Somnifobia o hipervigilancia nocturna en la crianza: padres irritados, cansados y con culpa
La responsabilidad de los progenitores de cuidar a su hijo puede generar un miedo excesivo a que le pase algo al niño mientras duermen. Esta afección es tratable y los expertos explican que un adulto descansado es más paciente y está más disponible
La crianza puede llegar a provocar en algunos progenitores una hipervigilancia excesiva por la noche que afecte a su sueño, hasta tal punto que desarrollen miedo a quedarse dormido. A esto se le denomina somnifobia, un trastorno que puede llegar a causar ansiedad o nerviosismo antes de ir a la cama y durante la noche, lo cual provoca una mala calidad de sueño. “Algunos padres pueden desarrollar un sentido de vigilancia excesivo, de forma que no solo estén pendientes de lo que su hijo necesita, sino que lo hagan desde la ansiedad”, confirma la psicóloga infantojuvenil Mariló Pérez. “Al sentir la responsabilidad de cuidar a su hijo, pueden generar un miedo a que si le pasa algo es por su culpa, por no haber estado lo suficientemente pendiente”, añade. “Los progenitores que tienen esa sensación de hipervigilancia tienden con más facilidad a desarrollar fobia a dormir”, sostiene.
Y es que las distintas responsabilidades asociadas a la crianza, como es la preocupación constante de cuidar a un bebé, sobre todo por las noches por no oír su llanto, son algunos de los desencadenantes de somnifobia, según informa Perez. Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN) de 2024, los últimos publicados, casi el 50% de los adultos y hasta el 25% de los niños no duerme lo suficiente. Además, más de cuatro millones de españoles padecen algún tipo de trastorno del sueño clasificado como crónico y grave, y entre ellos, está la somnofobia, conocida también hipnofobia o fuerte temor a dormir. A pesar de no recogerse en el Manual Diagnóstico de Trastornos (DSM-5), la biblia de la salud mental elaborada por los psiquiatras estadounidenses, sus consecuencias sí pueden llegar a ser algo severas si no se tratan adecuadamente. Así lo aseguran los expertos consultados.
“Cuando una persona empieza a evitar dormir puede entrar en un círculo vicioso de alerta, irritabilidad, cansancio y culpa”, comenta la psicóloga clínica familiar Angélica Joya. Sin embargo, tal y como aborda esta experta en disciplina positiva, esta condición es tratable y su causa es un sistema nervioso sobrepasado. “Dormir no es un lujo, es un pilar para poder cuidar bien. Una madre o padre descansado es más paciente, más presente y está emocionalmente disponible”, explica. Joya lanza una recomendación que considera importante a la hora de abordar un problema de miedo al sueño sostenido: “Dividir el proceso de ir a dormir en pequeños pasos e ir de uno en uno. Se pueden visualizar y practicar para que el cuerpo vuelva a asociar la noche con calma y no como un peligro”.
El doctor Iván Eguzquiza Solís, psicólogo miembro del Instituto de Investigaciones del Sueño, asegura que las personas que padecen esta fobia comienzan a mostrar un deterioro en su salud física, mental y emocional dada la hipervigilancia constante. “Primero, lo más importante es encontrar el origen del temor, convertido en fobia”, dice, y agrega que las raíces del miedo se encuentran, desde un punto de vista psicológico, en los patrones de pensamiento: “Así que ahí es donde hay que poner el principal foco de atención”.
A nivel práctico, Joya sugiere realizar cambios progresivos en el estilo de vida e introducir rutinas realistas, como reducir el uso de pantallas antes de dormir. “Es necesario reducir el uso de pantallas, la cafeína, el alcohol o la nicotina durante la tarde y noche”, aconseja. “Lo ideal es aprender a gestionar los picos de ansiedad con técnicas de relajación, y aceptar el miedo como una ola, que viene y va, en lugar de luchar contra él”, añade. Para ello, informa, se pueden explorar los pensamientos automáticos que aparezcan en esos momentos, así como las reacciones físicas que sentimos.
“El insomnio como tal puede ser tanto la consecuencia como la causa de esta fobia”, argumenta Eguzquiza. “La somnifobia no tiene una predisposición genética, pero la ansiedad y algunos trastornos relacionados con fobias sí pueden tenerla y propiciar otros miedos como el miedo a dormir”, analiza Pérez.
“En todas las fobias se desarrolla una evitación a enfrentar lo que nos da miedo. Sin embargo, evitar lo que hace es reforzar el temor, cuanto más se intenta eludir lo que nos asusta, más creemos que puede ocurrir algo malo”, comenta esta experta. “Es importante poco a poco enfrentarse al momento de dormir, incluso si la persona no se queda dormida, al menos meterse en la cama e intentarlo. También resulta esencial trabajar sobre los pensamientos irracionales, tomarlos como lo que son, irracionales, y observarlos, pero no creerlos como si fueran verdades absolutas, o intentando cambiarlos por otros pensamientos más adaptativos”, agrega.
“Muchos padres creen que deben estar disponibles al 200% el día y la noche en la crianza, y no. La idea no es estar alerta, sino aprender a regularse, poner límites sostenibles. Saber reconocer las propias limitaciones y pedir ayuda o enfocarse en soluciones cuando aparecen retos, por muy grandes o pequeños que parezcan”, resume Joya.