En qué consiste la teoría de las ‘madres nevera’, su relación con el autismo y por qué hizo tanto daño

La frialdad y la incapacidad de atender las necesidades de los hijos por parte de sus progenitoras fueron asociadas al origen de este trastorno en los años cuarenta. No fue hasta 1964 cuando el psicólogo Bernard Rimland concluyó que el estilo de crianza evitativo no influye en el desarrollo de los TEA

El estilo de crianza no influye en absoluto en el desarrollo del autismo.Aliyev Alexei Sergeevich (Tetra images RF/Getty Images)

La incapacidad de algunos padres para crear un vínculo seguro y sano con sus hijos puede deberse a múltiples causas, como carecer de las habilidades para ello, la falta de interés o por la propia experiencia al haber crecido ellos en una familia distante. Esta negligencia e irresponsabilidad, propias del apego evitativo por parte de los progenitores, llegó a ser considerado en el pasado como supuesto origen de algunos trastornos del desarrollo como el autismo. Fue Leo Kanner, psiquiatra austríaco, quien acuñó el término madres nevera en 1943, refiriéndose a las progenitoras frías, indiferentes y cuyo estilo de crianza se desarrollaba distante. A partir de ese comportamiento materno, Kanner llegaba asegurar que esta conducta podía traumatizar al menor. Un concepto cruel que causó mucho sufrimiento a las familias durante varias décadas antes de ser desacreditado.

De las madres nevera surgió una de las primeras teorías sobre las causas del autismo popularizada por Bruno Bettelheim, psicólogo austriaco, psiquiatra y fundador del Ontogénico School en Chicago, donde separaban a los menores de sus madres para iniciar terapias específicas con el fin de corregir los Trastornos del Espectro del Autismo (TEA). Bettelheim formuló la teoría en su libro La fortaleza vacía: autismo infantil y el nacimiento del yo (reeditado por Paidós en 2021) con el que popularizó la creencia de que las causas de esta singularidad no eran biológicas, sino que se debía única y exclusivamente al ambiente (unos padres ausentes o sobreprotectores). Con esta idea, hizo mucho daño a padres y madres, quienes vivían con vergüenza y culpa por la salud mental de sus hijos, además de que miles de menores fueron sometidos a terapias innecesarias y cuestionables.

No fue hasta 1964 cuando el psicólogo e investigador estadounidense Bernard Rimland aportó pruebas y desacreditó el término y la teoría en torno a las madres nevera en su libro Infantile Autism: The Syndrome and Its Implications for a Neural Theory of Behavior (Autismo infantil: el síndrome y sus implicaciones para una teoría neuronal del comportamiento, por su traducción al español), en el que desarrollaba el origen genético y neurológico de los TEA. “El autismo tiene una base biológica y hereditaria, con varios genes implicados en su desarrollo, y en ningún caso es provocado por un estilo u otro de crianza. La teoría de las madres nevera provocó que muchas mujeres fueran injustamente culpadas por una condición sobre la que no tenían control. Hoy se sabe que la culpa no recae en las familias, y esta visión estigmatizante ha sido totalmente superada por enfoques más empáticos y basado en la evidencia”, explica María Verde Cagiao, investigadora de la Confederación de Autismo en España (AE).

“El autismo es un trastorno de origen neurobiológico, pero su patogénesis es desconocida. Se considera que existen factores genéticos que alteran el desarrollo cerebral, especialmente las conexiones interneuronales”, añade el doctor Alfredo Cabrejas Sánchez, médico de familia del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (SESCAM). “Hoy en día, se acepta generalmente que el trastorno del espectro autista no está relacionado con la frialdad o la distancia en la crianza, sino que es simplemente una presentación de la neurodivergencia”, agrega Cabrejas. Además, según informa, está fuera de toda duda el origen genético de los TEA.

“En los estilos de crianza y su influencia sobre los niños con autismo”, retoma Verde, “lo más importante es que las familias puedan ser correctamente asesoradas para adquirir las herramientas necesarias que mejor se adapten a sus necesidades y las de sus hijos e hijas y que ofrezcan a estos el mayor número de oportunidades posibles para un desarrollo óptimo y para su participación en la comunidad”.

El apego por evitación aparece cuando un niño tiene progenitores que no están disponibles a nivel emocional. Catherine Delahaye (Getty Images)

¿En qué consiste el estilo de crianza evitativo?

La psicóloga Iratxe López Psicología asegura que la frialdad y la distancia en la crianza llega a crear un estilo de apego denominado evitativo. “Por ejemplo, los pequeños que han tenido este tipo de vínculo se vuelven más independientes, tanto emocional como físicamente, y es mucho más viable que desarrollen miedo al compromiso en sus relaciones”, explica. Sin embargo, estas personas pueden cambiar y llegar a aprender un estilo de apego seguro. “Suelen ser solitarios, independientes y hasta ermitaños, pero si así lo quieren pueden aprender a establecer otro tipo de vínculos más saludables”, añade.

El apego por evitación aparece cuando un niño pequeño tiene progenitores o cuidadores que no están disponibles constantemente a nivel emocional y que no atienden ni responden a sus necesidades. “Estos bebés también pueden haber enfrentado el desánimo repetido de llorar o expresar emociones externas sin ser atendidos”, incide López. Además, esta experta asegura que, incluso, los padres se vuelven aún más distantes según la situación se vuelve más complicada y densa a nivel emocional: “Los adultos pueden sentirse desbordados y abrumados y querer escapar de esa situación. Aquí es cuando su falta de disponibilidad emocional sería más evidente. El niño expresa una necesidad de cercanía, pero en lugar de recibirla, percibe que la puerta está cerrada”, explica la psicóloga.

Algunas de las causas más frecuentes por las que uno o ambos progenitores desarrollan un estilo de apego evitativo y distante emocionalmente suelen ser carecer de las habilidades suficientes para apoyar y responsabilizarse de lo que implica la crianza de un niño. “Normalmente, pueden haber tenido una crianza evitativa ellos mismos, lo cual hace que carezcan de empatía, se enfaden, separen físicamente del niño cuando tiene angustia y miedo, y se sientan sobrepasados por la responsabilidad que conlleva la crianza”, subraya la psicóloga.

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