TCA en niños y adolescentes: la peligrosa búsqueda de la perfección donde la familia es clave

Los trastornos de la conducta alimenticia no son un mero problema de imagen, también derivan de una necesidad de control y autoexigencia. Es importante que toda la familia participe para alcanzar una solución y que los progenitores enseñen que los valores van más allá de la apariencia externa

La prevalencia de los TCA en población adolescente se ha duplicado a raíz de la pandemia.Zinkevych (Getty Images/iStockphoto)

La población debería tener una mirada más amplia para comprender qué papel juegan los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), pudiendo lograr que las personas que los padecen puedan gestionar sus necesidades emocionales y psicológicas. Estas palabras son de Buenaventura del Charco Olea, psicólogo y autor de Hasta los cojones del pensamiento positivo (Ediciones Martínez Roca, 2023). “Los...

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La población debería tener una mirada más amplia para comprender qué papel juegan los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), pudiendo lograr que las personas que los padecen puedan gestionar sus necesidades emocionales y psicológicas. Estas palabras son de Buenaventura del Charco Olea, psicólogo y autor de Hasta los cojones del pensamiento positivo (Ediciones Martínez Roca, 2023). “Los TCA se suelen asociar a la imagen corporal, a querer verse más delgado. Y hay que saber que los problemas de salud mental no aparecen por un suceso externo, sino que son consecuencia de factores externos e internos del propio individuo o de su experiencia, por lo que tendríamos que centrarnos en qué hace imposible dejar de recurrir al problema para intentar manejarlo”, explica Del Charco.

El profesional subraya que los TCA se tratan, sobre todo, de un problema de necesidad de control y autoexigencia, incluso rozando la perfección: “Normalmente, en la vida de quienes los sufren y padecen aparecen experiencias muy desagradables y dolorosas en las que los rasgos característicos son no poseer el poder o tratarse de situaciones de extrema debilidad o vulnerabilidad que suponen un miedo profundo a esas sensaciones”. Para Del Charco, estas vivencias son sentir rechazo, abandono o acoso en el entorno escolar o en casa, con padres muy exigentes o en situaciones en las que no pueden hacer nada (enfermedad, desempleo, depresión o fallecimiento en familiares cercanos), abuso o maltrato, entre otras. El psicólogo apunta a una estructura familiar que se encuentra con frecuencia en su consulta: “Un padre bastante ausente y una madre poco asertiva que se vuelca en su hija para tapar su vacío, volviéndose muy invasiva y existiendo, en general, límites pocos claros y poca emocionalidad y validación de los niños y adolescentes a nivel personal”.

El cerebro asocia el no tener el mando o la fragilidad con el sufrimiento, prosigue el experto, de forma que, de manera compensatoria y defensiva, los jóvenes intentan sentir siempre que tienen el dominio, sentirse fuertes o en su mejor versión porque eso calma ese miedo: “Les crea un efecto de seguridad, volviéndose muy dependientes, casi adictos a todo aquello que les cause esa sensación, incluido un trastorno alimenticio”.

Del Charco recomienda a padres y madres centrarse más en el hijo como persona, apoyarlo y acompañarlo en su sensación de malestar, interesándose por cómo se siente con lo que le está ocurriendo y no pretender ir tan rápido hacia la búsqueda de una solución: “Para el paciente es difícil interiorizar lo perjudicial que resulta obsesionarse con su cuerpo cuando las personas encargadas de ayudarle (familias, médicos y psicólogos) ponen el foco del tratamiento y de la recuperación precisamente en lo que come o no, pudiendo convertirle en un mero diagnóstico de alimentación”.

La prevalencia de los TCA en adolescentes se ha duplicado a raíz de la pandemia del coronavirus. Según concluía un estudio de 2021, titulado Cambios en el comportamiento alimentario relacionados con factores individuales y domésticos durante el confinamiento por la COVID-19, en España se perciben alteraciones en los hábitos de alimentación en el 75% de la población, más en los hogares con hijos, con una seria fijación en el etiquetado de lo que se come. “Tras la crisis sanitaria, nos hemos encontrado un incremento significativo en conductas autolíticas —cualquier comportamiento que cause una destrucción leve o moderada inmediata de la superficie corporal, ocasionando sangrado, hematoma o dolor—, incluso de suicidios en pacientes jóvenes”, indica María Contreras Galocha, psicóloga sanitaria y codirectora del Centro de Psicoterapia Vínculo, especialistas en TCA.

“El aumento considerable de síntomas que tienen que ver en menores con la relación entre el cuerpo y la comida y las autolesiones suelen ir de la mano y se manifiestan como los grandes picos en patología mental adolescente”, añade. Para esta experta, hay personas que no han aprendido cómo regularse o no se lo han enseñado y en momentos de crisis o trauma se regulan emocionalmente a través de la comida: “Al conjunto familiar que rodea a estas personas puede ocurrirle lo mismo y no disponer de las herramientas necesarias en situaciones de descontrol e incertidumbre”.

Con su trabajo, Contreras procura que los padres entiendan el significado de la palabra psicopatología y que esta tiene que ver con aspectos más profundos, para desde ahí poder entender a sus hijos. “En psicología sistémica, nuestro marco teórico de actuación, pensamos que tanto la persona como el resto de los elementos pertenecientes a un sistema forman parte del problema, tanto en lo concerniente al físico como al éxito”, explica. Para la psicóloga es importante que los progenitores puedan enseñar valores más allá de la apariencia externa y valorar a sus hijos por lo que son.

Contreras explica que los profesionales trabajan con las familias, permitiéndole al menor con TCA contar con un espacio donde expresarse libremente: “El paciente es la familia entera, pero una persona, normalmente un niño o joven, da señales de que existe cierta disfuncionalidad en su ambiente familiar y no consigue soportar más la presión”. Desde ahí se trabaja para ofrecer soluciones a los padres y madres. La psicóloga especifica que, por ejemplo, en el caso particular de los niños con trastorno de evitación/restricción de la ingesta de alimentos —menores con hábitos alimenticios rígidos y restringidos, pero que no están tratando de perder peso— “claramente son los progenitores quienes deben acudir a terapia para trabajar y solventar aquello que esté perjudicando al hijo”.

Padres y madres con hijos adolescentes con TCA han de ser conscientes de que, aunque no son culpables o responsables de lo que les pasa, sí son parte esencial para que superen el trastorno y esto, muchas veces, les hace sentirse competentes y preparados para involucrarse. “A veces, el problema en los menores con estas patologías son las relaciones en casa“, incide Contreras, “y la solución es hacer partícipes a todos los miembros de la familia y ayudar todos con los cambios, no atrapar a los hijos en historias de los adultos”.

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