Congresistas, ‘tiktokers’ y delegadas ‘swifties’: viaje al interior de la convención demócrata
El ambiente festivo marca el cónclave del partido, que reúne en Chicago a más de 50.000 asistentes para aclamar a Kamala Harris como su candidata tras la renuncia de Biden
Matthew Rothschild, abogado jubilado de San Francisco, presume de ser amigo de Kamala Harris desde que ambos se conocieron cuando eran letrados en San Francisco; antes de que ella fuera fiscal de distrito, fiscal general de California, senadora en Washington, vicepresidenta y, desde hace poco más de un mes, ...
Matthew Rothschild, abogado jubilado de San Francisco, presume de ser amigo de Kamala Harris desde que ambos se conocieron cuando eran letrados en San Francisco; antes de que ella fuera fiscal de distrito, fiscal general de California, senadora en Washington, vicepresidenta y, desde hace poco más de un mes, inesperada candidata demócrata a la Casa Blanca con una ligera ventaja, según las últimas encuestas, sobre su rival, Donald Trump.
Rothschild lucía este lunes, primer día de la Convención Nacional Demócrata de Chicago, un sombrero de confección propia, con una efigie no tan fiel de la candidata rodeada de “adornos navideños”. Comprensiblemente, está “entusiasmado” con el cambio en un partido sorprendentemente unido en torno a la sucesora en la papeleta del presidente Joe Biden, que finalmente se rindió a la evidencia y se retiró en julio. “Aunque tendría que haber conocido a la madre de Kamala [la oncóloga Shyamala Gopalan]”, aclaró Rothschild en una entrevista con EL PAÍS. “Ella sí que habría ganado las elecciones de calle”.
El moderado triunfalismo y la recobrada confianza del amigo de Harris impregnan una fiesta que se celebra hasta el jueves y que hasta hace no tanto se asemejaba más bien el anuncio de un funeral. La ciudad del Medio Oeste, armada hasta los dientes, acoge a más de 50.000 asistentes, entre políticos, manifestantes por la guerra de Gaza, voluntarios, tiktokers, estrellas del entretenimiento, periodistas y los 4.500 delegados llegados de los 50 Estados y de los territorios asociados y de ultramar.
Todos ellos deambulan por las decenas de calles cortadas como en una película posapocalíptica en torno a los dos escenarios principales: el viejo estadio de baloncesto de los Chicago Bulls, donde se celebra cada tarde-noche la convención propiamente dicha con sus discursos en cadena y su júbilo sin fin, y un gigantesco auditorio que escapa a la escala humana y en el que las diferentes agrupaciones del partido ―caucus, en la jerga política local― celebran por la mañana sus reuniones.
En este último lugar también han organizado un evento llamado Dempalooza, una especie de feria de muestras para empresas de filiación demócrata, en la que uno puede asistir a charlas sobre el voto latino; hacerse la manicura o una foto con una Kamala de cartón de tamaño natural; diseñar camisetas de cocos, motivo oficioso de la campaña de la candidata; donar a una entidad sin ánimo de lucro que trabaja en algo que parece un imposible en Estados Unidos, promover la elección de políticos abiertamente ateos o agnósticos; o bailar al ritmo contagioso de Ain’t No Stoppin’ Us Now, aquel himno del sonido Filadelfia (ya saben, en el Estado decisivo de Pensilvania) de McFadden & Whitehead.
Cuando la cosa entra por la tarde en materia, los compromisarios cruzan la gran ciudad hasta el estadio de los Bulls y se arman de paciencia para entrar en el “perímetro”, toda una fortaleza cuya seguridad se reforzó en la mañana del martes tras un incidente aislado entre la policía y los manifestantes que piden un alto el fuego en Gaza en las inmediaciones de la convención. Una vez dentro, unos y otros practican en los pasillos el popular juego “reconozca a este congresista o a aquella comentarista de la CNN”, más que nada para poder llamarlos por su nombre y hacerse así un selfie junto a, por ejemplo, la representante del ala más a la izquierda del partido Ilhan Omar.
La sombra del asalto al Capitolio
Bajo una estatua que recuerda que en este lugar habitó en un tiempo glorioso un semidiós llamado Michael Jordan, el senador Ed Markey recordaba este martes todas las cosas que a su juicio están en la papeleta de noviembre: “La democracia, la libertad y los derechos de las mujeres”. Un poco más allá, el representante de Misisipí Bennie Thompson, que presidió el comité que investigó el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, confió en una conversación con este diario en que el recuerdo de aquel episodio influirá en las elecciones. “Lo que pasó hace casi cuatro años fue una advertencia: si no practicamos aquello que predicamos, corremos el riesgo de acabar en manos de lunáticos, también conocidos como ‘esos políticos republicanos”.
En la primera jornada, la cancha tardó en llenarse, mientras los horarios previstos saltaban por los aires uno tras otro. Fue quizá porque había que reconocer el terreno: el lugar reservado a este o a aquel Estado en el gran escenario de la convención tiene, como todo en Washington, una lectura política y un componente de humillación jerárquica. Así, los territorios más poderosos, importantes o decisivos para el partido se disponen cerca del escenario. Otros, como el de Washington, donde ganarían los demócratas hasta por incomparecencia (que, por si fuera poco, “uno de los últimos en votar en la noche electoral”, como lamentó uno de sus representantes), asisten a los discursos desde lejos.
A los “no declarados”, como Sheig Freeberg, de Minnesota, se los reconoce por una chapa que dice “Delegado del alto el fuego”. Freeberg pertenece al grupo de los que decidieron votar en blanco en las primarias en protesta por el apoyo de la Administración de Biden a la guerra de Israel en Gaza. “Apoyamos a Harris”, dijo Freeberg el lunes, “pero necesitamos que se comprometa a que, si gana, el primer día en la Casa Blanca pondrá fin al genocidio”.
Pese a esas reivindicaciones, o a las de los delegados de Puerto Rico, que, recordó el senador Carmelo Ríos, siguen peleando por su reconocimiento como Estado (son gente de mérito: se organizan por el triunfo de una presidenta a la que la ley estadounidense no les permite votar), el ambiente estos días en Chicago es optimista. Se diría que hasta más que el que se vivió en la convención republicana de Milwaukee del mes pasado, y eso que algo así parecía imposible entonces, con un Trump casi invencible, recién salido indemne de un intento de asesinato.
El talento MAGA (siglas de Make America Great Again) para el disfraz y el derroche de imaginación de los diseñadores de los seguidores del magnate son, eso sí, insuperables; aunque en Chicago es posible concluir estos días que el gusto por la extravagancia y la pasión por el circo no entiende de tendencias partidistas en este país. Ahí estaban para demostrarlo Chris Potter, delegado negro de Seattle, enfundado en una banda de Miss que decía “Cowboy Kamala” (en realidad, era un homenaje, aseguró, a Beyoncé, con cuya aparición sorpresa se especula estos días en la convención). O Kelly Jacobs, quien, llegada de Misisipí, lucía un vestido con un dibujo, por un lado, de Kamala Harris, “gracias a la que el partido ha recobrado la fe”, y por el otro de Taylor Swift, que no duda que apoyará a la candidatura demócrata para disgusto de Trump, que el lunes difundió una imagen falsa generada por inteligencia artificial en la que la cantante pedía el voto por él. A Swift, cuya posible visita es otro rumor persistente en Chicago, también la esperan con los brazos abiertos aquí los creyentes en los milagros.
La convención aguarda a otros famosos (como Spike Lee, que estuvo el lunes, o los raperos Common y Lil’ Joe, el martes), pero una aparición de la autora de Shake It Off! le quitaría ciertamente unos cuantos problemas a Harris en las urnas. También dotaría de días, o, más bien, de semanas de contenido a los 200 influencers invitados por el partido para que esparzan el mensaje demócrata en las redes sociales.
Eve (“sin apellidos, por favor, por motivos de seguridad”) es una de ellas. Explicó que trabaja en una cuenta dedicada a la defensa del derecho al aborto en redes sociales llamada @gemma_talks. Estaba con decenas de otros tiktokers e instagrammers en uno de los tres “salones para creadores” habilitados por el estadio. “Me parece que nos tratan mejor que a la prensa”, dijo. Aparte de por su capacidad para llegar a las audiencias más jóvenes y por su abrazo acrítico de los mensajes del partido, a la última especie en sumarse al ecosistema de la convención también es fácil distinguirla estos dñia por su afán coleccionista de la cartelería del evento, que, esa sí, está demostrando una envidiable inventiva.
Además de los consabidos anuncios de la candidatura de Harris-Walz (por Tim Walz, gobernador de Minnesota, el escogido como candidato a la vicepresidencia), el lunes los voluntarios repartieron primero cartulinas con el lema “U-S-A”, tal vez para apropiarse de un grito común en los mítines de Trump (o tal vez porque puede mutar fácilmente en otro canto, “A-O-C”, siglas de Alexandria Ocasio Cortez, una de las estrellas de la primera jornada). Al rato, distribuyeron anuncios prosindicales para blandir mientras sobre el estrado Shawn Fain llamaba “esquirol” a Trump, carteles verdes con el nombre de pila de la primera dama, Jill Biden, para animarla cuando le llegó el turno de hablar, y, al final de la noche, unas señales alargadas que expresaban el amor de los presentes por el presidente Biden. El tipo sin cuya renuncia nada de todo este circo político habría sido ni remotamente parecido.
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