Mariposas monarca con un diminuto transmisor GPS para monitorear sus rutas y afinar los esfuerzos de conservación
La población de mariposas monarca cayó desde 2018 por las sequías y la falta de colaboración internacional tras la pandemia de la covid-19


El 11 de noviembre, una mariposa monarca llegó a su hogar para los meses de invierno: los bosques entre Michoacán y el Estado de México. Hacía más de un mes que había salido de Ontario, Canadá, y entró a Estados Unidos, donde atravesó con rumbo suroeste los Estados de Ohio, Kentucky, Tennessee y Misisipi, antes de virar al este en Luisiana y luego cruzar Texas. A la altura de Ciudad Acuña, en Coahuila, cruzó la frontera y viajó al sur, pasando por Zacatecas, San Luis Potosí, Aguascalientes y Jalisco, antes de volar dirección oeste y recorrer Michoacán hacia el árbol oyamel donde dormirá hasta la primavera. Una travesía de casi 3.000 kilómetros hasta llegar a la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca, que este 2025 es la primera vez que se puede conocer con tanto detalle. ¿El truco? Esta mariposa, como otras 499 este año, lleva pegado en su cuerpo un diminuto transmisor.
𝐋𝐋𝐄𝐆𝐀 𝐃𝐄𝐒𝐃𝐄 𝐂𝐀𝐍𝐀𝐃𝐀́ 𝐋𝐀 𝐒𝐄𝐆𝐔𝐍𝐃𝐀 𝐌𝐀𝐑𝐈𝐏𝐎𝐒𝐀 𝐌𝐎𝐍𝐀𝐑𝐂𝐀 𝐂𝐎𝐍 𝐓𝐑𝐀𝐍𝐒𝐌𝐈𝐒𝐎𝐑 𝐀 𝐋𝐀 𝐑𝐄𝐒𝐄𝐑𝐕𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐁𝐈𝐎𝐒𝐅𝐄𝐑𝐀 𝐌𝐀𝐑𝐈𝐏𝐎𝐒𝐀 𝐌𝐎𝐍𝐀𝐑𝐂𝐀 viajó +2,990km desde📍Ontario🇨🇦 (Código PP0017) pic.twitter.com/B9fyYFhsDj
— Correo Real-Mariposa Monarca (@correorealmx) November 12, 2025
Este transmisor se llama BluMorpho, desarrollado por la empresa Cellular Tracking Technologies y el Cape May Point Arts & Science Center, y solo pesa 0,06 gramos, se lee en un texto de la Xerces Society for Invertebrate Conservation, que ayudó a probar el chip. La novedad es que, mientras los anteriores modelos solo podían ser detectados por receptores especiales, estos interactúan con cualquier teléfono celular. Basta con bajarse la aplicación Project Monarch y activar la opción de “Escanear” si se ve cerca un racimo de mariposas monarca volando.
“Hace poco, David La Puma, de la empresa Cellular Tracking Technologies, logró desarrollar un chip que se puede colocar en las mariposas monarca, muy frágil y ligero para no crear problemas con el vuelo, usando un pegamento especial para que se mantenga durante todo el viaje migratorio”, explica Jerónimo Chávez, de la organización Profauna, que está ayudando a rastrear estas mariposas. Con estos datos, dice, se pueden seguir las rutas migratorias y ver cómo se alteran por los patrones climáticos. “Con esta tecnología, vimos este año como una mariposa monarca fue por la costa este de Estados Unidos, pasó por las islas de Caribe, y entró a México por Veracruz”, describe Chávez. En su equipo creen que hibernará por Hidalgo.
Profauna son los organizadores de Correo Real, uno de sus programas de conservación, en activo desde 1992. Tienen un eje educativo y colaboran con organizaciones y gobiernos de México, Estados Unidos y Canadá, pero también llevan una red de monitoreo ciudadano, en la que cientos de particulares registran y documentan las migraciones de primavera y otoño de las monarcas. El trabajo de Correo Real fue clave para conocer las rutas migratorias de las mariposas dentro de México.
El ciclo de la mariposa monarca comienza en primavera, en las plantas de algodoncillo del centro y norte de Estados Unidos y sur de Canadá. En estas plantas, las únicas donde ponen sus huevos y única fuente de alimento para las orugas bebé, se crían varias generaciones de monarcas, hasta que hacia finales del verano, la disminución de horas de luz y de la temperatura, hacen que nazca la que llaman generación Matusalén. A diferencia de las anteriores, que mueren a las seis semanas, viven entre ocho y nueve meses, lo suficiente para migrar a hibernar en México, en los bosques de oyamel. Luego suben hacia Estados Unidos, principalmente a Texas, para poner los huevos de una primera generación que luego volverá a las plantas de algodoncillo del centro y norte de Estados Unidos y sur de Canadá. A través de esta migración, trasladan el polen de las plantas con flores, ayudando a la diversidad genética del continente.
Justo en los algodoncillos es donde la doctora Karen Oberhause ha desarrollado su proyecto ciudadano Monarch Larva Monitoring Project, que lleva operando desde 1996. “Tenemos voluntarios por todo Estados Unidos, Canadá y México, que lo que hacen es monitorear una vez a la semana un punto donde hay algodoncillos, y cuentan cuántos huevos y orugas de monarca hay”, cuenta Oberhause. Con 400 sitios supervisados cada temporada, esto les permite ver cuál es la densidad de monarcas y qué tasa de supervivencia hay.
Para convertirse en colaborador —community scientist, lo denominan en inglés—, los voluntarios pueden formarse en talleres presenciales que organiza cada año el proyecto o con los recursos que hay en su página web, donde además pueden revisarse todos los datos, de todos los puntos, desde 1997.
“La realidad es que los números de mariposas monarcas son mucho menores ahora”, lamenta Oberhause. “Lo interesante es que si analizamos los sitios de cría, no ha bajado tanto; y el mayor cambio lo vemos en México, donde cada vez menos monarcas logran llegar invernar, y eso nos dice que cada vez hay menos hábitat para hibernar y menos lugares donde puedan criar las monarcas”, apunta.
En México, uno de los métodos para medir y comparar las poblaciones que llegan cada invierno son las hectáreas ocupadas en el área de influencia de la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca. Con una superficie de 500 kilómetros cuadrados, lleva establecida desde los años 80 del siglo pasado y alberga bosques de oyamel, pino, encino y cedro en varios municipios de Estado de México y Michoacán.
Cada diciembre y enero, grupos de técnicos recorren la zona de hibernación, midiendo qué superficie de la misma está ocupada por las mariposas monarca. En 1996, el año récord, había 18 hectáreas con mariposas, mientras que en 2013 se llegó a su punto más bajo, 0,67 hectáreas. Ese año, Canadá, Estados Unidos y México comenzaron a realizar trabajos en conjunto para aumentar la cantidad. Los esfuerzos surtieron efecto y se recuperó la población, logrando llegar a seis hectáreas en 2018, pero desde entonces ha ido declinando, volviendo a bajar de menos de dos hectáreas en 2024. Los investigadores lo atribuyen a los años de sequía, que causaron que las mariposas no pudieran encontrar suficientes recursos para su migración, y a la caída en la colaboración internacional tras la pandemia de la covid-19.
Un estudio reciente, La expansión del monocultivo del aguacate amenaza el hábitat de hibernación de la mariposa monarca en México central, vaticina que la combinación entre cambio climático y los precios al alza del aguacate presionarán la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca. Este artículo analiza la expansión del aguacate de 2006 a 2024 dentro de las zonas de amortiguación de la reserva, áreas que se establecen alrededor de su núcleo como una suerte de escudo, e hipotetiza varios escenarios según diferentes modelos climáticos.
“Bajo el clima actual, vimos que hay 5.000 hectáreas que son adecuadas para el cultivo de aguacate”, elabora uno de sus autores, Jesús Eduardo Sáenz-Ceja, doctor en biología y miembro del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la Universidad Autónoma de México. “Si metemos la variable de cambio climático, la superficie aumenta hasta 10.000 hectáreas, ya que zonas más altas, que ahora son frías o templadas, van a cubrir los requisitos para cultivar aguacate”, advierte. Estos nuevos potenciales campos de cultivo son bosques.

Plantar aguacate, advierte, no es ilegal, siempre que se haga con modos de producción sostenibles. “El problema es que el 94% de los productores no cumplen y usan pesticidas”. Además, de las 1.345 hectáreas de cultivo que hay ahora dentro de la Reserva, un 25% fue con cambios de suelo ilegales sobre antiguos bosques.
Algunos en México tratan de adelantarse a la desaparición de los ecosistemas. Otro artículo, titulado Establecimiento de sitios de hibernación para la mariposa monarca en climas futuros: expansión del límite altitudinal superior de Abies religiosa mediante migración asistida, describe los esfuerzos de un grupo de científicos de la Universidad de Michoacán por plantar oyameles en los lugares que, en los próximos 40 años, tendrán un clima similar al de las montañas michoacanas, como por ejemplo el Nevado de Toluca.
El plan es tener comunidades de oyameles maduros en mayores altitudes para compensar el aumento de 2,3 grados de temperatura que se espera llegue en 2060. Para entonces, si el cambio climático hace que los bosques de Michoacán no puedan cobijar a las monarcas Matusalén, éstas tendrán árboles donde llegar tras su migración y poder seguir ayudando, trasladando el polen de flor en flor, a la diversidad genética del continente.
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