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“En Centroamérica nos gustan los caudillos”

El escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya reflexiona sobre el gusto hispanoamericano por el autoritarismo y las elecciones que consolidarán en el poder de El Salvador a Nayib Bukele

Jacobo García
Horacio Castellanos Moya
El escritor Horacio Castellanos Moya con su última novela, Moronga (2018).PENGUIN RANDOM HOUSE

El escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya, nacido por azares de la vida en Tegucigalpa hace 63 años, termina su clase de literatura en la Universidad de Iowa y atiende vía telefónica a EL PAÍS cinco días antes de las elecciones que consolidarán en el poder de El Salvador a Nayib Bukele. Sus reflexiones hablan de una derecha y una izquierda rebasadas por la Historia, del gusto hispanoamericano por el autoritarismo y de las elecciones del domingo que ungirán a Bukele como el nuevo líder regional de un modelo carente de manuales y necesitado de interpretaciones. La ola de entusiasmo que provoca Bukele en el país centroamericano, a quien Castellanos Moya compara con un Tirano Banderas milenial, son las respuestas de siempre a los problemas de siempre, según el autor de libros como Insensatez o El asco, que el 18 de marzo presentará en España Roque Dalton, correspondencia clandestina (Random House).

Pregunta: Bukele se vende como algo nuevo pero tiene ingredientes tan antiguos como el continente.

Respuesta: Es un personaje que irrumpe y significa el fin a una fórmula agotada de alternancia en el poder entre Arena y el FMLN. Se trata de un bipartidismo que ya se había manifestado desde antes de la guerra entre una izquierda de origen comunista y una derecha de origen fascista, pero Bukele es un fenómeno nuevo. El presidente es tan joven que ni siquiera vivió la guerra, ni tienen ni idea de lo que fue y, en ese sentido, es el fin de un sistema que se desmoronó por sus propios errores y latrocinio. Bukele es algo nuevo. Pero no es nuevo en el sentido de que ya pasó antes en otros lugares de Latinoamérica. Chávez fue el producto del agotamiento de la socialdemocracia y la democracia cristiana. México es el derrumbe del PRI y del PAN. Bukele expresa una situación de época, pero si le añadimos los elementos mesiánicos de su personalidad, así como tiene una cosa novedosa, también tiene mucho de viejo en términos históricos.

P. ¿Los personajes de algunas de sus novelas como Moronga (exguerrilleros emigrados a Estados Unidos) estarían muy despistados en El Salvador de hoy?

R. Absolutamente perdidos, estarían totalmente rebasados, no sabrían de qué se trata porque es un cambio generacional. No sé si los rasgos de autoritarismo y regreso al pasado puede hacer que esos cambios no sean para bien porque es pasar por encima de la Historia sin tener en cuenta las lecciones que nos ha dejado. Factores como volver a meter al Ejército en la vida política o tomarse la Asamblea con los soldados es entrar en una dinámica de autoritarismo que aumentará en estas elecciones con su victoria. Seguramente querrá cambiar la constitución para reelegirse porque es un hombre muy joven. Su figura tiene todos esos ingredientes de la historia política latinoamericana que hacen de un hombre joven un anciano político.

P. Chávez venía del pueblo, pero Bukele era representante de Yamaha, utiliza gomina, gafas de moda y es de buena familia… Nada que ver con el estereotipo centroamericano.

R. Eso le habla a usted de cuáles son los traumas imaginarios de un pueblo. Si él es tan popular es que no buscan a alguien parecido a ellos, sino que parezca que llega de la Costa Azul. Seguramente el anterior presidente (Sánchez Cerén, del FMLN) venía del pueblo donde era un profesor de primaria que se expresaba con dificultad, pero ahora hay una hipnotización que terminará pasando.

P. Eso decían del chavismo y lleva más de 20 años en el poder.

R. Pero con otra base económica. El Salvador no puede ser gobernado con independencia de las decisiones de Washington. Esa es una triste verdad.

P. Parece que Centroamérica es el caldo de cultivo perfecto para este tipo de líderes.

R. Se dan todos los ingredientes pero no es nueva esta estrategia. La guerra entre Honduras y El Salvador en 1969 fue una maniobra distractora para resolver problemas internos y después de eso llegó la guerra civil. No veo lo nuevo en el planteamiento. Veo un grupo de gente que llega a gobernar con una nueva base social y una formación diferente a la que venía de la guerra civil pero finalmente, en los planteamientos políticos y económicos, no veo nada nuevo.

P. ¿De dónde viene ese gusto tan hispanoamericano por el caudillismo?

R. Es una tradición tan vieja y tan intrincada que no tengo una explicación. La literatura lo ha retratado desde Tirano Banderas. Lo cierto es que hay un componente autoritario de origen histórico enraizado en la cultura y relacionado con el mesianismo, que no sé si tiene que ver con el catolicismo o con qué, pero es cierto que hay un gusto por los caudillos en Centroamérica y por esa tendencia autoritaria que también resurge en otros países.

P. Bukele calificó de “farsa” los Acuerdos de paz. Ya no significan nada para una generación. ¿Ahora sí ha terminado la guerra?

R. No ha entendido un siglo de historia del país. La guerra civil comenzó en 1932 con la insurrección comunista y terminó en 1991 con los Acuerdos de paz. Son 60 años de conflicto y los siguientes 30 años posteriores a la guerra civil consistieron en deshilvanar la polarización política país. Él es posible gracias a eso y si no hubiera sido así nunca habría llegado al poder. Durante estos años pasamos de una política definida por el crimen a una política definida por la política y la convivencia democrática. Sucedió que esos protagonistas democráticos se fueron autodestruyendo en el ejercicio del poder. Ahora vamos a ver si esa dinámica autodestructiva no destruye también al propio Bukele más rápido que a los otros.

P. Esa forma de referirse a la paz, ¿qué sensación personal le deja?

R. Me da tristeza y siento que vivimos en lo que Sergio Ramírez llama la rueda de la bicicleta porque en verdad los problemas esenciales son los mismos: violencia, pobreza, emigración… La fuente de financiación de El Salvador sigue siendo la misma, expulsar a la gente para que mande remesas desde Estados Unidos. En esencia los problemas son los mismos pero aparece alguien joven, bien plantado y bien crecido e hipnotiza a la gente con la habilidad de su discurso. Y esto se da también en otros países.

P. Durante años la realidad de El Salvador pivotaba en torno a la violencia. Esta ha bajado notablemente, pero ahora miramos a las caravanas y la migración...

R. Es que El Salvador vive de esto. Alguna vez, Estados Unidos, durante el periodo de George Bush amenazó con cerrar las oficinas de Western Union por la candidatura de Chafik Handal, y la realidad es que colapsaríamos en menos de tres días.

P. En algún momento, el propio Bukele ha insinuado la posibilidad de exportar su modelo político al resto de Centroamérica

R. Sí, pero a ver cómo lo reciben los demás.

P. Usted fue periodista. No corren buenos tiempos para la prensa en El Salvador...

R. Está pasando en los países latinoamericanos donde han subido al poder líderes de perfil autoritario, con una base social beligerante y un espíritu mesiánico destinado a salvar la humanidad. Todos tienen esos tres componentes en común.

P. ¿Se siente desplazado por la historia?

R. En mi caso he estado apartado de la política. Pero lo que ha sucedido con mi generación es que, cuando estaban en plena madurez, se han acabado. Nadie duda que Bukele ha surgido del voto popular y que Arena y el FMLN se comieron el capital político de 30 años de bipartidismo que llevó a que cuatro expresidentes hayan sido procesados por desfalcos millonarios. Es innegable que los jóvenes digan que esos viejos ladrones deben irse ya aunque las soluciones a eso ya son harina de otro costal (riendo).

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Sobre la firma

Jacobo García
Antes de llegar a la redacción de EL PAÍS en Madrid fue corresponsal en México, Centroamérica y Caribe durante más de 20 años. Ha trabajado en El Mundo y la agencia Associated Press en Colombia. Editor Premio Gabo’17 en Innovación y Premio Gabo’21 a la mejor cobertura. Ganador True Story Award 20/21.

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