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La pesadilla que asola a los hippies en un hostal de Miami

La anciana que regenta el alojamiento estafa y roba a sus inquilinos, según un periódico local

Micaela Varela
La propietaria de Paraíso Shawnee, Cathy Chasser, en su albergue 'hippie' de Miami, Florida, en una foto de archivo.
La propietaria de Paraíso Shawnee, Cathy Chasser, en su albergue 'hippie' de Miami, Florida, en una foto de archivo.Barcroft Media (Barcroft Media via Getty Images)

Un escape del ajetreado mundo modernizado en el que se ha convertido Miami. Así es como se publicita el Paraíso Shawnee, una pequeña propiedad con casa del árbol, bungalows y tiendas de campaña donde el alquiler oscila entre 300 y 600 dólares al mes. La propietaria y casera Cathy Chasser, una mujer con melena morada de 69 años, promete en su web que la casa emite una “energía mágica” que permitirá a los huéspedes desarrollar su creatividad así como celebrar eventos especiales en su jardín. Sin embargo, lejos de ser la comuna pacífica y espiritual que promete ser, los inquilinos que abandonan esta propiedad denuncian que han sido estafados, maltratados, acosados y que, incluso, Chasser les ha robado algunas de sus pertenencias, según publica el periódico local New Times.

Chasser, que prefiere ser llamada con el nombre de la tribu nativa americana Shawnee, saltó a los medios hace cuatro años cuando la alcaldía de Miami la denunció por no tener los permisos de construcción para su casa en el árbol. En ese momento, los titulares defendían a la “abuela hippie" que quería “sentir la lluvia y escuchar los truenos desde su balcón de madera” en su terreno lleno de plantas y cascadas. Las autoridades insistían en que la infraestructura no era estable ni segura para ser habitable y amenazaban con desalojarla. Poco después, el escándalo se amplió por una denuncia de negocio de alquiler ilegal. Ella mantiene que no puede considerarse un contrato de renta lo que les exige a sus huéspedes, ya que solo les pide que participen en los gastos de la propiedad.

Los inquilinos de Shawnee han confirmado que no solo estaban obligados a pagar un alquiler, sino que debían abonar una fianza que no se les devolvió al marcharse. Brandon Hudspeth, un huésped que se alojó con ella 10 meses, narra que la casera le cobraba 300 dólares por tener una tienda de campaña en su jardín. Asegura que no podía permitirse en ese momento otra cosa con los precios inmobiliarios al alza de Miami. Huspeth recuerda que durante la pandemia se retrasó unas semanas con el pago de la renta y Shawnee le amenazó varias veces con desahuciarle. Mientras buscaba otro sitio para vivir, la casera le alentaba a irse con reiterados cortes de luz y llegó a confiscarle un paquete que le llegó por correo, un delito federal en Estados Unidos. “Contenía un portátil que necesitaba para trabajar”, explica Huspeth, quien nunca consiguió que le devolviera el paquete. Shawnee asegura que su inquilino estaba “obsesionado con destruirla” y que simplemente le indicó al repartidor de correos que esa persona no vivía en el domicilio y que el paquete fue extraviado.

Brandi Barreto es otro exinquilino de Shawnee. En 2016 declaró en el juicio contra Chasser por regentar un albergue ilegal y detalló cómo la propietaria le cobraba 450 dólares mensuales por vivir en un bungalow dentro del terreno. Barreto recuerda que los otros huéspedes de Shawnee solían abusar de las drogas y que una inquilina llegó a morir de una sobredosis de heroína dentro de la propiedad. Además, se queja de que Shawnee, quien tiene por mascota a un mapache, envenenó a su gato con un tratamiento antiroedores que utilizó dentro del terreno. Sin embargo, la casera asegura no recordar a Barreto y niega el episodio de su gato, pero reconoce que hubo una sobredosis que acabó con la vida de una de sus huéspedes.

Narjess Al-Awady, otra joven exhuésped, relata que además de pagar 500 dólares mensuales por una habitación, barría y limpiaba para colaborar con el ambiente de comuna de Shawnee; pero acabó por convertirse en una obligación. “Después de un tiempo, se aprovechó de eso. A las 5 de la mañana llamaba a mi puerta, como una alarma sin parar, y miraba por la ventana mientras yo dormía, diciéndome que trabajara”, asegura. Chasser se excusa diciendo que solo trataba de ayudar a Al-Awady porque “sufre de depresión”, al igual que Huspeth, quien tiene problemas mentales, según ella. Este periódico ha intentado ponerse en contacto con la propietaria, pero el número que figura en su web es falso y el de su anuncio de alquiler en la web Craiglist está desconectado.

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Sobre la firma

Micaela Varela
Es periodista de EL PAÍS en Ciudad de México. Nacida en Argentina y criada en Valencia, España. Graduada en la carrera de Periodismo en la Universitat Jaume I y máster de Periodismo en EL PAÍS. Trabaja en la mesa digital de América y escribe sobre derechos humanos, sociedad y cultura.

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