¿Va a salir nuestro alumnado de esta pandemia siendo más empático?
Hemos tenido un año de transición justamente para eso, para centrarnos en lo humano: ¿les habrá servido para entender la necesidad fundamental del cuidado personal y el cuidado del otro?
¿Va a salir de esta crisis nuestro alumnado conociéndose mejor? ¿Va a salir de esta crisis nuestro alumnado siendo más empático? ¿Les habrá servido para entender la necesidad fundamental del cuidado personal y el cuidado del otro? ¿Habrán generado un cambio en su forma de ver el mundo? Uno de los grandes problemas de una crisis es la resistencia al cambio y la necesidad de volver a hacer lo que hacías antes, que es lo que te da seguridad....
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¿Va a salir de esta crisis nuestro alumnado conociéndose mejor? ¿Va a salir de esta crisis nuestro alumnado siendo más empático? ¿Les habrá servido para entender la necesidad fundamental del cuidado personal y el cuidado del otro? ¿Habrán generado un cambio en su forma de ver el mundo? Uno de los grandes problemas de una crisis es la resistencia al cambio y la necesidad de volver a hacer lo que hacías antes, que es lo que te da seguridad. Cuando en septiembre arrancamos este curso, tuvimos la oportunidad de enfocar la educación no solo desde el cambio a nivel metodológico, sino ante todo desde un cambio humano. Hemos tenido la oportunidad de aprovechar un año de transición justamente para eso, para centrarnos en lo humano ¿Hemos sabido aprovechar esta oportunidad? ¿Cuántos cambios se han producido en este sentido?
Desde el primer día de esta crisis hemos estado pensando más en volver a hacer lo de siempre que en cambiar. Volver a dar las mismas clases, de la misma manera, en el mismo espacio, con el mismo horario y con los mismos objetivos. Y, por desgracia, esta pandemia nos ha servido justamente para eso, para afianzarnos en el inmovilismo, el inmovilismo de seguir entendiendo un aula como algo estático, y el inmovilismo de haber negado la oportunidad a nuestro alumnado de haber participado activamente de un gran oportunidad de cambio.
¿Cuántos espacios de debate hemos creado por la pandemia? ¿Cuántas veces hemos parado la clase para hablar de como se sienten, de sus intereses y de sus necesidades reales en plena pandemia? ¿Cuántas veces les hemos dado espacio en vez de estar encima para que aprendan esto y aquello del curriculum? ¿Cuánto hemos trabajado por encima de contenidos y competencias lo humano: la compresión del otro, la ventilación emocional, la ayuda entre iguales, la búsqueda de un bien común como base da salida de una crisis global?
Básicamente: ¿quién se ha adaptado a quién?
Hemos seguido con matemáticas, inglés, lengua, cada hora y cada minuto de la misma manera, en el mismo espacio, y en el mismo tiempo. Hemos programado actividades como podríamos haber hecho cualquier año anterior y hemos tratado cada día de volver al pasado en vez de cambiar para el futuro.
Como señalan Patricio del Castillo y Pando Velasco (2020) en Salud mental infanto-juvenil y pandemia de Covid-19 en España: cuestiones y retos: “Tras episodios previos de epidemias por agentes infecciosos, como la epidemia de SARS, en el año 2003, y la pandemia de gripe A (H1N1) en 2009, en la salud mental de los menores y de los jóvenes universitarios se encontró un alto nivel de estrés en las comunidades afectadas y una elevada incidencia de estrés postraumático en niños.” También desde Unicef han presentado uno de los primeros estudios disponibles sobre el impacto emocional de la cuarentena de niños, niñas y adolescentes de España e Italia (Universidad Miguel Hernández): “El 85,7% de los padres han constatado cambios en el estado emocional y en el comportamiento de sus hijos, siendo los síntomas más habituales la dificultad de concentración, el desinterés, la irritabilidad, la agitación, el nerviosismo, los sentimientos de soledad, la inquietud y la preocupación.” Datos que Save the children ha cuantificado al cumplirse un año de la pandemia en el que señalan que cinco de cada 10 niños, niñas y adolescentes han tenido cambios negativos en su estado emocional, sufriendo estrés o nerviosismo (23%), ansiedad (21%) y miedo (18%).
Entendiendo además que el estrés y el nerviosismo sufrido, además, de vivir en un estado de tensión de manera continuada, han hecho que sea más complicado concentrarse y prestar atención.
¿Cómo hemos afrontado estos acontecimientos? Haciendo lo de siempre. Hemos mantenido horarios, aún siendo conscientes de que llegar al final del día, incluso al final de la clase, conllevaba una pelea constante entre el aburrimiento, los nervios y el cansancio. Cada día de esta pandemia, hemos intentado hacer lo que hacíamos el septiembre pasado, y el anterior, volviendo al pupitre, a que uno habla y veintitantos escuchan y a que nuestros alumnos y alumnas se adapten por enésima vez al sistema en vez de abrir la puerta y adaptar el sistema a su ansiedad, a su estrés o a sus miedos.
¿Hemos olvidado que la escuela es el mayor motor de cambio del mundo en tiempos de crisis? Esperemos que no.
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