El potencial del gas natural para ser un puente hacia las energías renovables en México
La mitad de la energía eléctrica del país se genera con gas importado. Para los expertos, esto debe evolucionar hacia la diversificación a una matriz sostenible
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Existe una clara tensión entre los países desarrollados y emergentes en torno a la ruta hacia la transición energética. Mientras Europa insiste en que ha llegado el momento de acelerar el paso, en Asia, Latinoamérica y África se advierten rezagos en materia de crecimiento económico, que dificultan el salto monumental hacia la generación eólica o solar. En este debate, algunos sectores proponen el gas natural como un combustible de transición: menos contaminante que otros fósiles, accesible y visto como un primer escalón hacia las energías renovables.
En ese contexto destaca México, un importador neto y gran consumidor de gas para generación eléctrica, aunque su uso vehicular sigue siendo marginal. Según un estudio de Ember, un think tank especializado en energía limpia, la demanda de gas para electricidad en el país se ha quintuplicado desde 2020, lo que ha disparado las importaciones desde Estados Unidos en medio de una caída de la producción nacional. Las compras internacionales han aumentado más de 22 veces y se estima que casi la mitad de la electricidad consumida en 2024 provino de gasoductos del vecino del norte, lo que expone la alta vulnerabilidad energética del país. El estudio calcula que, si México logra generar hasta 45% de su electricidad con energías renovables en 2030, podría reducir sus gastos de importación en 1.600 millones de dólares anuales.
Para el sector gasífero mexicano, alcanzar esa meta requerirá una serie de decisiones que incluyan innovación, políticas públicas y el fortalecimiento de la producción, almacenamiento y distribución nacional, sin que ello implique la eliminación inmediata del gas.
“Es necesario abrir la conversación para poder establecer todos los puntos de vista y llegar a consensos que permitan el desarrollo, pensando en el gas natural como un combustible de transición que va a permitir la interacción o la diversificación de la matriz energética con otro tipo de energías como la eólica o fotovoltaica. Incluso, a nivel nacional, poco a poco se han ido adoptando de manera muy sorprendente los biocombustibles, en específico, el biogás, que tiene una gran similitud química con el gas natural”, explica Guillermo Gómez, director técnico de la Asociación Mexicana de Gas Natural Vehicular, GNL, GNC y Biogás (AMGNV) y director de la consultoría sustentable G2H.
La quema de gas natural genera aproximadamente la mitad del dióxido de carbono (CO2) que produce la misma cantidad de carbón, según la Comisión para la Cooperación Ambiental de Norteamérica. En el uso vehicular, reduce hasta en 35% las emisiones de CO2, frente a la gasolina o el diésel, que aún alimentan a la vasta mayoría del parque automotor, agrega la AMGNV. Su uso también contribuye a disminuir las partículas suspendidas que deterioran la calidad del aire y provocan enfermedades respiratorias en ciudades altamente contaminadas, como la capital mexicana. El biogás, por su parte, puede emplearse en los mismos procesos térmicos que el gas natural y se obtiene de la descomposición de materia orgánica –residuos sólidos urbanos, restos agrícolas o excretas de animales– que se captura y refina. “Va a permitir enverdecer en algunos procesos del gas natural”, añade Gómez.
El equilibrio entre crecer y conservar
Estos avances científicos serán cruciales en la próxima década de desarrollo en Latinoamérica, más aún cuando gobiernos, corporaciones y consumidores empiezan a sentir con mayor fuerza los efectos de un planeta cada vez más caliente, contaminado y vulnerable a emergencias naturales.
La presidenta Claudia Sheinbaum, una científica de profesión con formación ambiental, ha dicho que su gestión espera duplicar la cantidad de electricidad que se genera con energías renovables, una meta altamente ambiciosa. En 2024, México generó el 22% de su electricidad a partir de fuentes renovables, “por debajo de la media mundial del 32%, y muy por debajo de la media latinoamericana del 62%”, de acuerdo con Ember.
El país también se ha comprometido en tratados internacionales, como el Acuerdo de París, a reducir hasta en 45% sus emisiones de gases de efecto invernadero. “Al día de hoy, estamos carentes de poder llegar”, resume Rubén Ponce, ingeniero ambiental y consultor en Valora, firma especializada en sostenibilidad corporativa. Destaca que, aunque México es uno de los pocos países con paridad de red, es decir, donde resulta más barato consumir renovables que energía convencional, antes de aprovechar esa ventaja es necesario resolver los cuellos de botella de la demanda eléctrica insatisfecha. Actualmente, pocas empresas pueden costear proyectos de autogeneración y almacenamiento, aunque el interés está creciendo, señala.
“Y aquí tenemos una visión dual. La parte social, a nivel de gobernanza privada y gobiernos, que dice: ¿cómo nos preocupamos por nuestra sociedad, la cuidamos a través de nuevas regulaciones y la búsqueda y desarrollo de nuevas tecnologías, para lograr esto de manera inmediata? Y por el otro lado, la parte económica que se pregunta: ¿cómo desarrollamos nuestra economía, porque no podemos parar y perder calidad de vida?”, agrega.
Esta realidad también refleja un cambio de paradigma que ha empezado a tomar tracción global y que reconoce con humildad que intentar eliminar totalmente la huella ambiental que genera la acción humana es prácticamente una utopía. Por ende, los esfuerzos deben enfocarse en reducir, mitigar y compensar los impactos.
“Mucha de la crítica es que, si se aumenta el consumo de gas natural, existirá también una gran cantidad de emisiones, sobre todo fugitivas, que no se van a poder controlar”, reconoce Gómez, del sector gasífero. “Sin embargo, la contribución de emisiones de metano (el principal componente del gas natural) del sector de petróleo y gas es del 10% de las emisiones fugitivas en México. El resto proviene del sector agropecuario, por el consumo de carne de animales, ya sean puercos o reses principalmente, que generan alrededor del 60%. Y el otro 30% está en los residuos sólidos. Y ahí hay un punto a favor para el biogás”, concluye.