Ir al contenido

Liliana Viola, autora de ‘La hermana’: “Una biografía vale más por lo que diga de la sociedad de un personaje que por los hitos de su vida”

Un perfil de Martha Pelloni convierte a Viola en la primera mujer ganadora del Premio de Crónica Anagrama

La justicia nunca ha sido un ente abstracto que debemos dar por hecho, aunque así lo contemplen la ley o la idea de una divinidad justa. Ya en el siglo III d.C, Domicio Ulpiano la asociaba a la voluntad puesta al servicio del otro. Pero esa voluntad, aclaraba el jurista romano, debía ser “constante y perpetua”. La justicia, que es el derecho a tener derechos, se conquista, se pelea. O así lo entiende Martha Pelloni, una carmelita teresiana que desde 1990, y a partir del cruel asesinato de la joven María Soledad, ha liderado una lucha continua contra la impunidad en Argentina. Treinta y cinco años después de aquellos hechos, Pelloni, la “monja justiciera”, se convierte en la protagonista de un libro extraordinario llamado La hermana (Anagrama, 2025), con el que la periodista bonaerense Liliana Viola (1963) ganó la sexta edición del Premio de Crónica Anagrama.

En su época, el caso María Soledad demostró que la democracia alcanzada 13 años antes había nacido truncada y que de la dictadura no solo sobrevivieron crímenes horrendos, sino también la complicidad de los poderosos y, por supuesto, la impunidad. Lo que le ocurrió a aquella chica de 17 años -drogada, violada y asesinada- en la provincia de Catamarca resultó que era más común de lo que cualquiera esperaría. Sin embargo, aquella tragedia no pasó como las demás: se volvió la lucha personal de una monja contra las élites políticas y hasta elementos de la propia Iglesia, y más tarde la de unos cientos, y luego la de Catamarca entera, y después la de todo el país.

La hermana es un extenso perfil que explora a la heroína insospechada en que se convirtió Pelloni, despojándola de todos los clichés de sus hábitos, pero es también, sobre todo, una radiografía de la Argentina de hace 35 años, que dialoga muy de cerca con el presente. La manera en que Liliana Viola cuenta esta historia no solo reivindica la rebeldía como un derecho y un deber, sino que demuestra que la búsqueda individual de justicia puede convertirse en una exigencia colectiva y, potencialmente, cambiar la sociedad.

Martha Pelloni marcó una época con sus marchas de silencio, en las que exigía justicia para los niños y niñas abusados por los “hijos del poder”, criminales emparentados con las élites políticas que en las provincias funcionaban como auténticos cacicazgos. La imagen de la monja convertida en detective y justiciera se volvió entonces en una obsesión para Liliana, quien se hizo de un archivo inmenso sobre ella y sus denuncias. Después, luchando contra su propia timidez, se envalentonó y fue a entrevistarla, pero pasó algún tiempo antes de que decidiera qué hacer con toda esa información. “Entonces leí esa línea en las bases del Premio de Crónica Anagrama, que pedía ‘una apertura en el concepto literario de crónica’. Eso fue lo que me llevó a escribir este libro”, cuenta la autora, ahora la primera mujer ganadora del certamen.

“Es cierto que esta crónica no es una crónica”, dice también, pensando en lo que los puristas de los géneros periodísticos podrían especular sobre la materia prima de su libro, mayormente bibliográfica y documental. “Pero, por otro lado”, continúa, “la crónica permite un montón de cosas y, sobre todo, exige hacer literatura, vaya a saber uno qué es eso. En la entrevista está lo más biográfico, donde trato de pensar en los lectores y qué les gustaría saber: si una monja se enamora, qué pasa con su sexualidad y también su postura respecto a la Iglesia, porque ella, aun desde dentro, es capaz de cuestionarla. Por su parte, el trabajo de archivo, aunque ocupa un lugar fundamental en La hermana, no está asociado a la vida de la monja, sino a los horrores concretos que ella ha combatido: trata de personas, robo de niños, femicidios, ritos satánicos, trabajo forzado de menores que vienen de Bolivia. Solo pensé que un buen modo de narrar todo eso era mezclándolo con un perfil biográfico.

Periodista. Ciertamente, no es una biografía, aunque toma elementos de ese género, donde ya tienes experiencia. Pienso en Esta no soy yo (Tusquets, 2023), que es una biografía de la escritora argentina Aurora Venturini, con quien tuviste un vínculo especial. Como sea, la crónica, según Villoro, es “un ornitorrinco”…

Liliana. Pero sí hago biografía, y sobre eso tengo una primera ley que me autoimpongo siempre, incluso con La hermana: no me importa la vida de la persona fuera de su contexto político y social. Una biografía, sea de una heroína o de un asesino, vale más por lo que diga de la sociedad de un personaje que por los hitos de su vida.

P. Cuando uno lee en tu libro sobre casos, por ejemplo, de robo de recién nacidos, recuerda la película La historia oficial y surgen muchas preguntas sobre las deformaciones de la democracia argentina, pues esos crímenes se asocian más con la dictadura.

L. Creo que si hay algo que no hemos comprendido es que a la democracia no se le puede pedir todo y que, por el momento, no tenemos nada mejor. Y creo también que nos hemos enfocado muchísimo en juzgar a los gobiernos democráticos por una corrupción de cómic, de alguien que robó una bolsa con billetes al Estado. Y sí, eso existe, pero hay otro tipo de corrupción: la que está en la sombra y se aprovecha de personas con menos recursos. Hablo del narcotráfico, la trata, la venta de niños, hechos macabros que suceden cuando la élite abusa de la gente empobrecida que nadie mira ni escucha, de la gente que desconoce sus derechos. Entonces, hay que pensar la corrupción como un fenómeno más complejo, para que las cosas no terminen en una serie de casos cruentos con la que nos asombramos y luego nos vamos a dormir, que fue como yo recibí ese archivo.

P. Entre los casos que denunció Pelloni hay algunos asociados a ritos satánicos vinculados con élites. Inevitablemente uno piensa en la ficción, como en Nuestra parte de noche de Mariana Enriquez, no en que estas cosas sean reales.

L. Sí, los ritos satánicos parecen algo de la literatura de ficción, de lo gótico, de un tiempo extraño, pero justamente la monja se preocupaba por eso y decía que no lo debemos tomar con morbo. Ella plantea algo que me parece importantísimo: los ritos satánicos están organizados por gente que no cree en ellos, pero manipula creencias muy válidas (alejadas de la religión católica) de pueblos originarios y comunidades empobrecidas. Lo que descubrió Pelloni es que hay poderes políticos que fomentan esos ritos para implicar a todas estas personas en el narcotráfico. Ahí bajamos a la realidad. Lo que puede parecer una ficción increíble en realidad encubre algo mucho más concreto que vivimos en nuestros países.

P. ¿Qué tan importante han sido Martha Pelloni y el caso María Soledad para el feminismo en Argentina?

L. La rebeldía de la hermana Pelloni, que se define a sí misma como una monja feminista, esa dignidad sostenida sobre tantos años, y esas marchas de silencio (una suerte de “treta del débil”, como las que venían haciendo las Madres de la Plaza de Mayo) marcaron una época. Entonces, yo he intentado hacer una conexión obvia, aunque quizás muchos no la habían visto, entre la nueva ola del feminismo del siglo XXI y este hito que fue el caso María Soledad.

P. Un caso que todavía es recordado…

L. Mucho, y eso que hemos vivido, y vivimos, muchísimos femicidios. Pero lo que sucede aquí es que lo de María Soledad no fue solo el asesinato, sino la reacción popular y el que se lograra un juicio (aunque no todos los implicados fueron castigados). Es un hecho que atraviesa generaciones, y que sea recordado nos habla de memoria e historia. Me parece que es imposible pensar algo, incluido el feminismo, sin mirar los hitos de atrás. Diría que en un momento tan oscuro como el que estamos viviendo en Argentina, con un gobierno que promueve el odio, no podemos bajar los brazos, pues hay una historia que nos sostiene.

Más información

Archivado En