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Alaíde Ventura: “Tenemos duelos incompletos y fantasmas que no sabemos dónde acomodar”

La autora veracruzana conversa con EL PAÍS horas antes de presentar ‘Autofagia’, su nueva novela con la que llega a la FIL de Guadalajara

Alaide Ventura en la feria internacional del libro de Guadalajara, el 30 de noviembre de 2023.
Alaide Ventura en la feria internacional del libro de Guadalajara, el 30 de noviembre de 2023.Hector Guerrero
Hector Guerrero

En 2006 Alaíde Ventura (Xalapa, 38 años) comenzó Amiguiz, un blog donde escribía como desahogo y contaba sus historias. Poco a poco creció y se convirtió en el espacio para buscar una voz personal y, más tarde, se hizo una comunidad de jóvenes que hoy en día son escritoras con sus propios libros publicados y dedicadas al oficio, como ella misma.

Alaíde Ventura llegó a la Feria del Libro de Guadalajara con su nueva novela —la tercera en su bibliografía—, titulada Autofagia (Random House, 2023). En ella narra la historia de una joven que, a consecuencia de las ausencias en su vida, pone a prueba los límites que puede alcanzar su cuerpo en situaciones como no comer y solo beber agua. A la presentación, en el área internacional de la FIL, han llegado las más de cien personas de manera puntual, y otras tantas que se quedan en la puerta esperando que alguien desista para ocupar su lugar. Apenas se presenta a la autora, los celulares comienzan a transmitir en vivo por las redes sociales o a grabar videos; una señora comienza ella misma a saludar a la audiencia a través de su live y otra más sostiene los tres libros de Ventura y se toma una foto con la autora de fondo. Dos horas antes de ingresar al salón, la escritora veracruzana habla con EL PAÍS sobre su novela.

Pregunta: ¿Cómo se vive con las ausencias?

Respuesta: Son duelos incompletos. Este libro lo escribí básicamente durante la pandemia, y no es fortuito porque en la pandemia no había duelos, o sea, no teníamos los rituales de la sanación, el cierre.

P. Usted es de Veracruz, un Estado que enfrenta el gran problema de la desaparición de personas. ¿Cómo se sobrelleva la vida con desaparecidos?

R. Hay un montón de heridas abiertas que son los duelos incompletos, traemos fantasmas, pero en muchos casos ni siquiera estamos seguras de que sean fantasmas, solo quedan resonancias, no sabemos exactamente qué tenemos que mirar, a veces incluso pasa que no sabemos a quiénes colocar en qué categoría. Por ejemplo, en el altar de muertos, ¿quiénes van? No van los desaparecidos, porque no han aparecido muertos. A mí me pasa, yo llevo el nombre de Alaíde Foppa, que es una desaparecida por el Gobierno militar de Guatemala, entonces su cuerpo nunca apareció. Cuando a mí me preguntan ‘¿por qué te llamas Alaíde?’, siempre digo que era el nombre de una muerta y luego pienso: es que nunca apareció, o sea, no está muerta, está ausente.

P. En el libro, la protagonista tiene un sentido muy alto de la protección. ¿Eso también tiene que ver con las ausencias, la necesidad de cobijar a las personas?

R. Sí, y eso también pasa por el cuerpo, porque el cuidado es calidez, es regular una temperatura entre varias, es alimentar, y tiene que ver con el fuego, con el calor. Mis personajes tienen una necesidad de florecer. A través del cuidado, dejas huella en el mundo. Entonces sí, ella fue cuidada dentro de los parámetros, sin juzgar, pues no quiero juzgar a los personajes que yo misma inventé. Ella fue criada como cualquier ser vivo, vegetal, animal, humano. Y, después de eso, es como si la hubieran cortado de raíz. Pero ella sabe que eso puede suceder, y sabe que el agua y los nutrientes hacen eso, levantan a una persona, y entonces tal vez nos podríamos levantar juntas, porque yo tengo carencias, pero tú también.

P. Otra gran ausente en el libro es la comida.

R. El libro habla mucho de los estímulos, de esta hiperestimulación. Lo que pasa con un trastorno alimenticio es que obtienes la satisfacción de la comida sin el alimento, sin el nutriente. Entonces es como una especie de distracción a tu propio cuerpo. Por ejemplo, lo que pasa con el azúcar, es como si fuese la droga occidental. Produce un montón de inflamación y al mismo tiempo un aturdimiento feliz.

P. En el libro se siente mucho la ansiedad de la protagonista, por momentos es muy alta esa sensación.

R. Sí, escribí este libro en un episodio de insomnio crónico grave que me tuvieron que tratar en la clínica del sueño. Sé cómo se siente un cuerpo que respira lento y que respira paz, que se infla, que no se infla, que recibe alimentos, que no recibe alimentos. Entonces conozco la forma de estar ceñida a estos episodios, que también se sujetan a los picos de ansiedad. La ansiedad cuando está arriba en manía, tenemos mucha claridad, somos eufóricas, hay mucha gente que vive en esa manía y que la conocen como súper, es superchispa, dicen, pero es que tiene todo arriba. Pero hay otros episodios de bajón, que siempre llegan, aunque tarden un año, pero siempre llegan, que son de una respiración lenta, que parece que te estás muriendo, o que llegas a decir: es que no voy a terminar de respirar. Tu pecho no se acaba de inflar y desinflar y, al mismo tiempo, el pensamiento revolucionado.

P. ¿Conoce muy bien a la protagonista?

R. Sí, yo conozco cómo funciona ese cuerpo que está reflejado en el libro, yo sé que todos los cuerpos son distintos, pero también sé lo que da esa sobre estimulación que te digo, que es lo que nos tiene ansiosos. Va por muchos frentes, en este caso es la comida, el azúcar; en otros es el alcohol. Pero en las adicciones puede ser hasta el afecto.

P. ¿Escribir el libro le ayudó en estos episodios de insomnio?

R. No, fueron paralelos, fue una correlación, más no una causalidad.

P. ¿Pero en algo ayudó?

R. Con la pandemia me quedó más claro el exterior del cuerpo, creo que a todo el mundo. Una cosa terrible de la pandemia fue que a los que teníamos un poquito de ansiedad, un poquito de depresión, se nos exacerbó. Pero una cosa buena es que se empezó a hablar de ello y empezamos a reflejarnos.

P. ¿Cuánto le tomó escribirlo, entonces?

R. Lo empecé a escribir a los 33 años y lo terminé a los 36, y luego un año de edición, y ya ahora tengo 38.

P. ¿Se ve usted reflejada en algunas de las escenas del libro?

R. Sí, en un montón. En todas, más bien. Me veo mucho en las escenas de infancia. Mi familia proviene justo de Carlos A. Carrillo, que es un pueblo muy, muy miserable en Veracruz. Y me identifico porque yo también tengo la infancia idealizada, como nadar en el río con mis primos. Es un recuerdo muy feliz.

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Sobre la firma

Hector Guerrero
Responsable del área de contenidos visuales en EL PAÍS América. Más de 20 años cubriendo acontecimientos noticiosos en la región.

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