Niños, adolescentes y pantallas, ¿es posible la desconexión digital en verano?

La utilización excesiva, sobre todo de los teléfonos móviles, tiene consecuencias psicológicas múltiples: perjudica directamente al desarrollo tanto físico como psicológico, a la creatividad y la capacidad de aprendizaje y atención

El acceso ilimitado a la tecnología tiene consecuencias negativas sobre la salud general del menor.Os Tartarouchos (Getty Images)

La preocupación por el uso y abuso de las pantallas en niños y adolescentes se viene incrementando casi a la par que las medidas para atajarlo. Leyes, dispositivos de control y charlas de expertos en los centros escolares, entre otros, persiguen que el menor se informe de una realidad en la que se encuentra en constante peligro. El porno, el acoso digital y la adicción al juego son tres de los grandes motivos que justifican esta vigilancia. Sin embargo, no son los únicos por los que debemos estar pendientes de qué ven niños y adolescentes y durante cuánto tiempo.

Un acceso ilimitado a los teléfonos móviles, los videojuegos, las tablets y los ordenadores tiene consecuencias negativas sobre la salud general del menor, sobre todo si este se inicia en lo digital a edades tempranas. En este sentido, los profesionales de la psicología estamos recomendando eliminar las pantallas antes de los tres años. En este caso, y aquí incluyo la televisión, no se deberían usar durante más de una hora en niños de dos a tres años. Un mecanismo de control en el que ellos pueden participar, aun siendo tan pequeños, es la visualización de un reloj de arena que finalice cuando los adultos deseen poner fin al tiempo de interacción con estos dispositivos.

La utilización excesiva, sobre todo de los teléfonos móviles con el sistema de scroll para cambiar el contenido, tiene consecuencias psicológicas múltiples: perjudica directamente al desarrollo tanto físico como psicológico, a la creatividad y la capacidad de aprendizaje y atención. Además, el sedentarismo tecnológico puede provocar sintomatología ansioso-depresiva, generar una dependencia hacia los dispositivos e incluso se puede experimentar síntomas relacionados con la abstinencia cuando se les retira o no pueden acceder a ellos. En casos más extremos, el abuso de los dispositivos puede incluso retrasar el desarrollo del habla, provocar déficit de atención y alteraciones en las habilidades interpersonales y de comunicación.

En niños más mayores es importante que los padres sepan que las pantallas y la tecnología compiten con la lectura y la conversación, dificultan la espontaneidad en el juego de iguales, empeorando la comprensión lectora y provocando un bajo rendimiento académico a largo plazo, teniendo como consecuencia un déficit en estrategias de comunicación. No menos relevante, si el niño o adolescente se acostumbra a pasar horas al día con el teléfono en la mano, cuando no pueda hacerlo, es susceptible de mostrar un comportamiento irritable. Esto se traduce en impaciencia, menor control de sus propias emociones, desmotivación, impulsividad, baja tolerancia a la frustración, arrebatos verbales e incluso arranques de agresividad física al retirarle el dispositivo.

Un aumento considerable del uso de pantallas también hace que haya un desorden en los hábitos de estudios y rutinas. Photosomnia (Getty Images)

Un aumento considerable del uso de pantallas también hace que haya un desorden en los hábitos de estudios y rutinas, provocando desorientación de la noción del tiempo junto con alteraciones de sueño y ansiedad. También es común que aparezcan problemas visuales y sobrepeso. Por decirlo de alguna manera, nos sobran los motivos para poner normas. Horarios y pautas innegociables a las que los adultos debemos acogernos en cierta medida, ya que los menores aprenden por modelo y observación. La primera es establecer tiempos y bloquear contenidos, mediante el control parental, pero también, cuando ellos comienzan a hacerse preguntas, explicarles que ciertos contenidos, como el porno o la violencia, no son conductas que reflejen la realidad. Que aprendan que la experiencia que están percibiendo a través de un video, de una imagen, no siempre tiene o debe tener su traslado a la vida real. Para ello debemos ser activos y pedirles que nos enseñen a qué juegan y qué es lo que les entretiene en cuanto a videos, películas o música.

Muy importante, en especial en este tiempo de vacaciones, fomentar otros intereses alejados de la tecnología y procurar que pasen tiempo al aire libre. A través de estas actividades están en conexión verdadera con su entorno, lo que les facilita la comprensión del mismo. Por supuesto, la tecnología no es mala per se, nadie se hace adicto a un teléfono, a un televisor. Son los contenidos los que influyen, no solo por su calidad, sino también por la inmediatez con la que nos llegan. El sistema antes mencionado de pasar pantallas del teléfono produce una recompensa inmediata mediante la que se libera dopamina, entre otras sustancias químicas cerebrales relacionadas con el placer y el bienestar.

En la adolescencia, por último, la actitud del adulto responsable deberá ser menos intransigente con teléfonos y tablets. Lo recomendable es que se busque un equilibrio entre el tiempo de ocio, con o sin las mismas, en especial con el móvil, mediante el que se relacionan con sus amigos a través de las redes sociales y los grupos de WhatsApp. Con los chicos y chicas a partir de estas edades, la clave para evitar abusos y adicciones es la negociación. Es preciso hablar con ellos, entender sus necesidades, entre ellas la socialización y el acceso a la información, y a partir de ahí dialogar y poner unos límites.

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