pepe Guízar le han escrito canciones [Mi Tenampa, interpretado por Pedro Infante]. Esas canciones le han dado la vuelta al mundo nombrando el lugar. Por lo tanto, no deja de ser importantísimo para la historia del mariachi”, expone. Remarca que visitar el Garibaldi sin pisar la cantina deja un vacío, y sigue: “Seguramente, el mariachi, porque se la pasa a diario [allá], ya no le toma tanta importancia, pero para mí como compositor es importantísimo”.
El papel picado de colores que cuelga en el techo advierte del centenario: “Tenampa 100”. Fernanda Aguilera (Estado de México, 37 años) es la tataranieta del primer dueño, Juan I. Hernández. El negocio siempre ha sido de su familia. Desde los 22 codirige el lugar con su mamá, tras el fallecimiento de su padre. “Desde muy chiquita no me daba cuenta de la magnitud de lo que era este lugar. Simplemente, para mí era una realidad, las festividades familiares, bautizos, festejos. […] Mi misión siempre fue mantener el legado de la familia y del lugar”, indica. Aguilera tiene claro los puntos fuertes que han llevado al local a mantenerse 100 años después y durante la conversación suelta algunas máximas sobre ello: “El Tenampa es historia viva”; “en el Tenampa se vive esta identidad de sabores, colores, olores, sonidos de un México que parece muy antiguo, pero que el día de hoy”; “es internacional porque se posiciona como el lugar donde puedes escuchar a este grupo formalizado. Antes los grupos [el mariachi] estaban en la calle”.
José Alfredo Jiménez y un tequila
En las puertas del lugar, Saúl Palacios (Estado de México, 23 años) saca una de sus mejores sonrisas ante la cámara. Es uno de los trabajadores que durante tres años ha servido a la clientela. Cree que el éxito del Tenampa se debe a las personas de renombre que lo han visitado, pero también en “la conservación de las tradiciones mexicanas”. “Laboro aquí desde hace tres años y la verdad que ha sido una experiencia muy grata para mí. Es un lugar que conserva las tradiciones y que apapacha al público en general”, dice.
Palacios sostiene que una parte esencial del lugar es fomentar el patrimonio del mezcal y el tequila, las dos bebidas que más éxito tienen. En su carta tienen cócteles como las mezcalitas o los margaritas (“bebidas tradicionales que sí o sí deben probar”, dice), pero destaca el ponche de granada, una mezcla de tequila, granada y trozos de nuez, cuya receta completa solo conoce un tapatío al que llaman Jerry. ¿Cuáles son los platillos que más triunfan? “Nuestra esencia es Jalisco. Algo que aquí nunca falta son las quesabirrias, la birria, el pozole, la torta ahogada. Y la botana Tenampa, un platillo con garnachas mexicanas que pone toda la gastronomía mexicana en un plato”.
En el Tenampa se vive un México que parece muy antiguo, pero que el día de hoyFernanda Aguilera, dueña del Salón Tenampa
El autor de Días de sol, noches taqueras, Alonso Ruvalcaba (Ciudad de México, 52 años), leyó hace 25 años un artículo sobre la “gastronomía mariachi” en la revista estadounidense Saveur, y desde entonces llama así a la comida que se sirve en los establecimientos de la plaza Garibaldi. “Este tipo de cocina es más como de Tlaquepaque [un municipio cercano a Guadalajara]. Hay unos cuantos platillos muy particulares del municipio, no de Jalisco en su total, como el caldo michi, un tipo de birria particular, tatemada, o machitos”, firma. Y explica: “El Tenampa es más bien como la versión filtrada y limpia de eso. Tlaquepaque también ha ido blanqueando esa comida, porque su venta principal es a gente que no vive ahí, sino que la que va de peda”.
El también cronista cuenta que hace 30 años la plaza que abraza al Tenampa “era una fiestota”. “Era el único lugar donde podías beber en la calle sin tener que estar en un lugar [...] Eso ha ido cambiando, porque cambió la ciudad y se fue puliendo para recibir a más gente que venga a gastar”, narra. Era el lugar al que iba en nombre del peligro, tentado a vivir alguna aventura que podía acabar en una noche épica o encerrado en un calabozo: “Cuando vine a vivir a centro, hace como 22 años, todavía fui algunas veces a la plaza Garibaldi a conseguir mota o coca. Todo eso ya ha cambiado en ese sentido. También el Tenampa ha cambiado”.
Cuenta Palacios que el salón antes solo era cantina, y que la oferta gastronómica se introdujo más tarde. Para Ruvalcaba, ese giro es una muestra de que el lugar supo leer los cambios de clientela. “Considerando que sigue abierto, es un triunfo. Si ya aguantó 100 años, es un acierto. Lo único que importa en la vida de los restaurantes es vender y sobrevivir”, expone. Dice que el gran giro se ha notado desde comienzos de los 2000: “Antes [Garibaldi] era la plaza más vomitada de México, ahora es como una atracción turística, lo cual no tiene nada malo”.
José Luis Hernández (Ciudad de México, 61 años) apoya su barbilla sobre su gran arpa, como si el tiempo comenzara a pesar en la cantina. Viste un traje blanco, algo más modesto que el charro. Es el uniforme del Mariachi Jarocho, la agrupación con la que ha rondado el Tenampa 46 años, más de la mitad de su vida. “[Formar parte de esa historia] es una cosa muy bonita. Es algo que siempre ha estado con uno: uno con el Tenampa; el Tenampa con uno. Creo que vivo más en el Tenampa que en mi casa”, asegura. Y sentencia: “Ser parte del Tenampa es algo inexplicable”. Como a Montes, el tema que más le piden es el de Serenata huasteca. Cuando lo menciona señala el gran cuadro que tiene a su derecha, en el que aparece José Alfredo Jiménez, el autor del tema.
La música no ha dejado de sonar un solo minuto por toda la plaza Garibaldi. Algo parecido ha ocurrido en el interior del Tenampa. Las escenas dividen el lugar como fotogramas: Daniel Gómez canta en una de las mesas, una pareja asiática se levanta y comienza a bailar al ritmo del mariachi. En el centro del lugar, los violines comienzan a acompañar a las guitarras para interpretar La bikina, un clásico de la música mexicana compuesto por Rubén Fuentes: “Altanera, preciosa y orgullosa / No permite la quieran consolar […]”. La noche no parece tener fin en el salón.